Historia de
Carúpano de Tavera Acosta 5
CAPITULO V
1810-1813
— Calles, fortines y reductos — Algunos mora-dores de Carúpano — Las provincias
orientales de Venezuela secundan el movimiento del 19 de abril en Caracas — Las
Juntas patriotas — Las primeras expe¬diciones militares — El fracaso — La
agonía de los patriotas — La expedición de Chacachacari — Hijos de Carúpano que
concurrieron a ella — Los libertadores orientales encabezados por Santiago
Marino — Triunfos de Piar y de Bermúdez — Fusilamientos — Triunfa la segunda
República — Asalto a la plaza de Carúpano.
Para
los años de la guerra de la Independencia, la nueva población de Carúpano había
crecido considerablemente, de manera que para el año de 1810 ya existían además
de las callejas de Pueblo Nuevo y la de las Doncellas o de Las Flores, la de la
Marina, paralela al puerto, la de Santa Rosa y la calle Real, hoy de la
Independencia, hasta unas dos cuadras más al sur de la plazuela de la iglesia.
Construyóse un fortín sobre el collado que demora a orillas del mar en la parte
oriental, con el nombre de Santa Rosa. Otra batería había también en la colina que llamaron después “Cerro de los
Masones”, a espal¬das de la calle de la Marina, y que se conoció también con el
nombre de Castillo de la Muerte.
Probablemente,
el cuartel o cuerpo de guardia continuaba en la plazuela de Santa Rosa si no
hubiere estado para entonces en una de las casas del puerto, cercana al
riachuelo sobre el cual se levantó un puente, que hoy existe modificado. La
casa vecina, río por medio, de la que ya no quedan vestigios, fue la misma que
en 1813 habitó por cortos días el oficial realista Francisco Javier Zerbériz,
de odiosa memoria entre los patriotas; la misma que en 1815 habitó también
aquel otro malvado que se llamó Francisco Tomás Morales, y después de él, en
1816, el mismo Libertador, cuando llegó con la expedición de Los Cayos.
Antes
de proseguir el relato de los acontecimientos rela-cionados con el movimiento
de emancipación política, queremos traer a estas páginas los nombres de algunos
de los moradores de Carúpano para el año de 1810.
A
— Antonio, Silvestre, Juan Bautista y José Leonardo de Alcalá, Antonio y Juan
José Acosta Jiménez, Manuel y Ger¬vasio Alvarez, Ignacio y Agapito Alvarado,
Joaquín Azocar, Luis, Crispin e Ignacio Alcalá Mejía.
B
— Matías Barradas y González, José e Isidro Barradas y Martínez, Francisco
Barrios, Pedro Barner, Manuel y José Antonio Bravo, Francisco Benítez, José
Manuel Bello, Luis y Francisco Bellorín, Manuel Bermúdez de Castro, José Miguel
y Francisco José Barceló de la Cova, Juan Francisco Bejarano del Campo, Juan
Manuel y José Leonardo de Brito Sánchez, Antonio y Pedro Gil de Brito, Martín
Brusco de León, Jaime Bancell, Agustín Barrios.
C
— Pablo Canals, José de la Cruz Carrera, José Jesús y José María Caraballo,
Manuel Sedeño, Juan Bautista y José Nicolás de la Cova, Prudencio de la Cova,
Juan Coll y Vidal, Cristóbal Curbelo Brazón, Nicolás de la Cova Carvajal, Juan
del Campo.
D
— José Hilario Domínguez, Francisco Javier Dona.
E
— Francisco Espinosa.
F
— Juan Ferrer Berdeguell, Alejandro de Fuentes, Ramón Font y Soler, Francisco
Fuguet Gartell.
G
— Braulio Guerra, José Rafael de Guevara, Pedro Rafael de Guevara de la Guerra,
Diego García, Agustín Gal- dona, Ramón Guilarte Curbelo, Vicente Guerra, José
González Lares del Campo, José N. González Salcedo, José Nicolás Guerra,
Nicolás González, Diego Antonio González Martínez, Domingo González, Ramón
Guilarte Curbelo, Antonio González, Carlos y José de la Cruz Gómez, Juan
Bautista González.
H
— Juan Bautista Hernández Brusco, Manuel y José Antonio Hernández.
I
— Joaquín de Iribarren y su esposa María del Rosario Alcalá. En 1806 era
Iribarren Administrador de la Renta de Tabaco.
J
— Lorenzo, Jacinto y Nicolás Jiménez.
L
— Pedro La Grave,} Juan Nicolás, Luis, José Antonio, Francisco Javier y Alberto
de León, Luis, Julián y Benito López, Andrés Loicet, Gabriel Lozada, Martín
Larrañaga.
3 Pedro y sus hermanos Miguel, Manuel,
José y Pablo? fueron hijos de Miguel La Grave y de Margarita Carvajal y
Figueroa. Este Miguel fut hijo del francés Pedro La Grave. José Miguel y Manuel
fueron Proceres de la Emancipación Nacional. El primero se batió en El
Sombrero, Ortiz, Pantano de Vargas, Boyacá, Bombona, Junín, Matará o
Corpahuaico y Ayacucho. El segundo sirvió civilmente. Ambos dejaron sucesión en
Angostura. José Miguel ascendió a Te¬niente coronel y falleció en 1853
ejerciendo la Gobernación de la Provincia de Guayana.
M
— Manuel Marcano,4 Francisco Antonio Marcano, Ignacio Marcano Navarro y su
esposa Catalina de Alcalá, los hermanos Marcano Alcalá, Juan Antonio Marcano,
Pedro Eze¬quiel Margoy, Felipe de Mata Salgado, Juan Francisco de Mayz, José
Martínez Mancía, Valentín y Domingo de Mata, Domingo Martínez Bravo, José J.
Mayobre, Pedro Martínez Pérez, Ar¬naldo Maristani, Ramón Maneiro, Juan Bautista
Meaño, Santiago y Ventura Millán, Juan José de Moya, Melchor Martínez,
Francisco Mujica, Ambrosio Martínez, Leandro Muñoz.
N
— Pascual Navarro, Domingo Navarro, José Nicolás Navarro, Ignacio y José
Navarro, Norberto de Nobriega, José Manuel Navarro.
O
— Manuel Olivier Marcano y su hermano Bernardo, Francisco, Carlos y Manuel
Olivier Ruiz, Antonio Ozuna, José Antonio Ordosgoiti.5
P
— Silvestre, Juan Bautista y Gabriel Peña González, Miguel de la Plaza, Juan
Palacio, Andrés Peña, José Pérez Na¬varro, Agustín Piñero, Bernardo Pérez.
Q
— Manuel, Vicente y José Anizeto Quintana.
R
— Manuel Salvador Rivera Aguilera, Pedro Tomás de Rivera, Juan Ignacio de Rojas
y Urbina, Juan de Rivera González, Nicolás Roso Bello, Simón y Pablo Ruiz
Méndez,6 Sotero y Mariano Ruiz,7Juan Manuel y Felipe Ruiz, José María Romero.
S
— José Nicolás Salazar Navarro, Manuel Antonio Salazar, José Santamaría, Juan
Sayol y su esposa Isabel de Alcalá, Joaquín Salcedo, Carlos José Salazar
Brusco.
T
— Juan José Torres González, José Francisco Toledo, Pedro Tinco de León.
U
— José Antonio Urbano, Francisco Antonio de Urbaneja.
V
— José María Vásquez, Juan Verdín, Diego Velásquez y Mendoza, Santiago
Villacastín, Miguel Vásquez, Francisco Vásquez.
Z
— Domingo Ziri.
En
el transcurso de la guerra que se desencadenó al año siguiente, muchos de los
hijos y vecinos de Carúpano, se seña¬laron por su decisión a la causa de la
independencia de la Patria. Entre ellos se cuentan los Brito, los Alcalá, los
Salazar, los Cova, los Guerra, los Navarro, los Guevara, los Marcano, los Olivier, los
Acosta, los Quintana, los Jiménez, los López, los Peña González, los Gómez, los
Bravo, etc. Así como entre los que siguieron las banderas del Rey se contaron a
los Barradas y Martínez, los Barradas y González, los Ordosgoiti, los
Gon¬zález, los Guánchez, los Domínguez, los Ibarreneta, los Quijada, los
Barrio-nuevo, los Ocampo y señaladamente el famoso indio Macario Martínez,
carupanero muy afecto a los Barradas y Martínez.
