sábado, 14 de junio de 2025

Historia de Carúpano de Tavera Acosta 5

 

Historia de Carúpano de Tavera Acosta 5



CAPITULO V

1810-1813 — Calles, fortines y reductos — Algunos mora-dores de Carúpano — Las provincias orientales de Venezuela secundan el movimiento del 19 de abril en Caracas — Las Juntas patriotas — Las primeras expe¬diciones militares — El fracaso — La agonía de los patriotas — La expedición de Chacachacari — Hijos de Carúpano que concurrieron a ella — Los libertadores orientales encabezados por Santiago Marino — Triunfos de Piar y de Bermúdez — Fusilamientos — Triunfa la segunda República — Asalto a la plaza de Carúpano.

Para los años de la guerra de la Independencia, la nueva población de Carúpano había crecido considerablemente, de manera que para el año de 1810 ya existían además de las callejas de Pueblo Nuevo y la de las Doncellas o de Las Flores, la de la Marina, paralela al puerto, la de Santa Rosa y la calle Real, hoy de la Independencia, hasta unas dos cuadras más al sur de la plazuela de la iglesia. Construyóse un fortín sobre el collado que demora a orillas del mar en la parte oriental, con el nombre de Santa Rosa. Otra batería había también en la  colina que llamaron después “Cerro de los Masones”, a espal¬das de la calle de la Marina, y que se conoció también con el nombre de Castillo de la Muerte.

Probablemente, el cuartel o cuerpo de guardia continuaba en la plazuela de Santa Rosa si no hubiere estado para entonces en una de las casas del puerto, cercana al riachuelo sobre el cual se levantó un puente, que hoy existe modificado. La casa vecina, río por medio, de la que ya no quedan vestigios, fue la misma que en 1813 habitó por cortos días el oficial realista Francisco Javier Zerbériz, de odiosa memoria entre los patriotas; la misma que en 1815 habitó también aquel otro malvado que se llamó Francisco Tomás Morales, y después de él, en 1816, el mismo Libertador, cuando llegó con la expedición de Los Cayos.

Antes de proseguir el relato de los acontecimientos rela-cionados con el movimiento de emancipación política, queremos traer a estas páginas los nombres de algunos de los moradores de Carúpano para el año de 1810.

A — Antonio, Silvestre, Juan Bautista y José Leonardo de Alcalá, Antonio y Juan José Acosta Jiménez, Manuel y Ger¬vasio Alvarez, Ignacio y Agapito Alvarado, Joaquín Azocar, Luis, Crispin e Ignacio Alcalá Mejía.

B — Matías Barradas y González, José e Isidro Barradas y Martínez, Francisco Barrios, Pedro Barner, Manuel y José Antonio Bravo, Francisco Benítez, José Manuel Bello, Luis y Francisco Bellorín, Manuel Bermúdez de Castro, José Miguel y Francisco José Barceló de la Cova, Juan Francisco Bejarano del Campo, Juan Manuel y José Leonardo de Brito Sánchez, Antonio y Pedro Gil de Brito, Martín Brusco de León, Jaime Bancell, Agustín Barrios.

C — Pablo Canals, José de la Cruz Carrera, José Jesús y José María Caraballo, Manuel Sedeño, Juan Bautista y José Nicolás de la Cova, Prudencio de la Cova, Juan Coll y Vidal, Cristóbal Curbelo Brazón, Nicolás de la Cova Carvajal, Juan del Campo.

D — José Hilario Domínguez, Francisco Javier Dona.

E — Francisco Espinosa.

F — Juan Ferrer Berdeguell, Alejandro de Fuentes, Ramón Font y Soler, Francisco Fuguet Gartell.

G — Braulio Guerra, José Rafael de Guevara, Pedro Rafael de Guevara de la Guerra, Diego García, Agustín Gal- dona, Ramón Guilarte Curbelo, Vicente Guerra, José González Lares del Campo, José N. González Salcedo, José Nicolás Guerra, Nicolás González, Diego Antonio González Martínez, Domingo González, Ramón Guilarte Curbelo, Antonio González, Carlos y José de la Cruz Gómez, Juan Bautista González.

H — Juan Bautista Hernández Brusco, Manuel y José Antonio Hernández.

I — Joaquín de Iribarren y su esposa María del Rosario Alcalá. En 1806 era Iribarren Administrador de la Renta de Tabaco.

J — Lorenzo, Jacinto y Nicolás Jiménez.

L — Pedro La Grave,} Juan Nicolás, Luis, José Antonio, Francisco Javier y Alberto de León, Luis, Julián y Benito López, Andrés Loicet, Gabriel Lozada, Martín Larrañaga.

3          Pedro y sus hermanos Miguel, Manuel, José y Pablo? fueron hijos de Miguel La Grave y de Margarita Carvajal y Figueroa. Este Miguel fut hijo del francés Pedro La Grave. José Miguel y Manuel fueron Proceres de la Emancipación Nacional. El primero se batió en El Sombrero, Ortiz, Pantano de Vargas, Boyacá, Bombona, Junín, Matará o Corpahuaico y Ayacucho. El segundo sirvió civilmente. Ambos dejaron sucesión en Angostura. José Miguel ascendió a Te¬niente coronel y falleció en 1853 ejerciendo la Gobernación de la Provincia de Guayana.

M — Manuel Marcano,4 Francisco Antonio Marcano, Ignacio Marcano Navarro y su esposa Catalina de Alcalá, los hermanos Marcano Alcalá, Juan Antonio Marcano, Pedro Eze¬quiel Margoy, Felipe de Mata Salgado, Juan Francisco de Mayz, José Martínez Mancía, Valentín y Domingo de Mata, Domingo Martínez Bravo, José J. Mayobre, Pedro Martínez Pérez, Ar¬naldo Maristani, Ramón Maneiro, Juan Bautista Meaño, Santiago y Ventura Millán, Juan José de Moya, Melchor Martínez, Francisco Mujica, Ambrosio Martínez, Leandro Muñoz.

N — Pascual Navarro, Domingo Navarro, José Nicolás Navarro, Ignacio y José Navarro, Norberto de Nobriega, José Manuel Navarro.

O — Manuel Olivier Marcano y su hermano Bernardo, Francisco, Carlos y Manuel Olivier Ruiz, Antonio Ozuna, José Antonio Ordosgoiti.5

P — Silvestre, Juan Bautista y Gabriel Peña González, Miguel de la Plaza, Juan Palacio, Andrés Peña, José Pérez Na¬varro, Agustín Piñero, Bernardo Pérez.

Q — Manuel, Vicente y José Anizeto Quintana.

R — Manuel Salvador Rivera Aguilera, Pedro Tomás de Rivera, Juan Ignacio de Rojas y Urbina, Juan de Rivera González, Nicolás Roso Bello, Simón y Pablo Ruiz Méndez,6 Sotero y Mariano Ruiz,7Juan Manuel y Felipe Ruiz, José María Romero.

S — José Nicolás Salazar Navarro, Manuel Antonio Salazar, José Santamaría, Juan Sayol y su esposa Isabel de Alcalá, Joaquín Salcedo, Carlos José Salazar Brusco.

T — Juan José Torres González, José Francisco Toledo, Pedro Tinco de León.

U — José Antonio Urbano, Francisco Antonio de Urbaneja.

V — José María Vásquez, Juan Verdín, Diego Velásquez y Mendoza, Santiago Villacastín, Miguel Vásquez, Francisco Vásquez.

Z — Domingo Ziri.

En el transcurso de la guerra que se desencadenó al año siguiente, muchos de los hijos y vecinos de Carúpano, se seña¬laron por su decisión a la causa de la independencia de la Patria. Entre ellos se cuentan los Brito, los Alcalá, los Salazar, los Cova, los Guerra, los Navarro, los Guevara, los Marcano, los Olivier, los Acosta, los Quintana, los Jiménez, los López, los Peña González, los Gómez, los Bravo, etc. Así como entre los que siguieron las banderas del Rey se contaron a los Barradas y Martínez, los Barradas y González, los Ordosgoiti, los Gon¬zález, los Guánchez, los Domínguez, los Ibarreneta, los Quijada, los Barrio-nuevo, los Ocampo y señaladamente el famoso indio Macario Martínez, carupanero muy afecto a los Barradas y Martínez.

