Historia de
Carúpano Tavera Acosta Capítulo 17
CAPITULO XVII
1854-1862
— Libertad de los esclavos — “El Libertador de los esclavos” — El Ministro
Planas — Ezequiel Zamo¬ra — Rasgos biográficos — Su estada en Carúpano —
Infi¬dencia del general Julián Castro — La Revolución de Marzo — Derrocamiento
de Monagas — Presidente de la República Julián Castro — Sus antecedentes — La
Revolución federalista — Campaña de Ezequiel Zamora — Ministerio Liberal—
Llegada del general Falcón, jefe de la revolución federalista — Conspiración
contra el Presidente Castro — Infidencia del coronel Casas — Prisión de Castro
— Encárgase de la Presidencia el Designado doctor Cual — La revolución en
Cumaná y en Carúpano — Lo que dicen algunos historiadores — Am¬pliación y
rectificación — Elección en Caracas, de Presi¬dente, Vice presidente y Designado
— Regreso del general Páez — Se le nombra Jefe del Ejército — Renuncia Tovar la
Presidencia — Se encarga el Vice presidente Cual — Infidencia del Coronel
Echezuría — Prisión y derrocamiento de Cual — Páez aclamado para la jefatura
civil y militar — Asume la Dictadura — Documento de los conservadores
dictatoriales de Carúpano — Gober¬nantes de la Provincia de Cumaná — Sacerdotes
que ejercieron en Carúpano hasta fines del siglo XIX.
Bajo
la Presidencia del general José Gregorio Monagas, se realiza una ingente
demostración filantrópica de extraordina¬rios resultados en lo moral, político
y social de los pueblos de Venezuela.
Nos referimos a la libertad de los esclavos, sancio¬nada por él el 24 de marzo
de 1854.
Desde
el 2 de junio de 1816 había declarado el Libertador en Carúpano, la libertad de
los esclavos que tomaran armas en defensa de la Independencia. Así atendía
Bolívar, aunque en parte, a la excitación que le hiciera Petion cuando la
Expe¬dición de Los Cayos, llevada a cabo bajo su protección. Desde entonces
transcurren los años sin que ni el Libertador ni nadie cumpliesen el
ofrecimiento hecho a Petion en aquel año. Y con¬tinuaban los hombres, en pleno
dominio de la República, ven¬diendo y comprando a sus semejantes de la raza
negra como si fueran artículos de comercio. En síntesis, ninguno quiso afrontar
el problema, cuya solución lesionaba múltiples intereses.
Monagas,
inspirado en sus sentimientos generosos, aparte la conveniencia política que de
ella reportara, en unión de su Ministro Simón Planas, pasa el rubicón. Y así,
por su voluntad y en virtud de la disposición .ejecutiva a que se ha hecho
refe¬rencia, obtienen su igualdad social y son desde entonces ciudada¬nos de
una República libre, trece mil esclavos y veintisiete mil manumisos. De allí
que en justicia el nombre de José Gregorio Monagas se conozca con el cognomento
de El Libertador de los esclavos.
Y
circunstancia digna de anotarse por lo consecuencia!: no pasarán cinco años sin
que se vean a esos mismos libertos confundidos con los antiguos amos, haciendo
vida común en los campamentos durante la guerra federalista, y arrostrando
todos juntos en unos y otros bandos, los triunfos y las derrotas. Y se verá
también, en lustros posteriores, cómo en Carúpano y en Cumaná, desaparecidos
algunos apellidos de personas dis¬tinguidas, continuarán esos mismos apellidos
figurando por herencia de la extinguida esclavitud.
Poco
antes había pasado por Carúpano en viaje para Ciudad-Bolívar, el general
Ezequiel Zamora, el magnífico estra¬tega venezolano, quien un lustro después
vendría a ser el gran caudillo de la Federación, y, entre sus compatriotas, un
soberbio paradigma de valor y de actividad militar. En el poco tiempo que
permanece en la ciudad, alójase en la casa del viejo servidor de la
Independencia teniente coronel Antonio Acosta Jiménez, donde se le tributan
cordiales agasajos por todos los liberales del Cantón, honrando así al vencedor
en Quisiro y en Macapo.