Muchos
son los sucesos que guarda en sus anales esa ciudad con relación a la época
terrible en la que tanto realistas como republicanos se extremaron en
violencias y horrores. En ninguna de las poblaciones del Oriente de Venezuela
se combatió tanto por la Independencia patria como en Carúpano.
Ocurridos
en Caracas los graves sucesos del 19 de abril de 1810, que dieron por resultados
la caída del Gobernador y Capitán General de Venezuela Vicente de Emparan y
Orbe, a Cumaná llevan las nuevas el capitán Francisco González Moreno y el
comerciante español José Antonio Illas y Ferrer, y después de examinar y
discutir en reuniones privadas y luego en el Cabildo, el derrocamiento del
primer funcionario español que existía en el país, y que por dos períodos
consecutivos había sido Gobernador de la Provincia desde 1792 hasta 1804, se
resuelven a secundar el movimiento y a constituir una Junta que gobernase en
nombre del rey Fernando VII.
Los
notables de la ciudad ponen manos a la obra y la Junta se instala el 27 de
abril, compuesta de los siguientes individuos: Francisco Javier de Mayz,
Francisco Illas y Ferrer, hermano del comerciante, José Ramón Ramírez Guerra,
Jeró¬nimo Martínez, José Francisco Sánchez, José Jesús de Alcalá, Domingo de
Mayz Brito, Manuel Millán, José Santos y Sucre,
doctor
Mariano de la Cova, Pbro. Andrés Antonio Callejón, Ledo. Juan Crisóstomo
Bermúdez de Castro, Ledo. Juan Mar¬tinez, Juan Manuel de Tejada, Pedro Mejia,
Diego de Vallenilla y José Antonio Ramírez, quienes representan en el seno de
la corporación las distintas agrupaciones sociales de la ciudad.
El
Gobernador de la Provincia, que lo es el coronel Eusebio Escudero, así como su
Asesor José Joaquín Maroto, no asisten a la mencionada instalación, por ser
opuestos a toda innovación en el asunto, actitud que les vale que los oficiales
de la guarnición Carlos Winet y Miguel Correa, se apoderen del Castillo de San
Antonio y los reduzcan a prisión; pero la Junta los pone en libertad y a poco
salen para La Guaira.
Seguidamente
la Junta Provincial se dirige al Cabildo de Carúpano, en solicitud de su apoyo,
y al influjo de las nuevas ideas y de las novedades del caso, los de Carúpano
se avienen a seguir el movimiento revolucionario, y proceden a organizar un
nuevo Ayuntamiento, que queda constituido a principios de mayo, con personas
casi todas emparentadas con quienes forman la de Cumaná, así:
Domingo
Navarro Vallenilla y José Antonio de la Plaza, I? y 29 Alcaldes,
respectivamente, el alférez Francisco José Barceló de la Cova, Padre de
Menores, Juan Manuel de Brito Sánchez, Alguacil Mayor, José Rafael de Guevara,
Procurador General, y los Alcaldes de la Santa Hermandad Antonio de Alcalá
Sánchez y Juan Bautista Hernández Brusco.
Este
Ayuntamiento a través de todas las circunstancias de la política, sigue
estrechamente unido a la Junta Provincial cumanesa, con la cual corre todas las
contingencias. Meses más tarde deja de ser dicha Junta y, a imitación de lo
establecido en Caracas, se designa un Poder Ejecutivo, con Presidente en turno.
Resuelta
la convocación de un Congreso de Represen¬tantes de las Provincias que se
confederaron, Cumaná nombra los suyos, quienes concurren a la solemne
instalación, son ellos: Francisco Javier de Mayz, doctor Mariano de la Cova,
Ledo. Bermúdez de Castro y José Gabriel de Alcalá, quienes, con excepción del
último, todos fueron miembros de la Junta Provincial. 8
8 Vide Acta original de la declaración
de Independencia, en el libro del Congreso, que reposa en el Museo Bolivariano,
folio 114.
Instalado
ya el Congreso, los catalanes residentes en Cumaná, no contentos con la faz que
llevan los sucesos, traman una conspiración y en la noche del 5 de marzo de
1811, se adueñan del Castillo de San Antonio; pero el coronel Vicente de Sucre,
que ejerce de Comandante Militar de la plaza, los ataca inmediatamente,
recupera la fortaleza y reduce a varios de los conjurados, quienes pasan a la
cárcel para en breves días recobrar su libertad.
Poco
después, el 15 de mayo, reúnese el Supremo Poder Legislativo de la Provincia,
compuestos por los siguientes Diputados: por Cumaná, los Pbros. Domingo de
Vallenilla, An¬drés Padilla Morón y Diego Gaspar Botino y el doctor José María
Vargas; por Carúpano, Manuel Marcano; por Cumana- coa, Diego de Vallenilla; por
Cariaco, Francisco
Javier de Alcalá; por Río Caribe, José Rauseo; por Güiria, Casimiro Isava; y por Aragua, Martín Coronado, quienes se
instalan prestando fidelidad a Fernando VII.
Esta
Corporación designa a los funcionarios que deben ejercer el Poder Ejecutivo,
tocándoles desempeñarlo en el primer período al coronel Vicente de Sucre, Pbro.
Botino y José Leonardo de Alcalá, resultando como suplentes: Jaime Mayz,
Casimiro Isava y Diego de Vallenilla, sirviendo la secretaría el Ledo. José
Graü. El puesto que dejara vacante el Pbro. Botino lo llenó en el cuerpo
legislativo Francisco Suárez, quien a poco pasa a Angostura.
Con
todo, Cumaná se pronuncia decididamente por la Independencia el 15 de julio,
diez días después de declarada en Caracas por el Congreso Constituyente.
Por
iguales respectos ocurren en Barcelona varias alter-nativas para la
constitución de una Junta Patriota. Gobierna a la sazón el comandante Gaspar de
Cajigal, en su carácter de Teniente de Gobernador. Bajo su presidencia se
instala el 30 de abril, compuesta por las siguientes personas: Ledo. Ramón
Hernández, Pedro Obregón, Francisco José Hernández, Pbros. José Pendones,
Bartolomé Mascareña, Manuel Antonio Pérez Carvajal y Fray Manuel Sellent, Juan
Bautista Michelena, Francisco Betancourt, Antonio Cabanas, Agustín Arrioja
Gue¬vara, Juan Antonio Martínez y José Tovar, todos empleados civiles o
militares, a excepción de los sacerdotes, los comerciantes Cristóbal Portas y
Miguel Chique y los agricultores Miguel . Lobatón y Pedro José Trías.
Esta
Junta reconoce condicionalmente la Suprema Con-servadora de los Derechos de
Femando VII, y esto, gracias a las empeñosas gestiones de los comisionados
Francisco Poli- carpo Ortiz y Pedro Hernández Gorrotizo, venidos de Caracas;
pero el 17 de junio la desconoce terminantemente y presta fide¬lidad al
Gobierno de la Regencia, establecido en Cádiz. Y así continúa sin disolverse
hasta el 30 de octubre, en que algunos principales de la ciudad y los oficiales
José María Sucre, José Antonio Anzoátegui, José Godoy, Juan Antonio Filipino y
Manuel de Guevara, la echan a tierra y constituyen otra en consonancia con los
propósitos de las de Caracas, Cumaná y Margarita. El mismo día queda instalada
la verdadera Junta Patriota de Barcelona, bajo la dirección del coronel José
Antonio Freites de Guevara, compuesta por los Pbros. Pérez Carvajal y Pedro
Ramón Godoy, Pedro José Trías, Agustín Arrioja Guevara y Ledo. Manuel
Matamoros, quien había venido de Caracas en unión del doctor Francisco Espejo,
todos venezolanos. Eligióse entonces al doctor Espejo para Gober¬nador Político
de la Provincia; a Ramón García de Sena, quien también había venido en su
compañía, como Capitán General,
y
al Capitán José Antonio Anzoátegui para la Jefatura militar de la plaza,
actuando como Secretario el mencionado Francisco Policarpo Ortiz.
Hecha
la elección de Representantes ante el Congreso, resultaron designados el
general Francisco de Miranda, por El Pao, Francisco Policarpo Ortiz, por San
Diego, y el doctor José María Ramírez, por la Villa de Aragua. Por la ciudad de
Barcelona es electo Juan Manuel de Izturdi, quien se excusa por enfermedad, y
luego Freites de Guevara, quien no concurrió a las sesiones.