Muchos son los sucesos que guarda en sus anales esa ciudad con relación a la época terrible en la que tanto realistas como republicanos se extremaron en violencias y horrores. En ninguna de las poblaciones del Oriente de Venezuela se combatió tanto por la Independencia patria como en Carúpano.

Ocurridos en Caracas los graves sucesos del 19 de abril de 1810, que dieron por resultados la caída del Gobernador y Capitán General de Venezuela Vicente de Emparan y Orbe, a Cumaná llevan las nuevas el capitán Francisco González Moreno y el comerciante español José Antonio Illas y Ferrer, y después de examinar y discutir en reuniones privadas y luego en el Cabildo, el derrocamiento del primer funcionario español que existía en el país, y que por dos períodos consecutivos había sido Gobernador de la Provincia desde 1792 hasta 1804, se resuelven a secundar el movimiento y a constituir una Junta que gobernase en nombre del rey Fernando VII.

Los notables de la ciudad ponen manos a la obra y la Junta se instala el 27 de abril, compuesta de los siguientes individuos: Francisco Javier de Mayz, Francisco Illas y Ferrer, hermano del comerciante, José Ramón Ramírez Guerra, Jeró¬nimo Martínez, José Francisco Sánchez, José Jesús de Alcalá, Domingo de Mayz Brito, Manuel Millán, José Santos y Sucre, 

doctor Mariano de la Cova, Pbro. Andrés Antonio Callejón, Ledo. Juan Crisóstomo Bermúdez de Castro, Ledo. Juan Mar¬tinez, Juan Manuel de Tejada, Pedro Mejia, Diego de Vallenilla y José Antonio Ramírez, quienes representan en el seno de la corporación las distintas agrupaciones sociales de la ciudad.

El Gobernador de la Provincia, que lo es el coronel Eusebio Escudero, así como su Asesor José Joaquín Maroto, no asisten a la mencionada instalación, por ser opuestos a toda innovación en el asunto, actitud que les vale que los oficiales de la guarnición Carlos Winet y Miguel Correa, se apoderen del Castillo de San Antonio y los reduzcan a prisión; pero la Junta los pone en libertad y a poco salen para La Guaira.

Seguidamente la Junta Provincial se dirige al Cabildo de Carúpano, en solicitud de su apoyo, y al influjo de las nuevas ideas y de las novedades del caso, los de Carúpano se avienen a seguir el movimiento revolucionario, y proceden a organizar un nuevo Ayuntamiento, que queda constituido a principios de mayo, con personas casi todas emparentadas con quienes forman la de Cumaná, así:

Domingo Navarro Vallenilla y José Antonio de la Plaza, I? y 29 Alcaldes, respectivamente, el alférez Francisco José Barceló de la Cova, Padre de Menores, Juan Manuel de Brito Sánchez, Alguacil Mayor, José Rafael de Guevara, Procurador General, y los Alcaldes de la Santa Hermandad Antonio de Alcalá Sánchez y Juan Bautista Hernández Brusco.

Este Ayuntamiento a través de todas las circunstancias de la política, sigue estrechamente unido a la Junta Provincial cumanesa, con la cual corre todas las contingencias. Meses más tarde deja de ser dicha Junta y, a imitación de lo establecido en Caracas, se designa un Poder Ejecutivo, con Presidente en turno.

Resuelta la convocación de un Congreso de Represen¬tantes de las Provincias que se confederaron, Cumaná nombra los suyos, quienes concurren a la solemne instalación, son ellos: Francisco Javier de Mayz, doctor Mariano de la Cova, Ledo. Bermúdez de Castro y José Gabriel de Alcalá, quienes, con excepción del último, todos fueron miembros de la Junta Provincial. 8

8          Vide Acta original de la declaración de Independencia, en el libro del Congreso, que reposa en el Museo Bolivariano, folio 114.

Instalado ya el Congreso, los catalanes residentes en Cumaná, no contentos con la faz que llevan los sucesos, traman una conspiración y en la noche del 5 de marzo de 1811, se adueñan del Castillo de San Antonio; pero el coronel Vicente de Sucre, que ejerce de Comandante Militar de la plaza, los ataca inmediatamente, recupera la fortaleza y reduce a varios de los conjurados, quienes pasan a la cárcel para en breves días recobrar su libertad.

Poco después, el 15 de mayo, reúnese el Supremo Poder Legislativo de la Provincia, compuestos por los siguientes Diputados: por Cumaná, los Pbros. Domingo de Vallenilla, An¬drés Padilla Morón y Diego Gaspar Botino y el doctor José María Vargas; por Carúpano, Manuel Marcano; por Cumana- coa, Diego de Vallenilla; por Cariaco, Francisco Javier de Alcalá; por Río Caribe, José Rauseo; por Güiria, Casimiro Isava;  y por Aragua, Martín Coronado, quienes se instalan prestando fidelidad a Fernando VII.

Esta Corporación designa a los funcionarios que deben ejercer el Poder Ejecutivo, tocándoles desempeñarlo en el primer período al coronel Vicente de Sucre, Pbro. Botino y José Leonardo de Alcalá, resultando como suplentes: Jaime Mayz, Casimiro Isava y Diego de Vallenilla, sirviendo la secretaría el Ledo. José Graü. El puesto que dejara vacante el Pbro. Botino lo llenó en el cuerpo legislativo Francisco Suárez, quien a poco pasa a Angostura.

Con todo, Cumaná se pronuncia decididamente por la Independencia el 15 de julio, diez días después de declarada en Caracas por el Congreso Constituyente.

Por iguales respectos ocurren en Barcelona varias alter-nativas para la constitución de una Junta Patriota. Gobierna a la sazón el comandante Gaspar de Cajigal, en su carácter de Teniente de Gobernador. Bajo su presidencia se instala el 30 de abril, compuesta por las siguientes personas: Ledo. Ramón Hernández, Pedro Obregón, Francisco José Hernández, Pbros. José Pendones, Bartolomé Mascareña, Manuel Antonio Pérez Carvajal y Fray Manuel Sellent, Juan Bautista Michelena, Francisco Betancourt, Antonio Cabanas, Agustín Arrioja Gue¬vara, Juan Antonio Martínez y José Tovar, todos empleados civiles o militares, a excepción de los sacerdotes, los comerciantes Cristóbal Portas y Miguel Chique y los agricultores Miguel . Lobatón y Pedro José Trías.

Esta Junta reconoce condicionalmente la Suprema Con-servadora de los Derechos de Femando VII, y esto, gracias a las empeñosas gestiones de los comisionados Francisco Poli- carpo Ortiz y Pedro Hernández Gorrotizo, venidos de Caracas; pero el 17 de junio la desconoce terminantemente y presta fide¬lidad al Gobierno de la Regencia, establecido en Cádiz. Y así continúa sin disolverse hasta el 30 de octubre, en que algunos principales de la ciudad y los oficiales José María Sucre, José Antonio Anzoátegui, José Godoy, Juan Antonio Filipino y Manuel de Guevara, la echan a tierra y constituyen otra en consonancia con los propósitos de las de Caracas, Cumaná y Margarita. El mismo día queda instalada la verdadera Junta Patriota de Barcelona, bajo la dirección del coronel José Antonio Freites de Guevara, compuesta por los Pbros. Pérez Carvajal y Pedro Ramón Godoy, Pedro José Trías, Agustín Arrioja Guevara y Ledo. Manuel Matamoros, quien había venido de Caracas en unión del doctor Francisco Espejo, todos venezolanos. Eligióse entonces al doctor Espejo para Gober¬nador Político de la Provincia; a Ramón García de Sena, quien también había venido en su compañía, como Capitán General, 

y al Capitán José Antonio Anzoátegui para la Jefatura militar de la plaza, actuando como Secretario el mencionado Francisco Policarpo Ortiz.

Hecha la elección de Representantes ante el Congreso, resultaron designados el general Francisco de Miranda, por El Pao, Francisco Policarpo Ortiz, por San Diego, y el doctor José María Ramírez, por la Villa de Aragua. Por la ciudad de Barcelona es electo Juan Manuel de Izturdi, quien se excusa por enfermedad, y luego Freites de Guevara, quien no concurrió a las sesiones. 