Iba
a desempeñar la Comandancia de Armas de Guayana, en cuya capital residió en
1854 y 1855, siendo su Gobernador político Francisco Capella.2
El
5 de marzo de 1858 se da en Valencia el grito de rebelión contra el Gobierno
del general José Tadeo Monagas, quien el año anterior ha hecho reformar la
Constitución que venía rigiendo desde 1830, haciéndose elegir Presidente de la
República por una tercera vez. Encabeza esa revolución el general Julián
Castro, Gobernador de Carabobo, nombrado para ese destino por el mismo Monagas.
En sólo diez días tal revolución, que se llamó de marzo, derroca la
administración monaguera y entra a Caracas sin hacer un tiro ni derramar una
gota de sangre. Traía en sus banderas el lema de “unión de los partidos y
olvido de lo pasado”, lo que la hacía suma¬mente popular.
Monagas,
no obstante tener recursos suficientes con que defenderse, evita los estragos
de la guerra civil, y renuncia la Presidencia, aconsejando a sus amigos no oponer
inconveniente al triunfo definitivo. Pero desde el mismo día en que entra
Castro a Caracas, se viola descaradamente el lema que tanto prestigio le ha
dado por aquellos días. Ante tal violación, Monagas se asila en la Legación de
Francia junto con su familia. Con todo, la intemperancia de las pasiones le
hacen reducir a cautiverio y en resguardo de su vida hasta un protocolo se
firma entre los Representantes de Francia e Inglaterra y el Gobierno de Castro.
Preso
por los menos llamados a hacerlo, es más tarde extrañado del país; y Monagas
con su familia, salen para el destierro. La Convención reunida en Valencia,
nombra a Castro Presidente provisional el 5 de julio.
Julián
Castro “cuando ocupó la Presidencia el general Monagas, volvió a ceñir espada al
servicio de éste y de las sucesivas Administraciones que se apellidaban
liberales. Fue entonces cuando alcanzó valimiento, grados, condecoraciones y
preeminencias de toda especie; y al llegar a la cumbre de los honores y en
momentos en que se condensaba la opinión pública contra un Gobierno que no la
satisfacía, tuvo el general Castro la imperdonable debilidad de volver sus
armas contra aquellos que las habían colocado en sus manos.
No
ha transcurrido un año cuando estalla la Revolución Federalista, que es, puede
decirse, un complemento de la Guerra de Independencia, en el sentido de
entrañar como resultados una gran transformación en el orden sociológico de
Venezuela. Proclámase en Coro el día 20 de febrero de 1859, y el 22 desem¬barca
el general Ezequiel Zamora y asume la jefatura de las
operaciones
en el occidente del país. El general Juan Crisóstomo Falcón, Jefe Supremo
reconocido llegará más tarde. Mientras tanto, naturalmente, la revolución coge
vuelo y viene precedida de un enorme prestigio.
El
glorioso Procer de nuestra Emancipación política general José Antonio Páez,
regresa entre tanto a la patria, asilado como se hallaba hacía ya para dos
lustros. Cuenta aún con muchos amigos y partidarios; mas al ver que receloso
Castro de su inextinguible prestigio, no le da la preponderancia a que es
acreedor, y viendo ya que se complica la situación política por la escisión que
advierte entre los hombres del Poder, aban¬dona de nuevo el país. Pronto,
empero, se le verá tomar y, no obstante su avanzada edad, asumir la Dictadura.
A
todo esto, Castro quiere adelantarse a los sucesos y opta por echarse en brazos
de los liberales. Así, el 20 de junio nombra un nuevo Gabinete compuesto en su
totalidad de elementos de ese matiz político. Todas sus manifestaciones desde
entonces van encaminadas a la reacción contra sus amigos los llamados
conservadores. Y no sólo eso sino que llega hasta expresar que proclamaría la
Federación.