En
Guayana los sucesos revistieron caracteres más graves. A la noticia de la caída
del Capitán General Emparan y organización de la Suprema Junta conservadora de
los dere¬chos de Fernando VII, el Ayuntamiento de Angostura se reúne y tras las
consideraciones que las circunstancias reclamaban, se resolvió convocar una
Junta análoga a las de Cumaná y pri¬mera de Barcelona y que, como éstas, se
nombró ad libitum. Instálase el 11 de mayo bajo la dirección del alcalde 1’
José Fernández de Heres.Junto con éste forman la corporación: el Alcalde 2$
Juan Crisóstomo Roscio, hermano del célebre abogado doctor Juan Germán Roscio,
el doctor Nicolás Mar-tínez, Carlos Godoy, que era Fiel Ejecutor en el
Ayuntamiento, José Maya, Regidor, Andrés de la Rúa, Comandante militar de la
Plaza, Manuel Moreno, Escribano de Cabildo, Francisco Luis de Vergara y
Francisco Rávago, comerciantes, el abogado doctor Félix Farreras, su hermano
Matías, quien pertenecía a la guarnición, y Juan Vicente Cardoso, teniente de
Escribano.
Ante
esa Asamblea renuncian sus cargos el Intendente Gobernador Felipe de Inciarte y
el jefe militar la Rúa, desig¬nándose al doctor Farreras en sustitución del
primero, a su hermano Matías para la Comandancia de las Armas, con el grado de
coronel, y se dispuso que la Junta gobernase en Guayana en nombre de Fernando
VII. Pero luego, al saberse que se había instalado el Gobierno de la Regencia,
vuelve a reunirse, el 3 de junio siguiente, y solemnemente lo reconoce; y así
con¬tinúa sin modificaciones hasta el 9 de setiembre, en que la disuelve el
Gobernador doctor Farreras, apoyado por la guar¬nición y la casi totalidad de
los moradores de la ciudad, continuando él como Gobernador Político.
Opuestos
a tales procedimientos son Roscio, su suegro Agustín Contasti, los hijos de
éste, los Machado, los Afanador, los Moreno, Juan de Ayala, Manuel Maneiro,
Pablo Yánez, Fran¬cisco Pildaín y otros pocos, todos venezolanos, menos
Contasti que era natural de Cataluña. A poco llega el Ledo. Ramón García Cádiz,
nombrado por el Poder Ejecutivo de Venezuela, Asesor de Gobernador. García
Cádiz al encontrarse con la triste situación en que se hallan los patriotas
angostureños, se une inmediatamente al núcleo que apoya a Roscio, para ver de
constituir una nueva Junta y trabajar por los intereses de la Patria propia.
Mas, penetrados del empeño los Farreras, estrechamente unidos a Heres, la Rúa,
el Sargento Mayor José de Chastre, el ingeniero Mariano Alois, Rávago, Vergara,
etc., reducen a prisión a muchos, entre ellos a García Cádiz, Roscio, Francisco
Suárez Añez, José Antonio Moreno, Joaquín Ramírez, José Tomás Machado, Pablo
Yánez, Pedro Díaz, Domingo Pacheco y Manuel Ramírez. Y no se contentan con
tenerlos allí presos, sino que a todos los embarcan como reos de delitos
políticos, unos para Puerto Rico y otros para las bóvedas de La Guaira.
Pedidos
a poco los que estaban presos en Puerto Rico, por la Real Audiencia de Caracas,
por no haber en su despacho constancia alguna de las causas que motivaron el
procedimiento, la Real Audiencia de aquella Antilla los remitió; pero, ya de
regreso, al arribar a Santhomas la goleta que los conducía, García Cádiz, y con
él seis compañeros truj illanos y merideños, logran fugarse.
El
triunfo de los partidarios de la Regencia impide que la Junta de Guayana
designe sus diputados al Congreso de 1811, que era una de las instrucciones con
que había salido de Caracas el Ledo. García Cádiz.
Fijados
así, brevemente, los acontecimientos ocurridos en las Provincias de Cumaná,
Barcelona y Guayana, emanados del 19 de Abril de 1810, sólo nos queda para
completar el cuadro correspondiente al oriente de Venezuela, echar una rápida
mirada sobre los hechos consumados en la de Margarita.
El
4 de mayo el pueblo de La Asunción, capital de la isla, empujado por Juan
Bautista Arismendi y Rafael de Guevara, había reconocido lo hecho en Caracas el
19 de abril y en Cumaná el 27 del mismo mes. En aquel día se derroca el
Gobierno Español que ejerce el coronel Joaquín Fuelles y Speraza. Fuelles
gobernaba interinamente por muerte del Go¬bernador titular Antonio Montaña.
Acto seguido se constituye una Junta Patriota con las siguientes personas:
Cristóbal Anes, que la preside, Francisco Olivier, Vice-presidente; Vo¬cales,
Simón de Irala, Francisco Aguado, Juan de Aguirre, Vicente Totesau, Pbro.
Domingo Merchán, Ignacio Ruata, Fran¬cisco Javier Vernal y Francisco Maneiro,
actuando como secre-tario Andrés Narváez.
Esta
Junta nombra a Guevara Gobernador Político, encomienda a Arismendi la
Comandancia de las Armas con el grado de Coronel, y permite al coronel Fuelles
se quede residiendo allí con su familia, pues era casado con Trinidad Pérez,
nativa de Margarita.
Meses
más tarde se modifica dicha Junta en el sentido de que fuesen venezolanos
únicamente quienes la integrasen, siguiendo así lo indicado desde Caracas y que
en su oportunidad habían llenado las de Cumaná y Barcelona.
Elígese
entonces al doctor Francisco Llanos para Go¬bernador Político, continuando
Arismendi en la Jefatura de las Armas y se expulsa a Fuelles y a cuantos le son
adictos. Después se nombra a Manuel Plácido Maneiro, Representante por
Margarita ante el Congreso Constituyente.
Esta
Corporación es la primera de su índole que se instala y funciona en
Hispano-América. Reunióse en Caracas el 2 de marzo de 1811 bajo los auspicios
del Monarca español, con la asistencia de los Diputados por las Provincias de
Caracas, Cumaná, Margarita, Trujillo, Mérida, Barinas y Barcelona, que se
confederaron para declarar la independencia absoluta de Venezuela. Esas siete
provincias lucen desde entonces como un símbolo egregiamente inmortal, en las
siete estrellas de nuestra gloriosa bandera.
Y
el Congreso declaró solemnemente la nacionalidad vene-zolana el 5 de julio de
ese mismo año.
Ante
los hechos consumados en Angostura, resuelven las Provincias Orientales, de
acuerdo con el Poder Ejecutivo de Venezuela, someter a Guayana por la fuerza.
Al
efecto, organízanse tres cuerpos expedicionarios, que marcharon en combinación,
a las órdenes, respectivamente, de los coroneles Francisco González Moreno,
José Antonio Freites de Guevara, a quien acompaña su hijo Pedro María, y Manuel
Villapol. El primero a operar sobre Moitaco por El Pao y Santa Cruz, el segundo
por Soledad sobre Angostura, y el último sobre Barrancas para atacar las
fortalezas de Guayana la Vieja, que son los tres únicos puntos que tenían
guarnecidos y fortificados los guayaneses. Todos tres llegan a sus destinos a
mediados de 1811.
La
división de Villapol se compone de seiscientos cumane- ses, carupaneros y
margariteños. Entre los cumaneses marchan el Comandante de Ingenieros José
Francisco Azcue, el Coman¬dante de Artillería Ignacio Certad, los oficiales
Carlos Winet, Miguel Correa, Rafael de Mayz, Luis de Vallenilla, que es el
primer Ayudante de Villapol, Pedro, Vicente y Francisco Sán chez, Quintin Vallenilla, Manuel
Coronado, Pedro de Guevara, José de Casares, Domingo Jiménez y otros jóvenes
distinguidos; entre los de Carúpano: José Nicolás Salazar Navarro, de 63 años,
Braulio Guerra, Jacinto y Joaquín Goitía, Benito López, Juan Bautista Peña,
Juan del Campo, Nicolás González, Celes¬tino Acosta, Juan Antonio Núñez y
algunos más.