En Guayana los sucesos revistieron caracteres más graves. A la noticia de la caída del Capitán General Emparan y organización de la Suprema Junta conservadora de los dere¬chos de Fernando VII, el Ayuntamiento de Angostura se reúne y tras las consideraciones que las circunstancias reclamaban, se resolvió convocar una Junta análoga a las de Cumaná y pri¬mera de Barcelona y que, como éstas, se nombró ad libitum. Instálase el 11 de mayo bajo la dirección del alcalde 1’ José Fernández de Heres.Junto con éste forman la corporación: el Alcalde 2$ Juan Crisóstomo Roscio, hermano del célebre abogado doctor Juan Germán Roscio, el doctor Nicolás Mar-tínez, Carlos Godoy, que era Fiel Ejecutor en el Ayuntamiento, José Maya, Regidor, Andrés de la Rúa, Comandante militar de la Plaza, Manuel Moreno, Escribano de Cabildo, Francisco Luis de Vergara y Francisco Rávago, comerciantes, el abogado doctor Félix Farreras, su hermano Matías, quien pertenecía a la guarnición, y Juan Vicente Cardoso, teniente de Escribano.

Ante esa Asamblea renuncian sus cargos el Intendente Gobernador Felipe de Inciarte y el jefe militar la Rúa, desig¬nándose al doctor Farreras en sustitución del primero, a su hermano Matías para la Comandancia de las Armas, con el grado de coronel, y se dispuso que la Junta gobernase en Guayana en nombre de Fernando VII. Pero luego, al saberse que se había instalado el Gobierno de la Regencia, vuelve a reunirse, el 3 de junio siguiente, y solemnemente lo reconoce; y así con¬tinúa sin modificaciones hasta el 9 de setiembre, en que la disuelve el Gobernador doctor Farreras, apoyado por la guar¬nición y la casi totalidad de los moradores de la ciudad, continuando él como Gobernador Político.

Opuestos a tales procedimientos son Roscio, su suegro Agustín Contasti, los hijos de éste, los Machado, los Afanador, los Moreno, Juan de Ayala, Manuel Maneiro, Pablo Yánez, Fran¬cisco Pildaín y otros pocos, todos venezolanos, menos Contasti que era natural de Cataluña. A poco llega el Ledo. Ramón García Cádiz, nombrado por el Poder Ejecutivo de Venezuela, Asesor de Gobernador. García Cádiz al encontrarse con la triste situación en que se hallan los patriotas angostureños, se une inmediatamente al núcleo que apoya a Roscio, para ver de constituir una nueva Junta y trabajar por los intereses de la Patria propia. Mas, penetrados del empeño los Farreras, estrechamente unidos a Heres, la Rúa, el Sargento Mayor José de Chastre, el ingeniero Mariano Alois, Rávago, Vergara, etc., reducen a prisión a muchos, entre ellos a García Cádiz, Roscio, Francisco Suárez Añez, José Antonio Moreno, Joaquín Ramírez, José Tomás Machado, Pablo Yánez, Pedro Díaz, Domingo Pacheco y Manuel Ramírez. Y no se contentan con tenerlos allí presos, sino que a todos los embarcan como reos de delitos políticos, unos para Puerto Rico y otros para las bóvedas de La Guaira.

Pedidos a poco los que estaban presos en Puerto Rico, por la Real Audiencia de Caracas, por no haber en su despacho constancia alguna de las causas que motivaron el procedimiento, la Real Audiencia de aquella Antilla los remitió; pero, ya de regreso, al arribar a Santhomas la goleta que los conducía, García Cádiz, y con él seis compañeros truj illanos y merideños, logran fugarse.

El triunfo de los partidarios de la Regencia impide que la Junta de Guayana designe sus diputados al Congreso de 1811, que era una de las instrucciones con que había salido de Caracas el Ledo. García Cádiz.

Fijados así, brevemente, los acontecimientos ocurridos en las Provincias de Cumaná, Barcelona y Guayana, emanados del 19 de Abril de 1810, sólo nos queda para completar el cuadro correspondiente al oriente de Venezuela, echar una rápida mirada sobre los hechos consumados en la de Margarita.

El 4 de mayo el pueblo de La Asunción, capital de la isla, empujado por Juan Bautista Arismendi y Rafael de Guevara, había reconocido lo hecho en Caracas el 19 de abril y en Cumaná el 27 del mismo mes. En aquel día se derroca el Gobierno Español que ejerce el coronel Joaquín Fuelles y Speraza. Fuelles gobernaba interinamente por muerte del Go¬bernador titular Antonio Montaña. Acto seguido se constituye una Junta Patriota con las siguientes personas: Cristóbal Anes, que la preside, Francisco Olivier, Vice-presidente; Vo¬cales, Simón de Irala, Francisco Aguado, Juan de Aguirre, Vicente Totesau, Pbro. Domingo Merchán, Ignacio Ruata, Fran¬cisco Javier Vernal y Francisco Maneiro, actuando como secre-tario Andrés Narváez.

Esta Junta nombra a Guevara Gobernador Político, encomienda a Arismendi la Comandancia de las Armas con el grado de Coronel, y permite al coronel Fuelles se quede residiendo allí con su familia, pues era casado con Trinidad Pérez, nativa de Margarita.

Meses más tarde se modifica dicha Junta en el sentido de que fuesen venezolanos únicamente quienes la integrasen, siguiendo así lo indicado desde Caracas y que en su oportunidad habían llenado las de Cumaná y Barcelona.

Elígese entonces al doctor Francisco Llanos para Go¬bernador Político, continuando Arismendi en la Jefatura de las Armas y se expulsa a Fuelles y a cuantos le son adictos. Después se nombra a Manuel Plácido Maneiro, Representante por Margarita ante el Congreso Constituyente.

Esta Corporación es la primera de su índole que se instala y funciona en Hispano-América. Reunióse en Caracas el 2 de marzo de 1811 bajo los auspicios del Monarca español, con la asistencia de los Diputados por las Provincias de Caracas, Cumaná, Margarita, Trujillo, Mérida, Barinas y Barcelona, que se confederaron para declarar la independencia absoluta de Venezuela. Esas siete provincias lucen desde entonces como un símbolo egregiamente inmortal, en las siete estrellas de nuestra gloriosa bandera.

Y el Congreso declaró solemnemente la nacionalidad vene-zolana el 5 de julio de ese mismo año.

Ante los hechos consumados en Angostura, resuelven las Provincias Orientales, de acuerdo con el Poder Ejecutivo de Venezuela, someter a Guayana por la fuerza.

Al efecto, organízanse tres cuerpos expedicionarios, que marcharon en combinación, a las órdenes, respectivamente, de los coroneles Francisco González Moreno, José Antonio Freites de Guevara, a quien acompaña su hijo Pedro María, y Manuel Villapol. El primero a operar sobre Moitaco por El Pao y Santa Cruz, el segundo por Soledad sobre Angostura, y el último sobre Barrancas para atacar las fortalezas de Guayana la Vieja, que son los tres únicos puntos que tenían guarnecidos y fortificados los guayaneses. Todos tres llegan a sus destinos a mediados de 1811.

La división de Villapol se compone de seiscientos cumane- ses, carupaneros y margariteños. Entre los cumaneses marchan el Comandante de Ingenieros José Francisco Azcue, el Coman¬dante de Artillería Ignacio Certad, los oficiales Carlos Winet, Miguel Correa, Rafael de Mayz, Luis de Vallenilla, que es el primer Ayudante de Villapol, Pedro, Vicente y Francisco Sán chez, Quintin Vallenilla, Manuel Coronado, Pedro de Guevara, José de Casares, Domingo Jiménez y otros jóvenes distinguidos; entre los de Carúpano: José Nicolás Salazar Navarro, de 63 años, Braulio Guerra, Jacinto y Joaquín Goitía, Benito López, Juan Bautista Peña, Juan del Campo, Nicolás González, Celes¬tino Acosta, Juan Antonio Núñez y algunos más.

Freites llega a las riberas del Orinoco (Soledad) antes que los otros. Allí le ataca el coronel Lorenzo Fernández de la Hoz, Comandante Militar de Angostura, y lo rechaza el 5 de setiembre. Freites retrocede y se incorpora en El Pao a Gonzá¬lez Moreno. Villapol, al tener conocimiento del fracaso de la expedición del centro, se retira de Barrancas a Tabasca. El Poder Ejecutivo, que funciona en Caracas, para dar unidad a la dirección de la campaña, nombra en 7 de octubre a González Moreno General Jefe supremo expedicionario.

González Moreno, en El Pao se refuerza con nuevo con-tingente de tropas cumanesas, que le trae el coronel Francisco Solá  quien había marchado desde el Manzanares a principios de setiembre, y juntos emprenden la invasión del territorio gua- yanés. Freites de Guevara, enfermo, regresa a Barcelona.

González Moreno y Solá atraviesan el Orinoco, invaden en enero de 1812 y llegan hasta las inmediaciones de Angostura. Mientras tanto, Villapol, apoyado por la escuadrilla patriota al mando de sus comandantes, Felipe Esteves y Juan Bautista Videau, y por un cuerpo auxiliar venido con el coronel Juan Bautista Arismendi, el capitán Vicente González, y el oficial Santiago Mariño, establece de nuevo su cuartel en Barrancas. Margarita concurría por segunda vez con sus buques y sus hijos al sometimiento de la provincia guayanesa, en acatamiento a las insinuaciones del Ejecutivo de Caracas.

Los de Angostura se hallan preparados para rechazarlos. El coronel Matías Farrera se sitúa en Borbón, en espera del ataque del general González Moreno. El Sargento Mayor José de Chastre baja el Orinoco con una flotilla en auxilio de la guar¬nición de los Castillos de Guayana la Vieja. El Gobernador doc¬tor Farreras queda en la plaza con corta guarnición pero resuelto a no dejarse quitar la ciudad. Desbaratado como fue el cuerpo que operó por Soledad, los realistas concentran su atención sobre los que pretenden llegar por el Este, y por el Occidente de la capital de Guayana.

La escuadrilla patriota sale de Barrancas, aumentada con varios esquifes organizados por Villapol, y se viene sobre los Castillos; pero antes de llegar a ellos, ya Chastre había salido a esperarla, situándose en Sorondo. Allí se encuentran el 26 de marzo. La de los patriotas ataca briosamente. La de los realistas se defiende con valor y con pericia; y tras rudos choques, san¬grientos abordajes y gallardos episodios múltiples, al empezar a declinar el sol, queda vencida, dispersa y apresada la flotilla republicana, y centenares de prisioneros en poder de Chastre.

Llegan las noticias del tremendo descalabro de Sorondo a conocimiento de González Moreno y de Solá, repasan éstos el Orinoco el 29 y para los primeros días de abril se acampan en El Pao, que es para esos años plaza de muchos recursos y la más importante población de los llanos de Barcelona.

Villapol, por su lado, con una escasa mitad de sus tropas, contramarcha a Maturín. Allí encuentra pliegos del Generalí simo, llamándole para que concurra a la concentración de un gran ejército formado con el contingente de todas las provincias, y emprende marcha hacia el centro de Venezuela. Al entrar a El Pao sabe la capitulación celebrada el 25 de julio entre Mi¬randa y Domingo de Monteverde y la escandalosa violación que éste hiciera de aquel pacto de honor, y con el aditamento de que las fuerzas de los otros jefes expedicionarios sobre Guayana se habían dispersado. A tan graves ocurrencias, no queda a Villa¬pol más inmediato arbitrio que regresar. Contramarcha, entra a Maturín, licencia la tropa y oculta las armas. González Moreno queda en El Pao, en donde a poco es hecho prisionero de guerra y conducido a las bóvedas de La Guaira, de donde meses más tarde es llevado moribundo a Caracas.

En el desastre de Sorondo y en la persecución de los patriotas fugitivos, fueron capturados unos trescientos. El Co¬mandante Militar de Angostura, que a la sazón era Chastre, por ausencia del coronel Matías Farreras, los remite en tres partidas a Puerto Rico. La primera, el 20 de abril, compuesta de diez y ocho oficiales y 55 de tropa, en la goleta Nieves, al mando de su capitán José Ignacio Sumarregui; la segunda, el 9 de mayo, en la goleta Dolores, bajo su patrón José Andría, compuesta de 86 individuos de tropa; y la tercera, de 136, en el velero Ameri¬cano, al mando de su capitán Francisco Carbonell. La mayor parte de esos prisioneros era de Cumaná y Barcelona. Hijos de Carúpano que cayeron prisioneros y remitidos a Puerto Rico, fueron: Juan Bautista Peña Hernández, Benito López, Juan Antonio Núñez, Juan del Campo, Nicolás González, del partido de Cariaquito, y Celestino Acosta.25

De los licenciados en Maturín, muchos regresaron como pudieron a Güiria, Carúpano, Margarita y Cumaná, y algunos pocos se asilaron en Trinidad.

Como se ve por los resultados de las expediciones, a ninguno de sus jefes caracterizó la cualidad suficiente para dirigir con éxito la empresa. Tres años más tarde se ocuparán con ella, también infructuosamente, José Tadeo Monagas y Ma¬nuel Sedeño, hasta que el triunfo coronará a los expedicionarios de 1817.

Mientras ocurren los sucesos que dejamos anotados, veamos lo que pasaba en las costas del mar, como escenas finales del drama en que se perdió la Primera República.26

A las noticias de la rota de las operaciones sobre Guayana, un contingente de cuatrocientos cumaneses había marchado en mayo, a reforzar la escasa milicia de Barcelona, donde funcio¬naba como Gobernador Militar el capitán José Antonio Anzoá¬tegui, en sustitución del capitán Agustín Arrioja Guevara. Esta milicia estaba al mando inmediato del coronel Sebastián de Blesa, y de los tenientes coroneles Pedro de Flores, Manuel de Matos y Juan José de Arguíndegui. El contingente cumanés era regido por el coronel Martín Coronado. Con éste marcharon, entre otros jóvenes, el teniente Quintín de Vallenilla, con el cargo de Ayudante, y el teniente Antonio José de Sucre, quien desempe¬ñaba la Comandancia de Artillería. Pero esta fuerza debido a varias circunstancias empieza a mermar por deserción, a tal extremo que para fines de junio se halla reducida a la mitad. En esta situación los jefes levantan un acta el 3 de julio. El día siguiente ocurre un motín militar con motivo de haber llegado la alarmante noticia de que los pueblos de San Lorenzo, Píritu, San Miguel y Onoto, se habían pronunciado por el Gobierno español, instigados por el realista Pbro. Márquez.

Nuevamente pide Cumaná auxilios a Margarita. De la abnegada isla salen otros cuatrocientos margariteños. Así mismo concurre Carúpano con otro batallón de sus hijos, al mando de su primer jefe comandante Manuel Marcano. Ambos cuerpos, junto con el batallón “Guaiquerí”, del cual era jefe el coman¬dante Luis de Vallenilla, guarecen a Cumaná, donde funciona el Ejecutivo Provincial, con Presidente en turno, a semejanza del establecido en Caracas.27

Cunde el ejemplo dado por los pueblos de Barcelona. Pro-pagan el contagio los realistas de la capital. Crece el desaliento entre las tropas cumanesas que allí se encuentran, y, finalmente, ordenada la reconcentración de todas en Cumaná, regresan Coro¬nado, Vallenilla y Sucre, el 12 de julio; y Barcelona, bajo la dirección del teniente coronel José María Hurtado, jura lealtad a Fernando VIL 28

Ante la actitud hostil de aquellos pueblos, el coronel Vicente de Sucre, padre del teniente Sucre, de acuerdo con el teniente coronel de Artillería Diego de Vallenilla Guerra, orga¬niza en Cumaná una expedición y marcha con ella en diez y ocho buques, como General en Jefe. Ochocientos hombres de los bata¬llones “Guaiquerí”, “Carúpano”, y “Margarita”, forman ese ejército. El propósito del coronel Sucre es someter los pueblos disidentes. Bloquea con la escuadrilla, al mando de José Miguel Machado, las costas de Barcelona, se apodera de “El Morro” y desembarca en el puerto de Píritu el 22.29

Y en estas operaciones estaba, cuando las novedades de la capitulación le obligan a regresar inmediatamente. La capi¬tulación vuela por las regiones orientales; acrece el desaliento de los patriotas, y tras los pueblos de la provincia de Barcelona, siguen también los de Cumaná 30de suerte que para el mes de septiembre flamea en todas las poblaciones la bandera roja y gualda y se asienta la dominación del llamado por sus mismos compatriotas Intruso Monteverde, sorprendido, acaso, de la fa¬cilidad con que obtuvo su triunfo sobre el Generalísimo Miranda.