Freites
llega a las riberas del Orinoco (Soledad) antes que los otros. Allí le ataca el
coronel Lorenzo Fernández de la Hoz, Comandante Militar de Angostura, y lo
rechaza el 5 de setiembre. Freites retrocede y se incorpora en El Pao a
Gonzá¬lez Moreno. Villapol, al tener conocimiento del fracaso de la expedición
del centro, se retira de Barrancas a Tabasca. El Poder Ejecutivo, que funciona
en Caracas, para dar unidad a la dirección de la campaña, nombra en 7 de
octubre a González Moreno General Jefe supremo expedicionario.
González
Moreno, en El Pao se refuerza con nuevo con-tingente de tropas cumanesas, que
le trae el coronel Francisco Solá quien
había marchado desde el Manzanares a principios de setiembre, y juntos
emprenden la invasión del territorio gua- yanés. Freites de Guevara, enfermo,
regresa a Barcelona.
González
Moreno y Solá atraviesan el Orinoco, invaden en enero de 1812 y llegan hasta
las inmediaciones de Angostura. Mientras tanto, Villapol, apoyado por la
escuadrilla patriota al mando de sus comandantes, Felipe Esteves y Juan
Bautista Videau, y por un cuerpo auxiliar venido con el coronel Juan Bautista
Arismendi, el capitán Vicente González, y el oficial Santiago Mariño, establece
de nuevo su cuartel en Barrancas. Margarita concurría por segunda vez con sus
buques y sus hijos al sometimiento de la provincia guayanesa, en acatamiento a
las insinuaciones del Ejecutivo de Caracas.
Los
de Angostura se hallan preparados para rechazarlos. El coronel Matías Farrera
se sitúa en Borbón, en espera del ataque del general González Moreno. El
Sargento Mayor José de Chastre baja el Orinoco con una flotilla en auxilio de
la guar¬nición de los Castillos de Guayana la Vieja. El Gobernador doc¬tor
Farreras queda en la plaza con corta guarnición pero resuelto a no dejarse
quitar la ciudad. Desbaratado como fue el cuerpo que operó por Soledad, los
realistas concentran su atención sobre los que pretenden llegar por el Este, y
por el Occidente de la capital de Guayana.
La
escuadrilla patriota sale de Barrancas, aumentada con varios esquifes
organizados por Villapol, y se viene sobre los Castillos; pero antes de llegar
a ellos, ya Chastre había salido a esperarla, situándose en Sorondo. Allí se
encuentran el 26 de marzo. La de los patriotas ataca briosamente. La de los
realistas se defiende con valor y con pericia; y tras rudos choques,
san¬grientos abordajes y gallardos episodios múltiples, al empezar a declinar
el sol, queda vencida, dispersa y apresada la flotilla republicana, y
centenares de prisioneros en poder de Chastre.
Llegan
las noticias del tremendo descalabro de Sorondo a conocimiento de González
Moreno y de Solá, repasan éstos el Orinoco el 29 y para los primeros días de
abril se acampan en El Pao, que es para esos años plaza de muchos recursos y la
más importante población de los llanos de Barcelona.
Villapol,
por su lado, con una escasa mitad de sus tropas, contramarcha a Maturín. Allí
encuentra pliegos del Generalí simo,
llamándole para que concurra a la concentración de un gran ejército formado con
el contingente de todas las provincias, y emprende marcha hacia el centro de
Venezuela. Al entrar a El Pao sabe la capitulación celebrada el 25 de julio
entre Mi¬randa y Domingo de Monteverde y la escandalosa violación que éste
hiciera de aquel pacto de honor, y con el aditamento de que las fuerzas de los
otros jefes expedicionarios sobre Guayana se habían dispersado. A tan graves
ocurrencias, no queda a Villa¬pol más inmediato arbitrio que regresar.
Contramarcha, entra a Maturín, licencia la tropa y oculta las armas. González
Moreno queda en El Pao, en donde a poco es hecho prisionero de guerra y
conducido a las bóvedas de La Guaira, de donde meses más tarde es llevado
moribundo a Caracas.
En
el desastre de Sorondo y en la persecución de los patriotas fugitivos, fueron
capturados unos trescientos. El Co¬mandante Militar de Angostura, que a la
sazón era Chastre, por ausencia del coronel Matías Farreras, los remite en tres
partidas a Puerto Rico. La primera, el 20 de abril, compuesta de diez y ocho oficiales
y 55 de tropa, en la goleta Nieves, al mando de su capitán José Ignacio
Sumarregui; la segunda, el 9 de mayo, en la goleta Dolores, bajo su patrón José
Andría, compuesta de 86 individuos de tropa; y la tercera, de 136, en el velero
Ameri¬cano, al mando de su capitán Francisco Carbonell. La mayor parte de esos
prisioneros era de Cumaná y Barcelona. Hijos de Carúpano que cayeron
prisioneros y remitidos a Puerto Rico, fueron: Juan Bautista Peña Hernández,
Benito López, Juan Antonio Núñez, Juan del Campo, Nicolás González, del partido
de Cariaquito, y Celestino Acosta.25
De
los licenciados en Maturín, muchos regresaron como pudieron a Güiria, Carúpano,
Margarita y Cumaná, y algunos pocos se asilaron en Trinidad.
Como
se ve por los resultados de las expediciones, a ninguno de sus jefes
caracterizó la cualidad suficiente para dirigir con éxito la empresa. Tres años
más tarde se ocuparán con ella, también infructuosamente, José Tadeo Monagas y
Ma¬nuel Sedeño, hasta que el triunfo coronará a los expedicionarios de 1817.
Mientras
ocurren los sucesos que dejamos anotados, veamos lo que pasaba en las costas
del mar, como escenas finales del drama en que se perdió la Primera
República.26
A
las noticias de la rota de las operaciones sobre Guayana, un contingente de
cuatrocientos cumaneses había marchado en mayo, a reforzar la escasa milicia de
Barcelona, donde funcio¬naba como Gobernador Militar el capitán José Antonio
Anzoá¬tegui, en sustitución del capitán Agustín Arrioja Guevara. Esta milicia
estaba al mando inmediato del coronel Sebastián de Blesa, y de los tenientes
coroneles Pedro de Flores, Manuel de Matos y Juan José de Arguíndegui. El
contingente cumanés era regido por el coronel Martín Coronado. Con éste
marcharon, entre otros jóvenes, el teniente Quintín de Vallenilla, con el cargo
de Ayudante, y el teniente Antonio José de Sucre, quien desempe¬ñaba la
Comandancia de Artillería. Pero esta fuerza debido a varias circunstancias
empieza a mermar por deserción, a tal extremo que para fines de junio se halla
reducida a la mitad. En esta situación los jefes levantan un acta el 3 de
julio. El día siguiente ocurre un motín militar con motivo de haber llegado la
alarmante noticia de que los pueblos de San Lorenzo, Píritu, San Miguel y
Onoto, se habían pronunciado por el Gobierno español, instigados por el
realista Pbro. Márquez.
Nuevamente
pide Cumaná auxilios a Margarita. De la abnegada isla salen otros cuatrocientos
margariteños. Así mismo concurre Carúpano con otro batallón de sus hijos, al
mando de su primer jefe comandante Manuel Marcano. Ambos cuerpos, junto con el
batallón “Guaiquerí”, del cual era jefe el coman¬dante Luis de Vallenilla,
guarecen a Cumaná, donde funciona el Ejecutivo Provincial, con Presidente en
turno, a semejanza del establecido en Caracas.27
Cunde
el ejemplo dado por los pueblos de Barcelona. Pro-pagan el contagio los
realistas de la capital. Crece el desaliento entre las tropas cumanesas que
allí se encuentran, y, finalmente, ordenada la reconcentración de todas en
Cumaná, regresan Coro¬nado, Vallenilla y Sucre, el 12 de julio; y Barcelona,
bajo la dirección del teniente coronel José María Hurtado, jura lealtad a
Fernando VIL 28
Ante
la actitud hostil de aquellos pueblos, el coronel Vicente de Sucre, padre del
teniente Sucre, de acuerdo con el teniente coronel de Artillería Diego de
Vallenilla Guerra, orga¬niza en Cumaná una expedición y marcha con ella en diez
y ocho buques, como General en Jefe. Ochocientos hombres de los bata¬llones
“Guaiquerí”, “Carúpano”, y “Margarita”, forman ese ejército. El propósito del
coronel Sucre es someter los pueblos disidentes. Bloquea con la escuadrilla, al
mando de José Miguel Machado, las costas de Barcelona, se apodera de “El Morro”
y desembarca en el puerto de Píritu el 22.29
Y
en estas operaciones estaba, cuando las novedades de la capitulación le obligan
a regresar inmediatamente. La capi¬tulación vuela por las regiones orientales;
acrece el desaliento de los patriotas, y tras los pueblos de la provincia de
Barcelona, siguen también los de Cumaná 30de suerte que para el mes de septiembre
flamea en todas las poblaciones la bandera roja y gualda y se asienta la
dominación del llamado por sus mismos compatriotas Intruso Monteverde,
sorprendido, acaso, de la fa¬cilidad con que obtuvo su triunfo sobre el
Generalísimo Miranda.