Como ya quedó dicho, Monteverde, triunfador y sin salir, acaso, del asombro producido por sus fáciles victorias, no sólo desconoce el pacto de San Mateo y reduce a prisión al Generalí¬simo, a quien carga de cadenas, sino que hace cometer contra los capitulados los más torpes atropellos, dando así motivo para que se aquilatase en la conciencia de los patriotas el ideal de la Patria independiente.

Sobre los pueblos orientales desata una tempestad de violentas pasiones, que todo lo arrasa. Escogidos y enviados con precisas instrucciones que no decían de los más elementales prin¬cipios de mecánica política puestos en relación con poblaciones en donde nunca habían estado, llegan, engreídos con el triunfo, los agentes de Monteverde, ignorantes en absoluto de la educa¬ción, costumbres y condiciones de sus moradores y dispuestos a cometer las mayores tropelías.

Y nada importa en contra de esto, la moderada conducta de la Real Audiencia de Caracas, cuyas conclusiones en la mayor parte de las causas seguidas contra los patriotas, fueron de equidad y de clemencia. La Real Audiencia haciendo méritos del principio legal, no hace sino reparar en lo posible tantos desafueros cometidos por el elemento militar; pero bien pudo hacerse sorda y ciega ante los procedimientos de la espada, en atención a la caótica situación en que se hallaba el país, y no lo hizo. Honor a quien honor merece.

A Cumaná llega el coronel Emeterio Ureña, único de cuantos españoles con mando militar vinieron allí en ese doloroso período, que se señala por sus sentimientos de humanidad y su mejor visión política. Toma posesión del Gobierno el 14 de setiembre de 1812.

Para Barcelona se nombra al coronel Lorenzo Fernández de la Hoz, y después, especialmente sobre Cumaná, primero al capitán Francisco Javier Zerbériz, y luego al coronel Eusebio Antoñanzas y al comandante Antonio Zuasola, todos españoles.

Para Margarita designa Monteverde al comandante Pas¬cual Martínez, facultados todos para ejercer las dobles funciones del gobierno civil y militar. Las primeras medidas de Martínez son de violencia, de persecuciones. A mediados de diciembre reduce a prisión a Juan Bautista Arismendi y a los siguientes individuos: Rafael de Guevara, Nicolás, Francisco, Pedro y José Rafael de Guevara, Vicente Arismendi, Simón y Juan Bautista Irala, hermanos de Rosario Irala, primera esposa de Arismendi, Antonio y Esteban Herrera, Pablo Ruiz, Marcos, Cayetano, Ra¬món y Juan Antonio Silva, José Vicente Totesau, José de Jesús Guevara los Pbros. Juan Bautista Defís, Ceferino Meló, Pedro Francisco Esteves y José Nicolás Marcano, Manuel Plácido Ma- neiro, Florencio Luzón, José Lefebre, Andrés Marcano, José Varela, Juan Manuel Fermín, Saturnino Lares, José Antonio Silva, Francisco Sedeño Ortega, Juan Miguel de Lares, Tomás Gómez, José Villarroel, Juan Yáñez, Genaro Verde, Julián Gar¬cía, Juan Marcano, Blas Marcano, José Sanz, Juan de la Plaza, José Antolín del Campo, Francisco Fierro, José Rafael Reyes, Pedro García, Toribio Silva y Marcos Marcano, quienes fueron enviados a las bóvedas de La Guaira, unos, y otros a los pontones de Puerto Cabello.

Pero sucedió que como todos fueron enviados sin expe-dientes, la Real Audiencia los hizo poner en libertad y regresaron a Margarita, casi todos. Al pisar tierra margariteña vuelve Arismendi a ser reducido a prisión; mas tuvo, sin embargo, tiempo para entenderse con su viejo compañero Rafael de Gue¬vara, en el sentido de provocar otra revolución, que Guevara lleva a efecto. Triunfante la revolución cambian los papeles. Arismendi sale en libertad y ocupa una vez más el Gobierno. Su puesto en el castillo de Santa Rosa lo llena el Gobernador Martínez y junto con éste 28 oficiales y compatriotas suyos.

Entonces Monteverde excita al comandante Remigio María Bovadilla a encargarse de la Gobernación de Margarita, que le había sido dada por el Rey después del fallecimiento del Gober¬nador Montaña. Bovadilla sale a ocupar el puesto, pero los margariteños rehúsan reconocerlo con tal carácter, y mal de su grado tiene que regresar a Caracas. Monteverde, nombrado ya Capitán General de Venezuela en propiedad por ausencia de Miyares y González, designa luego al venezolano Juan Nepo- muceno Quero, que era Sargento Mayor, para aquellas funcio¬nes ; mas al igual que Bovadilla, también fue rechazado y continuó Arismendi al frente del Gobierno insular.

Fernández de la Hoz, a su vez, aprisiona y despacha desde Barcelona para las prisiones de La Guaira, a cuanto patriota logra echar mano. Entre los principales se cuentan: el general José Antonio Freites de Guevara, Agustín Arrioja Guevara, Manuel de Guevara, Carlos Padrón, José Antonio Anzoátegui, Manuel García Salazar, Diego Manuel y Miguel Hernández, Ma¬nuel del Campo, Pbro. Pedro Vicente Grimón, etc.

En Cumaná, desde que el coronel Ureña se hizo cargo de la gobernación, sus medidas contrastaron con las de Martínez, en Margarita, y con las de Fernández de la Hoz, en Barcelona: todas fueron de templanza, de bondad, de acercamiento, y a continuar así, sin duda alguna, habría conservado en paz la provincia y apagado el ardor en que se habían emulado los unos y los otros. Llevó este honrado militar los manejos de su política al punto de no perseguir a nadie por sus opiniones, y hasta el extremo de utilizar en su Gobierno a algunos caracterizados patriotas, como el Ledo. José Graü  quien había servido la Secretaría del Ejecutivo republicano y a quien nombró para desempeñar su Secretaría; y a otros que habían acompañado a Villapol cuando la campaña sobre el Orinoco. Baste decir que al capitán Vicente González, quien había sido uno de ellos y quien acababa de ejercer el Poder Ejecutivo de la Provincia, como Presidente en turno37lo destinó a la Jefatura militar de Maturín, llevando 200 fusiles y 25.000 cartuchos.38Y asimismo expedí doles pasaporte al coronel Manuel Villapol39y a muchos más, así como también, el 29 de diciembre, para Trinidad, al comandante José María Sucre, factor importante de los sucesos de Barcelona desde 1810, y al teniente Comandante de Artillería Antonio José de Sucre.40

Desempeña la Jefatura militar de la plaza, el teniente coronel Juan Antonio Heredia; Comandante de la Artillería de San Antonio es el teniente Tomás García,41Ministro de la Real Hacienda, Juan Otero, y Ayudante de la Guarnición el alférez Juan Sayol. Para la plaza de Carúpano despacha como Gober¬nador militar y político al Capitán Cayetano Speranza y para la de Güiria al teniente de navio Juan Gavazo.42Pero los catalanes residentes en la ciudad, violentos y no satisfechos con el proceder paternal de Ureña, le acusan ante Monteverde como lleno de lenidad e inadecuado para el mando en aquellos momen¬tos de pasiones encontradas. Como consecuencia de tal denuncia, a mediados de diciembre de 1812 arriba a Cumaná el capitán Francisco Javier Zerbériz, con el carácter de Comisionado militar de Monteverde.