Como
ya quedó dicho, Monteverde, triunfador y sin salir, acaso, del asombro
producido por sus fáciles victorias, no sólo desconoce el pacto de San Mateo y
reduce a prisión al Generalí¬simo, a quien carga de cadenas, sino que hace
cometer contra los capitulados los más torpes atropellos, dando así motivo para
que se aquilatase en la conciencia de los patriotas el ideal de la Patria
independiente.
Sobre
los pueblos orientales desata una tempestad de violentas pasiones, que todo lo
arrasa. Escogidos y enviados con precisas instrucciones que no decían de los
más elementales prin¬cipios de mecánica política puestos en relación con
poblaciones en donde nunca habían estado, llegan, engreídos con el triunfo, los
agentes de Monteverde, ignorantes en absoluto de la educa¬ción, costumbres y
condiciones de sus moradores y dispuestos a cometer las mayores tropelías.
Y
nada importa en contra de esto, la moderada conducta de la Real Audiencia de
Caracas, cuyas conclusiones en la mayor parte de las causas seguidas contra los
patriotas, fueron de equidad y de clemencia. La Real Audiencia haciendo méritos
del principio legal, no hace sino reparar en lo posible tantos desafueros
cometidos por el elemento militar; pero bien pudo hacerse sorda y ciega ante
los procedimientos de la espada, en atención a la caótica situación en que se
hallaba el país, y no lo hizo. Honor a quien honor merece.
A
Cumaná llega el coronel Emeterio Ureña, único de cuantos españoles con mando
militar vinieron allí en ese doloroso período, que se señala por sus
sentimientos de humanidad y su mejor visión política. Toma posesión del
Gobierno el 14 de setiembre de 1812.
Para
Barcelona se nombra al coronel Lorenzo Fernández de la Hoz, y después,
especialmente sobre Cumaná, primero al capitán Francisco Javier Zerbériz, y
luego al coronel Eusebio Antoñanzas y al comandante Antonio Zuasola, todos
españoles.
Para
Margarita designa Monteverde al comandante Pas¬cual Martínez, facultados todos
para ejercer las dobles funciones del gobierno civil y militar. Las primeras
medidas de Martínez son de violencia, de persecuciones. A mediados de diciembre
reduce a prisión a Juan Bautista Arismendi y a los siguientes individuos:
Rafael de Guevara, Nicolás, Francisco, Pedro y José Rafael de Guevara, Vicente
Arismendi, Simón y Juan Bautista Irala, hermanos de Rosario Irala, primera
esposa de Arismendi, Antonio y Esteban Herrera, Pablo Ruiz, Marcos, Cayetano,
Ra¬món y Juan Antonio Silva, José Vicente Totesau, José de Jesús Guevara los
Pbros. Juan Bautista Defís, Ceferino Meló, Pedro Francisco Esteves y José Nicolás
Marcano, Manuel Plácido Ma- neiro, Florencio Luzón, José Lefebre, Andrés
Marcano, José Varela, Juan Manuel Fermín, Saturnino Lares, José Antonio Silva,
Francisco Sedeño Ortega, Juan Miguel de Lares, Tomás Gómez, José Villarroel,
Juan Yáñez, Genaro Verde, Julián Gar¬cía, Juan Marcano, Blas Marcano, José
Sanz, Juan de la Plaza, José Antolín del Campo, Francisco Fierro, José Rafael
Reyes, Pedro García, Toribio Silva y Marcos Marcano, quienes fueron enviados a
las bóvedas de La Guaira, unos, y otros a los pontones de Puerto Cabello.
Pero
sucedió que como todos fueron enviados sin expe-dientes, la Real Audiencia los
hizo poner en libertad y regresaron a Margarita, casi todos. Al pisar tierra
margariteña vuelve Arismendi a ser reducido a prisión; mas tuvo, sin embargo,
tiempo para entenderse con su viejo compañero Rafael de Gue¬vara, en el sentido
de provocar otra revolución, que Guevara lleva a efecto. Triunfante la
revolución cambian los papeles. Arismendi sale en libertad y ocupa una vez más
el Gobierno. Su puesto en el castillo de Santa Rosa lo llena el Gobernador
Martínez y junto con éste 28 oficiales y compatriotas suyos.
Entonces
Monteverde excita al comandante Remigio María Bovadilla a encargarse de la
Gobernación de Margarita, que le había sido dada por el Rey después del
fallecimiento del Gober¬nador Montaña. Bovadilla sale a ocupar el puesto, pero
los margariteños rehúsan reconocerlo con tal carácter, y mal de su grado tiene
que regresar a Caracas. Monteverde, nombrado ya Capitán General de Venezuela en
propiedad por ausencia de Miyares y González, designa luego al venezolano Juan
Nepo- muceno Quero, que era Sargento Mayor, para aquellas funcio¬nes ; mas al
igual que Bovadilla, también fue rechazado y continuó Arismendi al frente del
Gobierno insular.
Fernández
de la Hoz, a su vez, aprisiona y despacha desde Barcelona para las prisiones de
La Guaira, a cuanto patriota logra echar mano. Entre los principales se
cuentan: el general José Antonio Freites de Guevara, Agustín Arrioja Guevara,
Manuel de Guevara, Carlos Padrón, José Antonio Anzoátegui, Manuel García
Salazar, Diego Manuel y Miguel Hernández, Ma¬nuel del Campo, Pbro. Pedro
Vicente Grimón, etc.
En
Cumaná, desde que el coronel Ureña se hizo cargo de la gobernación, sus medidas
contrastaron con las de Martínez, en Margarita, y con las de Fernández de la
Hoz, en Barcelona: todas fueron de templanza, de bondad, de acercamiento, y a
continuar así, sin duda alguna, habría conservado en paz la provincia y apagado
el ardor en que se habían emulado los unos y los otros. Llevó este honrado
militar los manejos de su política al punto de no perseguir a nadie por sus
opiniones, y hasta el extremo de utilizar en su Gobierno a algunos
caracterizados patriotas, como el Ledo. José Graü quien había servido la Secretaría del
Ejecutivo republicano y a quien nombró para desempeñar su Secretaría; y a otros
que habían acompañado a Villapol cuando la campaña sobre el Orinoco. Baste
decir que al capitán Vicente González, quien había sido uno de ellos y quien
acababa de ejercer el Poder Ejecutivo de la Provincia, como Presidente en
turno37lo destinó a la Jefatura militar de Maturín, llevando 200 fusiles y
25.000 cartuchos.38Y asimismo expedí doles pasaporte al coronel Manuel
Villapol39y a muchos más, así como también, el 29 de diciembre, para Trinidad,
al comandante José María Sucre, factor importante de los sucesos de Barcelona
desde 1810, y al teniente Comandante de Artillería Antonio José de Sucre.40
Desempeña
la Jefatura militar de la plaza, el teniente coronel Juan Antonio Heredia;
Comandante de la Artillería de San Antonio es el teniente Tomás
García,41Ministro de la Real Hacienda, Juan Otero, y Ayudante de la Guarnición
el alférez Juan Sayol. Para la plaza de Carúpano despacha como Gober¬nador
militar y político al Capitán Cayetano Speranza y para la de Güiria al teniente
de navio Juan Gavazo.42Pero los catalanes residentes en la ciudad, violentos y
no satisfechos con el proceder paternal de Ureña, le acusan ante Monteverde
como lleno de lenidad e inadecuado para el mando en aquellos momen¬tos de
pasiones encontradas. Como consecuencia de tal denuncia, a mediados de
diciembre de 1812 arriba a Cumaná el capitán Francisco Javier Zerbériz, con el
carácter de Comisionado militar de Monteverde.
Zerbériz
es un joven de veintitrés años, impetuoso y cruel, que había sido de los
compañeros de Monteverde desde Coro. Desde que llega empieza activamente a
perseguir y encar¬celar a los patriotas, quienes viven pacíficamente amparados
por las garantías que les da Ureña. Muchos se ven obligados a esconderse y
huir; pero con todo, larga es la lista de aquellos a quienes a la media noche
del 15 al 16 reduce a prisión y remite a las bóvedas de La Guaira, a la orden
de Monteverde. Entre ellos se cuentan: Diego de Vallenilla, Luis de Vallenilla,43
Quintín Vallenilla,44Pedro Coronado y su hijo Pedro, Dionisio Sánchez,
Presbítero Jacobo Laguna, Francisco Escalante, Pedro Mejía, Ignacio Certad,
Francisco Sánchez, Pedro Hermoso, José M. Isava, León y Baltazar Prado, Ramón
Machado, José Ramón Landa, José Miguel y José Jesús Alcalá, Pbro. Manuel Pérez
de Aguilera, Pedro Betancourt, Pbro. Diego Gaspar Botino, José Manuel Sucre,
José de Sata y Bussi, Ledo. José Graü, Pbro. Andrés Antonio Callejón, Pedro de
Guevara, Pbro. Domingo de Vallenilla, Martín Coronado, Francisco Javier de
Alcalá, Manuel Marcano, José Rauseo, Fray Juan Bautista Molinar, doctor Juan
Martínez.
Y
así mismo el Jefe Militar de Carúpano, Speranza, quien siendo su Secretario
Ignacio de Flores, enjuicia y embarca en dos ocasiones del mes de diciembre, a
los siguientes: Casi¬miro Isava, Manuel Isava, Luis Marcano, Juan Blanco, José
Nicolás Salazar Navarro, Manuel Olivier, de 27 años, José Francisco Valdivieso,
Juan Manuel de Brito Sánchez, Do¬mingo Navarro Vallenilla, Silvestre Peña
González y Juan Bautista Hernández.
Todos
estos presos son enviados a La Guaira, de donde siguen algunos a Puerto
Cabello, y en ambas prisiones perma¬necen hasta fines de abril y principios de
mayo de 1813, en que la mayor parte sale en libertad bajo fianza.
Con
la llegada de Zerbériz, la autoridad militar de Ureña queda limitada a su más mínima
expresión; fácilmente se comprenderá que los nuevos procedimientos indicados
por Monteverde —cumplidos fielmente por Zerbériz— anulan los generosos
propósitos de confratemización perseguidos por Ureña, pues echándose mayores
combustibles a la hoguera de las pasio¬nes, se exacerbaron los ánimos hasta los
de aquellos que se hallaban asilados en Trinidad, a quienes llegan exageradas
las noticias. Encabezados éstos por Santiago Mariño, empiezan desde luego
seriamente a combinar una invasión a las costas de Venezuela, para poner cese a
aquella dolorosa situación, aspirando siempre a la emancipación política de la
Patria.
A
todo esto, ya había ocurrido un hecho significativo, una nota patriótica, un
gesto de protesta inerme, en Areo, pequeña población del interior de la
Provincia, que es de mencionarse porque hace recordar el episodio de los
Comuneros del Socorro, en 1781, y el ocurrido en ese mismo año, en Mérida,52aun
cuando ninguno de estos dos tuvieron por causas asuntos de orden político.
Existían
para aquellos años de 1810-1812, en el men¬cionado pueblo, algunos patriotas de
significación, entre ellos el Pbro. Manuel Gregorio Pérez de Aguilera y su
hermano Miguel, los hermanos Francisco y José Antonio de Guevara Calzadilla,
Manuel Sánchez, José de Vallenilla, José Antonio Romero, Lorenzo Martínez,
Francisco José de Navarrete y Juan y José Francisco Castro, quienes fomentaban
allí y en los aledaños el culto por la Patria Independiente.53
El
Juez de Paz los vigilaba y amenazaba con remitirlos presos a Cumaná. Algunos de
ellos quisieron dar un golpe de mano y derribar al funcionario; pero se opuso a
ello el Pbro. la Hoz, para que éste lo comunicara al de Cumaná. Pero Ureña no
dio ninguna importancia al asunto y no tomó providencia alguna contra los
irrespetuosos patriotas de Areo, quienes continuaron en el pueblo, y el Juez no
volvió a molestarlos.
Empeñado
Ureña en hacer cumplir las capitulaciones de San Mateo, de conformidad con las
instrucciones recibidas de Monteverde, sigue desplegando su política de
tolerancia y de concordia, dando garantías a los afligidos patriotas. Tal
comportamiento tiene indignados a sus conterráneos residentes en Cumaná,
quienes, como ya se ha dicho, llegan hasta denun¬ciarlo como protector de los
insurgentes, que así se les apodaba. Y los catalanes se dan la satisfacción de
ver cómo el Capitán General Monteverde atiende a sus acusaciones. En reemplazo
de Ureña llegó el coronel Eusebio Antoñanzas, quien procede a la inversa de
aquel.
Ocupa
Antoñanzas el Gobierno Militar el 1’ de marzo de 1813. El cumanés doctor Andrés
Level de Goda ejerce de Gobernador Político y entran a funcionar como Alcaldes
l9 y 2^, respectivamente, José Gregorio Fernández y el catalán Agus¬tín Coll.
Con
Antoñanzas llega otro militar español, el capitán Antonio Zuasola, oficial de
la Reina. El Gobernador militar lo pone al frente de unos trescientos hombres y
en combinación con Fernández de la Hoz, Gobernador de Barcelona, lo envía rumbo
a Maturín, ya ocupado por los patriotas. El cúmulo de desafueros cometidos por
Zuasola en las poblaciones del tránsito, es odioso. Obedeciendo disposiciones
de su superior, a cuanto patriota captura le hace cortar las orejas, o
desollar, o matar. Antoñanzas paga un peso por cada oreja que se le presente. Y
el saqueo y el incendio son espantosos.
Y
de tal guisa se señalan todos. De manera que los procedimientos de Zerbériz, en
Cumaná, los de Speranza en Carúpano, los de Pascual Martínez en Margarita y los
de Zua¬sola en Aragua de Maturín y demás pueblos del interior, hacen
naturalmente distinguirlos como un nefando quinteto de agentes de Monteverde,
que dejan execrados sus nombres en las localida¬des por donde pasan.
Mientras
tanto, los asilados en Trinidad, en cuenta de los atropellos que se cometían y
asimismo mejor impuestos de los sucesos que se desarrollaban en la Península,
resuelven defi-nitivamente invadir a Venezuela, para dar nueva vida al ideal
revolucionario y librar a la Patria de la opresión en que se halla. Al efecto
salen de Trinidad y se reúnen en consejo de familia cuarenta y cinco de ellos,
en la islita de Chacachacari, propiedad de Concepción Mariño, hermana de
Santiago Mariño, quien hacía de Jefe, y se lanzan a la empresa el 11 de enero
de dicho año.
Es
de lamentarse que hasta hoy no se conozcan todos los nombres de esos cuarenta y
cinco patriotas expedicionarios, pues si bien es cierto que algunos autores han
publicado sendas listas de ellos, es necesario observar que, con excepción de
Mariño, Manuel Piar, los Bermúdez, José Francisco Azcue, Manuel Valdés, Agustín
Armario, Juan Bautista Videau, Pbro. Domingo Bruzual de Beaumont, José Rafael
de Guevara, Rafael de Mayz, José María Otero, Mateo Guerra Olivier, Juan
Bautista Cova, José Leonardo Brito Sánchez, Juan Bautista Daríus, Bernardo
Martínez, Fernando Gómez de Sáa y uno que otro más, del resto no hay constancia
histórica para poder afirmar que fueron de los de Chacachacari. En cambio, es
de presumirse que sí se entraron allí José María Sucre y Antonio José de Sucre,
quienes habían salido de Cumaná para Trinidad trece días antes y aparecen luego
en los sucesos de Maturín.