Zerbériz es un joven de veintitrés años, impetuoso y cruel, que había sido de los compañeros de Monteverde desde Coro. Desde que llega empieza activamente a perseguir y encar¬celar a los patriotas, quienes viven pacíficamente amparados por las garantías que les da Ureña. Muchos se ven obligados a esconderse y huir; pero con todo, larga es la lista de aquellos a quienes a la media noche del 15 al 16 reduce a prisión y remite a las bóvedas de La Guaira, a la orden de Monteverde. Entre ellos se cuentan: Diego de Vallenilla, Luis de Vallenilla,43 Quintín Vallenilla,44Pedro Coronado y su hijo Pedro, Dionisio Sánchez, Presbítero Jacobo Laguna, Francisco Escalante, Pedro Mejía, Ignacio Certad, Francisco Sánchez, Pedro Hermoso, José M. Isava, León y Baltazar Prado, Ramón Machado, José Ramón Landa, José Miguel y José Jesús Alcalá, Pbro. Manuel Pérez de Aguilera, Pedro Betancourt, Pbro. Diego Gaspar Botino, José Manuel Sucre, José de Sata y Bussi, Ledo. José Graü, Pbro. Andrés Antonio Callejón, Pedro de Guevara, Pbro. Domingo de Vallenilla, Martín Coronado, Francisco Javier de Alcalá, Manuel Marcano, José Rauseo, Fray Juan Bautista Molinar, doctor Juan Martínez.

Y así mismo el Jefe Militar de Carúpano, Speranza, quien siendo su Secretario Ignacio de Flores, enjuicia y embarca en dos ocasiones del mes de diciembre, a los siguientes: Casi¬miro Isava, Manuel Isava, Luis Marcano, Juan Blanco, José Nicolás Salazar Navarro, Manuel Olivier, de 27 años, José Francisco Valdivieso, Juan Manuel de Brito Sánchez, Do¬mingo Navarro Vallenilla, Silvestre Peña González y Juan Bautista Hernández.

Todos estos presos son enviados a La Guaira, de donde siguen algunos a Puerto Cabello, y en ambas prisiones perma¬necen hasta fines de abril y principios de mayo de 1813, en que la mayor parte sale en libertad bajo fianza.

Con la llegada de Zerbériz, la autoridad militar de Ureña queda limitada a su más mínima expresión; fácilmente se comprenderá que los nuevos procedimientos indicados por Monteverde —cumplidos fielmente por Zerbériz— anulan los generosos propósitos de confratemización perseguidos por Ureña, pues echándose mayores combustibles a la hoguera de las pasio¬nes, se exacerbaron los ánimos hasta los de aquellos que se hallaban asilados en Trinidad, a quienes llegan exageradas las noticias. Encabezados éstos por Santiago Mariño, empiezan desde luego seriamente a combinar una invasión a las costas de Venezuela, para poner cese a aquella dolorosa situación, aspirando siempre a la emancipación política de la Patria.

A todo esto, ya había ocurrido un hecho significativo, una nota patriótica, un gesto de protesta inerme, en Areo, pequeña población del interior de la Provincia, que es de mencionarse porque hace recordar el episodio de los Comuneros del Socorro, en 1781, y el ocurrido en ese mismo año, en Mérida,52aun cuando ninguno de estos dos tuvieron por causas asuntos de orden político.

Existían para aquellos años de 1810-1812, en el men¬cionado pueblo, algunos patriotas de significación, entre ellos el Pbro. Manuel Gregorio Pérez de Aguilera y su hermano Miguel, los hermanos Francisco y José Antonio de Guevara Calzadilla, Manuel Sánchez, José de Vallenilla, José Antonio Romero, Lorenzo Martínez, Francisco José de Navarrete y Juan y José Francisco Castro, quienes fomentaban allí y en los aledaños el culto por la Patria Independiente.53

El Juez de Paz los vigilaba y amenazaba con remitirlos presos a Cumaná. Algunos de ellos quisieron dar un golpe de mano y derribar al funcionario; pero se opuso a ello el Pbro. la Hoz, para que éste lo comunicara al de Cumaná. Pero Ureña no dio ninguna importancia al asunto y no tomó providencia alguna contra los irrespetuosos patriotas de Areo, quienes continuaron en el pueblo, y el Juez no volvió a molestarlos.

Empeñado Ureña en hacer cumplir las capitulaciones de San Mateo, de conformidad con las instrucciones recibidas de Monteverde, sigue desplegando su política de tolerancia y de concordia, dando garantías a los afligidos patriotas. Tal comportamiento tiene indignados a sus conterráneos residentes en Cumaná, quienes, como ya se ha dicho, llegan hasta denun¬ciarlo como protector de los insurgentes, que así se les apodaba. Y los catalanes se dan la satisfacción de ver cómo el Capitán General Monteverde atiende a sus acusaciones. En reemplazo de Ureña llegó el coronel Eusebio Antoñanzas, quien procede a la inversa de aquel.

Ocupa Antoñanzas el Gobierno Militar el 1’ de marzo de 1813. El cumanés doctor Andrés Level de Goda ejerce de Gobernador Político y entran a funcionar como Alcaldes l9 y 2^, respectivamente, José Gregorio Fernández y el catalán Agus¬tín Coll.

Con Antoñanzas llega otro militar español, el capitán Antonio Zuasola, oficial de la Reina. El Gobernador militar lo pone al frente de unos trescientos hombres y en combinación con Fernández de la Hoz, Gobernador de Barcelona, lo envía rumbo a Maturín, ya ocupado por los patriotas. El cúmulo de desafueros cometidos por Zuasola en las poblaciones del tránsito, es odioso. Obedeciendo disposiciones de su superior, a cuanto patriota captura le hace cortar las orejas, o desollar, o matar. Antoñanzas paga un peso por cada oreja que se le presente. Y el saqueo y el incendio son espantosos.

Y de tal guisa se señalan todos. De manera que los procedimientos de Zerbériz, en Cumaná, los de Speranza en Carúpano, los de Pascual Martínez en Margarita y los de Zua¬sola en Aragua de Maturín y demás pueblos del interior, hacen naturalmente distinguirlos como un nefando quinteto de agentes de Monteverde, que dejan execrados sus nombres en las localida¬des por donde pasan.

Mientras tanto, los asilados en Trinidad, en cuenta de los atropellos que se cometían y asimismo mejor impuestos de los sucesos que se desarrollaban en la Península, resuelven defi-nitivamente invadir a Venezuela, para dar nueva vida al ideal revolucionario y librar a la Patria de la opresión en que se halla. Al efecto salen de Trinidad y se reúnen en consejo de familia cuarenta y cinco de ellos, en la islita de Chacachacari, propiedad de Concepción Mariño, hermana de Santiago Mariño, quien hacía de Jefe, y se lanzan a la empresa el 11 de enero de dicho año.

Es de lamentarse que hasta hoy no se conozcan todos los nombres de esos cuarenta y cinco patriotas expedicionarios, pues si bien es cierto que algunos autores han publicado sendas listas de ellos, es necesario observar que, con excepción de Mariño, Manuel Piar, los Bermúdez, José Francisco Azcue, Manuel Valdés, Agustín Armario, Juan Bautista Videau, Pbro. Domingo Bruzual de Beaumont, José Rafael de Guevara, Rafael de Mayz, José María Otero, Mateo Guerra Olivier, Juan Bautista Cova, José Leonardo Brito Sánchez, Juan Bautista Daríus, Bernardo Martínez, Fernando Gómez de Sáa y uno que otro más, del resto no hay constancia histórica para poder afirmar que fueron de los de Chacachacari. En cambio, es de presumirse que sí se entraron allí José María Sucre y Antonio José de Sucre, quienes habían salido de Cumaná para Trinidad trece días antes y aparecen luego en los sucesos de Maturín.