Asimismo
es incierta la concurrencia a aquella junta, del capitán Vicente González,
quien, desde fines de 1812 hasta el 2 de febrero del siguiente año, es Jefe
Militar de Maturín; del Ledo. Manuel Matamoros, quien para el 11 de enero, día
del acta de los expedicionarios, había ya fallecido; y de Ber¬nardo Olivier,
Ignacio Certad, Casimiro y Manuel Isava, Luis Marcano, Luis de Vallenilla,
Pedro Mejía y Ramón Machado, porque se hallaban en las bóvedas de La Guaira
desde diciembre de 1812 y solo vinieron a recobrar su libertad a fines de abril
de 1813. ’7
Aquellos
defensores de la Patria suscriben la siguiente acta, que aparece firmada
solamente por quien presidió y por quienes sirvieron de secretarios.
Violada
por el jefe español D. Domingo Monteverde la capitulación que celebró con el ilustre
general Miranda, el 25 de julio de 1812; y considerando que las garantías que
se ofrecen en aquel solemne tratado se han convertido en cadalzos, cárceles,
persecuciones y secuestros; que el mismo general Miranda ha sido víctima de la
perfidia de su adversario; y en fin, que la sociedad venezolana se halla herida
de muerte, cuarenta y cinco emigrados nos hemos reunido en esta hacienda, bajo
los auspicios de su dueña, la magnánima señora doña Concepción Mariño, y
congregados en consejo de familia, impul¬sados por un sentimiento de profundo
patriotismo, resolvemos expedicionar sobre Venezuela, con el objeto de salvar
esa patria querida de la dependencia española y restituirle la dignidad de
nación que el tirano Monteverde y su terremoto, le arreba¬taron. Mutuamente nos
empeñamos nuestra palabra de caballeros de vencer o morir en tan gloriosa
empresa; y de este compromiso ponemos a Dios y a nuestras espadas por testigos.
Nombramos
Jefe Supremo con plenitud de facultades, al coronel Santiago Mariño. — Chacachacari,
11 de enero de 1813.
El
Presidente de la Junta, Santiago Mariño — El Se¬cretario, Francisco Azcue. — El
Secretario, José Francisco Bermúdez. — El Secretario, Manuel Piar. — El
Secretario, Manuel Valdés.
En
la tarde del día siguiente, Mariño y sus compañeros salen en la goleta
“Carlota”, comandada por Juan Bautista Videau, sobre Cauranta, en las
inmediaciones de Güiria; pero el capitán Juan Gavasso, a cuyo conocimiento
habían llegado los propósitos de los asilados, los aguarda allí con la mitad de
sus cincuenta hombres de guarnición. Mariño ataca pretendiendo tomar tierra,
Gavasso lo rechaza. Los expedicionarios se quedan capeando frente a la costa.
Gavasso regresa a su cuartel. Al amanecer del 13 se procede en firme al ataque
de Güiria. Mariño desembarca y marcha por tierra. Piar y Bermúdez por mar. Ante
el ataque combinado, Gavasso se sostiene poco tiempo hasta que sale derrotado
camino de Irapa. Los patriotas ocupan la plaza. Mariño establece allí su
cuartel general y Bermúdez sigue sobre Gavasso, a quien ataca en Irapa el 15 y
se apodera a fuego y sangre del pueblo. Derrotado Gavasso, llega a Yaguara-
paro y allí se prepara a resistir el empuje de los expedicionarios.
A
la noticia de la invasión y toma de Güiria, Zerbériz con cerca de cuatrocientos
hombres vuela desde Cumaná sobre los patriotas. En Yaguaraparo incorpora a
Gavasso, sigue a Irapa y ataca a Bermúdez el 25. Bermúdez inflige tremenda
derrota a ambos capitanes realistas, quienes regresan a Yagua¬raparo y allí se
hacen firmes.
Establece
Zerbériz una rara suerte de suplicio debajo de una mata de totumo, donde hace
flagelar y matar a cuanto patriota tiene la desdicha de caer en su poder.
En
una travesía que por el Golfo Triste hace Bernardo Bermúdez, es capturado por
esquifes de Zerbériz. Se le conduce a Yaguaraparo y a los pocos días es
sacrificado debajo del totumo.
Bernardo
Bermúdez, hijo de Francisco Antonio Ber¬múdez de Castro y Casanova y de Josefa
Antonia Figuera de Cáceres y Sotillo, no había hecho nunca servicios militares,
salvo el haber ido en comisión en 1812, ante los expedicionarios del Orinoco.
Concurrió al consejo de familia celebrado en Cha¬cachacari, porque era del
patriciado cumanés amante de la independencia de la Patria, residía en su
hacienda situada cerca de Yaguaraparo, hallábase asilado en Trinidad y era
hermano de José Francisco Bermúdez, quien acababa de derrotar a Zerbériz.
Gavasso
y Zerbériz se encuentran escasos de elementos de guerra y solicitan auxilio de
Cumaná, Maturín y Angostura. El capitán Vicente González, por ser quien más
inmediato les queda, les remite desde Maturín el 21 de enero, veinticuatro sables
y cuatro mil cartuchos; Ureña prepara la goleta Margarita, una cañonera y una
caladora; y el Gobernador de Guayana organiza una flotilla para obrar sobre las
costas de Paria.
Piar
marcha de Güiria y ocupa la Plaza de Maturín el 2 de febrero. Mariño permanece
en su campamento. Bermúdez en Irapa; y así transcurre el mes de febrero.
Piar
con poco esfuerzo se apodera de Maturín y de las armas que allí encuentra,
inclusive las que el año anterior había ocultado el coronel Villapol. Con toda
actividad hace reunir el mayor número de patriotas, diseminados en las
mon¬tañas y llanuras de aquellas regiones. Los simpatizadores de la Causa de la
Independencia allí se congregan. Entre ellos figuran: los Monagas, los Pérez de
Aguilera, los Barreto, los Torres, Antonio José de Sucre, los Rojas, los
Infante, los Mago, los Medina, Lucas Carvajal, Juan Bautista Grisell, Francisco
Carmona, Juan Antonio Mina, los Carrasquel, los Sifontes, los Goitía, Juan
Antonio Sotillo, los Lara, Gabino Palacio, los Mota, los Peralta, los Ramírez,
los Villanueva, José María Sucre, Pedro Betancourt y varias centenas más.
Llega
el mes de marzo. Sabe Piar que de Cumaná y Barcelona vienen fuerzas a batirlo.
Zuasola se acerca rápida¬mente. Piar, que ya tiene organizada alguna tropa,
destaca una compañía y la sitúa en el sitio denominado Los Magueyes. Zuasola
llega, la ataca, la derrota y la persigue; pero se detiene a aguardar a
Fernández de la Hoz, para juntos embestir sobre Maturín. Así sucede; mas los
patriotas, ya preparados, están listos a esperarlos. El 20 los jefes españoles
atacan. Los independientes no obstante ser inferiores en número, alentados por
un alto espíritu moral, se defienden bravamente, y al fin la victoria se decide
por ellos. En esta función de armas realiza Piar el primer vuelvan caras que
registra nuestra historia nacional.
Ante
el desgraciado suceso para las armas realistas, viene el comandante Remigio
María Bovadilla en apoyo de los derro¬tados; y juntos los tres jefes
expedicionarios, emprenden nuevo ataque a las fortificaciones de Maturín el 11
de abril siguiente, y otro triunfo decora las banderas de la Patria.
A
las novedades de estos ruidosos acontecimientos que llenan de consternación a
los realistas de Oriente, muévese en persona desde Caracas el Capitán General
Monteverde. Sale de La Guaira el 27, desembarca en Barcelona, aumenta su tropa
en más de dos mil hombres de toda arma, marcha por tierra y se presenta ante
los defensores de la ciudad del Guarapichi.
Con
la natural altivez de los de su nación pide la plaza, y con no menor arrogancia
se rechaza su petición. Dispónese la batalla. Monteverde es cuatro veces
superior en número; pero los justadores por la Patria no se arredran. Atacan
los realistas el 25 de mayo; mas con tan mala suerte, que en el punto
denominado “Cerro Colorado” son contenidos, desor¬ganizados y desbaratados; y
el Capitán General a uña de caballo logra salvarse. Tremendo es el desastre.
Monteverde, con los restos de su flamante ejército, desanda como alma que lleva
el diablo, la misma ruta por donde había llegado dispuesto a castigar la
rebeldía de aquellos luchadores ya dos veces coronados por los rojos laureles
de Marte.
Con
todo, allí en el “Alto de los Godos”, salvan el honor de los estandartes de
España el teniente coronel Antonio Bosch y el capitán de Fragata Pedro Cabrera,
quienes cargando con incomparable gallardía quedan para siempre en el campo de
batalla. Honor victis.
Esta
tercera victoria, de grandísima trascendencia en los albores de la segunda
República, siembra por todas partes el pánico entre los defensores de la
monarquía e infunde mayo¬res entusiasmos a los batalladores por la
independencia.
Mariño
abandona su cuartel general de Güiria, se reúne con Piar, reorganizan las
tropas vencedoras y marchan sobre la capital de la Provincia, al frente de más
de mil quinientos hombres, que se aumentan en el trayecto con distintas
partidas. Es el mes de julio. Piar lleva la vanguardia. En el tránsito se
encuentra con Zuasola, que había quedado en el mismo sitio de Los Magueyes,
cubriendo las espaldas al cuitado Monteverde. Lo derrota, y a poco en Los
Corocillos y en Cuma- nacoa, obtiene dos triunfos más.
A
todo esto, allá, por las regiones occidentales del país, marcha de victoria en
victoria, en gloriosísima campaña, Bolívar, quien al correr de los años vendría
a ser el inmortal Libertador americano.
Radiante
aparecía por todas partes el sol de la Libertad.
En
tanto que Mariño continúa marchando sobre Cumaná, el Gobernador Antoñanzas
trata de ir a reforzar a Zerbériz y a Gavasso y sale con tal propósito; pero ya
en el camino, es informado de que Zerbériz le aguarda para fusilarlo, y se
devuelve. A duras penas logra entrar en la ciudad, pues ya algunas partidas
independientes merodean por los alrededores. El desaliento y la confusión de
los realistas se aumentan y al fin se resuelve evacuar la plaza. Con la mayor
precipitación empieza a llevarse a cabo en la noche del 4 de agosto. El primero
que se embarca es Antoñanzas, favorecido por el Gober¬nador Político Level de
Goda, pues sus subalternos hasta pre¬tenden quitarle la vida, y se instala a
bordo de la goleta de guerra Fernando VII, al mando del teniente de navio
Eusebio Tízcar. El Comandante Juan Nepomuceno Quero, quien poco antes había
llegado allí, desairado por los margariteños, queda encargado del Gobierno por
breves momentos.
Después,
siguen los demás en el bergantín Palafox, donde van los militares, y otros en
la fragata Clara y en los bergantines Gallego y Venezuela, comandado este
último por el capitán Juan Guaspo. Las naves salen en convoy, y la escuadrilla
patriota al mando del comandante José Bianchi, las ataca. Los buques realistas
se defienden denodadamente. Antoñanzas es herido y la Fernando VII, abandona el
combate y se fuga. Los demás continúan la batalla. Los primeros que arrían la
bandera son el Gallego y la Clara, donde van las familias. El Venezuela
convertido en un volcán, lanza metralla por todos sus cañones, se bate en
retirada y se salva. El Palafox, queda peleando solo, como recordando las
proezas españolas en Trafalgar, y mantiene en alto los gloriosos colores de la
Patria madre, hasta que al fin se entrega. La Fernando Vil recala a Curazao y
allí termina sus días Antoñanzas, a con¬secuencias de la herida. t
Los
prisioneros españoles capturados a bordo de las naves, son pasados por las
armas, como obedeciendo al decreto del 16 de abril del año anterior, expedido
en Valencia por el Gobierno republicano, o como recordando la proclama de
Antonio Nicolás Briceño, en Cartagena, el 16 de enero de ese mismo año de 1813,
o la de Bolívar en Trujillo, de fecha 15 de junio. Asimismo son victimados los
peninsulares de dos embarcaciones mercantes, que poco después arribaron al
puerto de Cumaná, ignorantes de haber sido evacuada la ciudad por las tropas
realistas. Y no para en eso el exterminio, como se verá luego.
Mariño
y su ejército entran victoriosos a la capital de la Provincia. Piar sigue sobre
Barcelona. Allí se halla el Mariscal Juan Manuel de Cajigal y con él José Tomás
Rodríguez Bobes y Francisco Tomás Morales, dos españoles cuyos proce¬dimientos
en el año de 1814, apagarían por su ferocidad los crímenes consumados por
Zerbériz, Antoñanzas y Zuasola. El 19 de agosto desaloja Piar a Cajigal, quien
se retira camino del Sur, perseguido hasta el pueblo de San Mateo. Allí sabe
que Cajigal siguió para Angostura y que Rodríguez Bobes y Morales buscaron
hacia los llanos guariqueños; y regresa a Barcelona.
Al
llegar a Zerbériz la noticia de la salida de Antoñanzas y la ocupación de
Cumaná por los patriotas, evacúa Yaguara¬paro y se embarca rumbo a
Angostura. Bermúdez marcha de Irapa y
entra a la plaza abandonada. Después continúa en paseo triunfal sobre Río
Caribe, Carúpano y Cariaco, hasta llegar a Cumaná, en donde encuentra a Mariño
reconocido ya con el carácter de General en Jefe de los ejércitos patriotas.
La
entrada de Bermúdez a Carúpano, en medio del contento y vítores de los simpatizadores,
es, no obstante, ensom¬brecida por el fusilamiento de algunos realistas, entre
ellos Manuel Marañan, José Hilario Domínguez, Santiago Villacastín y José
Barradas y Martínez, hermano del notable hijo de Orotava Isidro Barradas y
Martínez.68
Y
continúa la matanza. El 20 de setiembre se descubre una conspiración en Cumaná,
y apresados sesenta y nueve individuos, son fusilados de orden de Mariño,
cuarenta y siete españoles; Arismendi, en Margarita, no logra salvar al ex-go-
bernador Pascual Martínez y a los veintiocho compañeros de que se hizo mención
páginas antes; y luego, ya incorporado Bermúdez a Mariño, son sacrificados en
la sabaneta de El Barbudo, a orillas del Manzanares, ciento veintidós realistas
más, entre ellos Juan Manuel de Tejada y un hermano, José de Torruellas,
Santiago de Capdeviela, Juan Francisco de Alba, José Raposo, José Abellanet,
Domingo Bosch, Manuel Roche, Domingo Torres, Rafael Lovera, Jaime de Sans, y
Jaime de Riva, españoles distinguidos moradores de Cumaná. También perecieron
allí los venezolanos José María Fernández, Antonio Blanco, Juan Totesau y José
María Núñez.
Triunfantes
los republicanos en el oriente de Venezuela, como en el centro y en occidente,
los realistas no se dan a partido y continúa la guerra más encendida que nunca,
emu¬lándose los combatientes en el ardor del exterminio. Son venezolanos
realistas contra venezolanos justadores por crear la Patria propia. Y resultó
al final, que quienes más sufrieron fueron las altas clases sociales, pues
siendo ellas las iniciadoras e impulsoras de la gran revolución, todo lo
consumieron —hogares, riquezas, bienestar, vidas— en la horrible vorágine de
fuego y sangre; pero resultó también que en medio al desastre del organismo
social, nacional surgió la transformación sociológica más fecunda que ha tenido
Venezuela: prestigiada por el heroísmo de sus servicios, la Democracia se alzó
pujante y vigorosa.
La
destrucción de los ejércitos realistas que operaban en las regiones orientales,
impide a Monteverde organizar mayor número de fuerzas para lanzarlas contra los
invasores de occi¬dente, coadyuvando así las espadas de Oriente al éxito
brillante de la campaña de Bolívar, en ese año de 1813.
Poco
después de haber pasado Bermúdez por Carúpano, sufre la población un asalto de
Macario Martínez y de su segundo Francisco Quijada. Defienden la plaza el
comandante Bernardo Olivier Marcano, que es el Jefe militar, y los oficiales
Jerónimo Salazar Vetancourt y Luis Alcalá, quienes sostienen las baterías del
puerto. Los asaltantes acometen sobre el cuartel y sobre las mencionadas
fortificaciones, pero quedan derrotados. Salazar resulta herido. Martínez y
Quijada corren a las serranías de Cusma y Chipichipi y no son perseguidos. Tras
breves días transcurridos volverán a atacar y a ocupar la población, en donde
capturan a Salazar, todavía curándose la herida que antes recibiera. A poco
abandonan la plaza y así mantienen en constante alarma a los moradores, hasta
la entrada en Carúpano del terrible coronel Morales.
Las imágenes fueron tomadas por mi persona. y el material u
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