Asimismo es incierta la concurrencia a aquella junta, del capitán Vicente González, quien, desde fines de 1812 hasta el 2 de febrero del siguiente año, es Jefe Militar de Maturín; del Ledo. Manuel Matamoros, quien para el 11 de enero, día del acta de los expedicionarios, había ya fallecido; y de Ber¬nardo Olivier, Ignacio Certad, Casimiro y Manuel Isava, Luis Marcano, Luis de Vallenilla, Pedro Mejía y Ramón Machado, porque se hallaban en las bóvedas de La Guaira desde diciembre de 1812 y solo vinieron a recobrar su libertad a fines de abril de 1813. ’7

Aquellos defensores de la Patria suscriben la siguiente acta, que aparece firmada solamente por quien presidió y por quienes sirvieron de secretarios.

Violada por el jefe español D. Domingo Monteverde la capitulación que celebró con el ilustre general Miranda, el 25 de julio de 1812; y considerando que las garantías que se ofrecen en aquel solemne tratado se han convertido en cadalzos, cárceles, persecuciones y secuestros; que el mismo general Miranda ha sido víctima de la perfidia de su adversario; y en fin, que la sociedad venezolana se halla herida de muerte, cuarenta y cinco emigrados nos hemos reunido en esta hacienda, bajo los auspicios de su dueña, la magnánima señora doña Concepción Mariño, y congregados en consejo de familia, impul¬sados por un sentimiento de profundo patriotismo, resolvemos expedicionar sobre Venezuela, con el objeto de salvar esa patria querida de la dependencia española y restituirle la dignidad de nación que el tirano Monteverde y su terremoto, le arreba¬taron. Mutuamente nos empeñamos nuestra palabra de caballeros de vencer o morir en tan gloriosa empresa; y de este compromiso ponemos a Dios y a nuestras espadas por testigos.

Nombramos Jefe Supremo con plenitud de facultades, al coronel Santiago Mariño. — Chacachacari, 11 de enero de 1813.

El Presidente de la Junta, Santiago Mariño — El Se¬cretario, Francisco Azcue. — El Secretario, José Francisco Bermúdez. — El Secretario, Manuel Piar. — El Secretario, Manuel Valdés. 

En la tarde del día siguiente, Mariño y sus compañeros salen en la goleta “Carlota”, comandada por Juan Bautista Videau, sobre Cauranta, en las inmediaciones de Güiria; pero el capitán Juan Gavasso, a cuyo conocimiento habían llegado los propósitos de los asilados, los aguarda allí con la mitad de sus cincuenta hombres de guarnición. Mariño ataca pretendiendo tomar tierra, Gavasso lo rechaza. Los expedicionarios se quedan capeando frente a la costa. Gavasso regresa a su cuartel. Al amanecer del 13 se procede en firme al ataque de Güiria. Mariño desembarca y marcha por tierra. Piar y Bermúdez por mar. Ante el ataque combinado, Gavasso se sostiene poco tiempo hasta que sale derrotado camino de Irapa. Los patriotas ocupan la plaza. Mariño establece allí su cuartel general y Bermúdez sigue sobre Gavasso, a quien ataca en Irapa el 15 y se apodera a fuego y sangre del pueblo. Derrotado Gavasso, llega a Yaguara- paro y allí se prepara a resistir el empuje de los expedicionarios.

A la noticia de la invasión y toma de Güiria, Zerbériz con cerca de cuatrocientos hombres vuela desde Cumaná sobre los patriotas. En Yaguaraparo incorpora a Gavasso, sigue a Irapa y ataca a Bermúdez el 25. Bermúdez inflige tremenda derrota a ambos capitanes realistas, quienes regresan a Yagua¬raparo y allí se hacen firmes.

Establece Zerbériz una rara suerte de suplicio debajo de una mata de totumo, donde hace flagelar y matar a cuanto patriota tiene la desdicha de caer en su poder.

En una travesía que por el Golfo Triste hace Bernardo Bermúdez, es capturado por esquifes de Zerbériz. Se le conduce a Yaguaraparo y a los pocos días es sacrificado debajo del totumo.

Bernardo Bermúdez, hijo de Francisco Antonio Ber¬múdez de Castro y Casanova y de Josefa Antonia Figuera de Cáceres y Sotillo, no había hecho nunca servicios militares, salvo el haber ido en comisión en 1812, ante los expedicionarios del Orinoco. Concurrió al consejo de familia celebrado en Cha¬cachacari, porque era del patriciado cumanés amante de la independencia de la Patria, residía en su hacienda situada cerca de Yaguaraparo, hallábase asilado en Trinidad y era hermano de José Francisco Bermúdez, quien acababa de derrotar a Zerbériz.

Gavasso y Zerbériz se encuentran escasos de elementos de guerra y solicitan auxilio de Cumaná, Maturín y Angostura. El capitán Vicente González, por ser quien más inmediato les queda, les remite desde Maturín el 21 de enero, veinticuatro sables y cuatro mil cartuchos; Ureña prepara la goleta Margarita, una cañonera y una caladora; y el Gobernador de Guayana organiza una flotilla para obrar sobre las costas de Paria.

Piar marcha de Güiria y ocupa la Plaza de Maturín el 2 de febrero. Mariño permanece en su campamento. Bermúdez en Irapa; y así transcurre el mes de febrero.

Piar con poco esfuerzo se apodera de Maturín y de las armas que allí encuentra, inclusive las que el año anterior había ocultado el coronel Villapol. Con toda actividad hace reunir el mayor número de patriotas, diseminados en las mon¬tañas y llanuras de aquellas regiones. Los simpatizadores de la Causa de la Independencia allí se congregan. Entre ellos figuran: los Monagas, los Pérez de Aguilera, los Barreto, los Torres, Antonio José de Sucre, los Rojas, los Infante, los Mago, los Medina, Lucas Carvajal, Juan Bautista Grisell, Francisco Carmona, Juan Antonio Mina, los Carrasquel, los Sifontes, los Goitía, Juan Antonio Sotillo, los Lara, Gabino Palacio, los Mota, los Peralta, los Ramírez, los Villanueva, José María Sucre, Pedro Betancourt y varias centenas más.

Llega el mes de marzo. Sabe Piar que de Cumaná y Barcelona vienen fuerzas a batirlo. Zuasola se acerca rápida¬mente. Piar, que ya tiene organizada alguna tropa, destaca una compañía y la sitúa en el sitio denominado Los Magueyes. Zuasola llega, la ataca, la derrota y la persigue; pero se detiene a aguardar a Fernández de la Hoz, para juntos embestir sobre Maturín. Así sucede; mas los patriotas, ya preparados, están listos a esperarlos. El 20 los jefes españoles atacan. Los independientes no obstante ser inferiores en número, alentados por un alto espíritu moral, se defienden bravamente, y al fin la victoria se decide por ellos. En esta función de armas realiza Piar el primer vuelvan caras que registra nuestra historia nacional.

Ante el desgraciado suceso para las armas realistas, viene el comandante Remigio María Bovadilla en apoyo de los derro¬tados; y juntos los tres jefes expedicionarios, emprenden nuevo ataque a las fortificaciones de Maturín el 11 de abril siguiente, y otro triunfo decora las banderas de la Patria.

A las novedades de estos ruidosos acontecimientos que llenan de consternación a los realistas de Oriente, muévese en persona desde Caracas el Capitán General Monteverde. Sale de La Guaira el 27, desembarca en Barcelona, aumenta su tropa en más de dos mil hombres de toda arma, marcha por tierra y se presenta ante los defensores de la ciudad del Guarapichi.

Con la natural altivez de los de su nación pide la plaza, y con no menor arrogancia se rechaza su petición. Dispónese la batalla. Monteverde es cuatro veces superior en número; pero los justadores por la Patria no se arredran. Atacan los realistas el 25 de mayo; mas con tan mala suerte, que en el punto denominado “Cerro Colorado” son contenidos, desor¬ganizados y desbaratados; y el Capitán General a uña de caballo logra salvarse. Tremendo es el desastre. Monteverde, con los restos de su flamante ejército, desanda como alma que lleva el diablo, la misma ruta por donde había llegado dispuesto a castigar la rebeldía de aquellos luchadores ya dos veces coronados por los rojos laureles de Marte.

Con todo, allí en el “Alto de los Godos”, salvan el honor de los estandartes de España el teniente coronel Antonio Bosch y el capitán de Fragata Pedro Cabrera, quienes cargando con incomparable gallardía quedan para siempre en el campo de batalla. Honor victis.

Esta tercera victoria, de grandísima trascendencia en los albores de la segunda República, siembra por todas partes el pánico entre los defensores de la monarquía e infunde mayo¬res entusiasmos a los batalladores por la independencia.

Mariño abandona su cuartel general de Güiria, se reúne con Piar, reorganizan las tropas vencedoras y marchan sobre la capital de la Provincia, al frente de más de mil quinientos hombres, que se aumentan en el trayecto con distintas partidas. Es el mes de julio. Piar lleva la vanguardia. En el tránsito se encuentra con Zuasola, que había quedado en el mismo sitio de Los Magueyes, cubriendo las espaldas al cuitado Monteverde. Lo derrota, y a poco en Los Corocillos y en Cuma- nacoa, obtiene dos triunfos más.

A todo esto, allá, por las regiones occidentales del país, marcha de victoria en victoria, en gloriosísima campaña, Bolívar, quien al correr de los años vendría a ser el inmortal Libertador americano.

Radiante aparecía por todas partes el sol de la Libertad.

En tanto que Mariño continúa marchando sobre Cumaná, el Gobernador Antoñanzas trata de ir a reforzar a Zerbériz y a Gavasso y sale con tal propósito; pero ya en el camino, es informado de que Zerbériz le aguarda para fusilarlo, y se devuelve. A duras penas logra entrar en la ciudad, pues ya algunas partidas independientes merodean por los alrededores. El desaliento y la confusión de los realistas se aumentan y al fin se resuelve evacuar la plaza. Con la mayor precipitación empieza a llevarse a cabo en la noche del 4 de agosto. El primero que se embarca es Antoñanzas, favorecido por el Gober¬nador Político Level de Goda, pues sus subalternos hasta pre¬tenden quitarle la vida, y se instala a bordo de la goleta de guerra Fernando VII, al mando del teniente de navio Eusebio Tízcar. El Comandante Juan Nepomuceno Quero, quien poco antes había llegado allí, desairado por los margariteños, queda encargado del Gobierno por breves momentos.

Después, siguen los demás en el bergantín Palafox, donde van los militares, y otros en la fragata Clara y en los bergantines Gallego y Venezuela, comandado este último por el capitán Juan Guaspo. Las naves salen en convoy, y la escuadrilla patriota al mando del comandante José Bianchi, las ataca. Los buques realistas se defienden denodadamente. Antoñanzas es herido y la Fernando VII, abandona el combate y se fuga. Los demás continúan la batalla. Los primeros que arrían la bandera son el Gallego y la Clara, donde van las familias. El Venezuela convertido en un volcán, lanza metralla por todos sus cañones, se bate en retirada y se salva. El Palafox, queda peleando solo, como recordando las proezas españolas en Trafalgar, y mantiene en alto los gloriosos colores de la Patria madre, hasta que al fin se entrega. La Fernando Vil recala a Curazao y allí termina sus días Antoñanzas, a con¬secuencias de la herida.             t

Los prisioneros españoles capturados a bordo de las naves, son pasados por las armas, como obedeciendo al decreto del 16 de abril del año anterior, expedido en Valencia por el Gobierno republicano, o como recordando la proclama de Antonio Nicolás Briceño, en Cartagena, el 16 de enero de ese mismo año de 1813, o la de Bolívar en Trujillo, de fecha 15 de junio. Asimismo son victimados los peninsulares de dos embarcaciones mercantes, que poco después arribaron al puerto de Cumaná, ignorantes de haber sido evacuada la ciudad por las tropas realistas. Y no para en eso el exterminio, como se verá luego.

Mariño y su ejército entran victoriosos a la capital de la Provincia. Piar sigue sobre Barcelona. Allí se halla el Mariscal Juan Manuel de Cajigal y con él José Tomás Rodríguez Bobes y Francisco Tomás Morales, dos españoles cuyos proce¬dimientos en el año de 1814, apagarían por su ferocidad los crímenes consumados por Zerbériz, Antoñanzas y Zuasola. El 19 de agosto desaloja Piar a Cajigal, quien se retira camino del Sur, perseguido hasta el pueblo de San Mateo. Allí sabe que Cajigal siguió para Angostura y que Rodríguez Bobes y Morales buscaron hacia los llanos guariqueños; y regresa a Barcelona.

Al llegar a Zerbériz la noticia de la salida de Antoñanzas y la ocupación de Cumaná por los patriotas, evacúa Yaguara¬paro y se embarca rumbo a Angostura.  Bermúdez marcha de Irapa y entra a la plaza abandonada. Después continúa en paseo triunfal sobre Río Caribe, Carúpano y Cariaco, hasta llegar a Cumaná, en donde encuentra a Mariño reconocido ya con el carácter de General en Jefe de los ejércitos patriotas.

La entrada de Bermúdez a Carúpano, en medio del contento y vítores de los simpatizadores, es, no obstante, ensom¬brecida por el fusilamiento de algunos realistas, entre ellos Manuel Marañan, José Hilario Domínguez, Santiago Villacastín y José Barradas y Martínez, hermano del notable hijo de Orotava Isidro Barradas y Martínez.68

Y continúa la matanza. El 20 de setiembre se descubre una conspiración en Cumaná, y apresados sesenta y nueve individuos, son fusilados de orden de Mariño, cuarenta y siete españoles; Arismendi, en Margarita, no logra salvar al ex-go- bernador Pascual Martínez y a los veintiocho compañeros de que se hizo mención páginas antes; y luego, ya incorporado Bermúdez a Mariño, son sacrificados en la sabaneta de El Barbudo, a orillas del Manzanares, ciento veintidós realistas más, entre ellos Juan Manuel de Tejada y un hermano, José de Torruellas, Santiago de Capdeviela, Juan Francisco de Alba, José Raposo, José Abellanet, Domingo Bosch, Manuel Roche, Domingo Torres, Rafael Lovera, Jaime de Sans, y Jaime de Riva, españoles distinguidos moradores de Cumaná. También perecieron allí los venezolanos José María Fernández, Antonio Blanco, Juan Totesau y José María Núñez.

Triunfantes los republicanos en el oriente de Venezuela, como en el centro y en occidente, los realistas no se dan a partido y continúa la guerra más encendida que nunca, emu¬lándose los combatientes en el ardor del exterminio. Son venezolanos realistas contra venezolanos justadores por crear la Patria propia. Y resultó al final, que quienes más sufrieron fueron las altas clases sociales, pues siendo ellas las iniciadoras e impulsoras de la gran revolución, todo lo consumieron —hogares, riquezas, bienestar, vidas— en la horrible vorágine de fuego y sangre; pero resultó también que en medio al desastre del organismo social, nacional surgió la transformación sociológica más fecunda que ha tenido Venezuela: prestigiada por el heroísmo de sus servicios, la Democracia se alzó pujante y vigorosa.

La destrucción de los ejércitos realistas que operaban en las regiones orientales, impide a Monteverde organizar mayor número de fuerzas para lanzarlas contra los invasores de occi¬dente, coadyuvando así las espadas de Oriente al éxito brillante de la campaña de Bolívar, en ese año de 1813.

Poco después de haber pasado Bermúdez por Carúpano, sufre la población un asalto de Macario Martínez y de su segundo Francisco Quijada. Defienden la plaza el comandante Bernardo Olivier Marcano, que es el Jefe militar, y los oficiales Jerónimo Salazar Vetancourt y Luis Alcalá, quienes sostienen las baterías del puerto. Los asaltantes acometen sobre el cuartel y sobre las mencionadas fortificaciones, pero quedan derrotados. Salazar resulta herido. Martínez y Quijada corren a las serranías de Cusma y Chipichipi y no son perseguidos. Tras breves días transcurridos volverán a atacar y a ocupar la población, en donde capturan a Salazar, todavía curándose la herida que antes recibiera. A poco abandonan la plaza y así mantienen en constante alarma a los moradores, hasta la entrada en Carúpano del terrible coronel Morales.

 

 Fotos de la Universidad https://uptparia.edu.ve/

Las imágenes fueron tomadas por mi persona. y el material u

tilizado está siendo recuperado por su servidor; Pedro Alcázares




























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