Recelosos
entonces los conservadores, o godos como se les llama, ante tales
demostraciones, se preocupan, se activan, y aconsejados por el deseo de no
hacer un desairado papel, ro¬deando como están a Castro, y de conservar su
preponderancia en las esferas oficiales, organizan una conspiración contra el
Presidente, para ponerle en prisión y proclamar a su vez la Federación,
tratando con ello de quitarle a los revolucionarios la bandera que enarbolan.
Ya
en el ámbito de la República han ocurrido distintos alzamientos todos
favorables al sistema federativo, siendo de observarse que muchos de los alzados
no saben lo que significa federación. Era una revolución eminentemente popular
y los pufeblos iban a ella como atraídos por un mágico señuelo.
Arriba
Falcón por las playas de Palma Sola el 24 de julio. Para esa fecha ya el
general Ezequiel Zamora ha empren¬dido una prodigiosa campaña, que empezó el 22
de febrero para no terminarla sino a fines de diciembre. Al llegar a Caracas la
noticia de haber desembarcado el general Falcón, expide Castro una alocución a
los venezolanos, el 30 del mismo julio.
Volviendo
a la conspiración que se trama contra el Pre-sidente, dice el historiador
González Guinán:
“Para
dar forma concreta al golpe de estado se reunieron e inteligenciaron el citado
coronel de las Casas (jefe militar de Caracas) el Gobernador de la Provincia
señor Nicomedes Zulua¬ga, los jefes de los batallones Convención y 5 de marzo,
el comandante Juan Clemente de las Casas y el capitán Pedro Vallenilla,
edecanes estos últimos del Presidente.
“Desde
el 30 de julio habían dispuesto estos señores prender al General Castro; y como
los acontecimientos se com¬plicaron el 31 por la nueva proclama del Presidente;
por haberse pronunciado por la Federación casi toda la provincia de Aragua y
constituido en La Victoria un gobierno provisorio compuesto por los señores
Felipe Bigotte, Félix M. Alfonzo y Ramón Aguirre; por la reunión de la junta de
notables de Caracas y por la noticia que circuló después, de su disolución,
determinaron llevar a efecto la prisión en la propia casa del Presidente, en la
noche del 31 de julio al l9 de agosto y luego proclamar la Federación, creyendo
de este modo arrebatar a los liberales la bandera que habían enarbolado. El
edecán Pedro Vallenilla sustrajo de la habitación del Presidente las armas de
su uso particular, como medida de precaución; y al amanecer del l9 de agosto le
notificó que estaba preso”.
En
la mañana del mismo día las autoridades y la fuerza pública proclaman la
Federación, vitorean al general Falcón y el batallón 5 de marzo pasea las
calles de Caracas con banderas amarillas. Es sencillamente una farsa, que viene
a dar sus primeros sangrientos resultados el día siguiente, a la llegada del
general Pedro Vicente Aguado, a quien atacan por orden del coronel de las Casas
los dos citados batallones.
El
mismo día 2 se encarga el doctor Pedro Gual de la Presidencia, por ausencia del
Vice presidente Manuel Felipe de Tovar y en su carácter de Designado.
Y
así, tras la traición de Castro, viene la del coronel de las Casas y no pasarán
dos años sin que ocurra la del coronel Echezuría, reduciendo a prisión al
doctor Gual.
El
derrocado Presidente Castro permanece preso hasta el año siguiente (1860). Es
enjuiciado y a la postre se le extraña del país. En definitiva: un proceso
semejante al que le siguieron a Monagas.
El
Ministerio del 20 de junio y los sucesos 1’ y 2 de agosto tienen intensa
repercusión en las regiones orientales. Cumaná, con el apoyo del Comandante de
Armas coronel Mateo Plaza, se pronuncia el 14 de agosto por el sistema federal.
Entre las primeras disposiciones militares que se toman una es la de despachar
para Carúpano a los comandantes Saturio Acosta y Anizeto Quintana, y otra la de
enviar al general Enrique Luzón sobre Maturín, a levantar fuerzas y ocupar
ambas ciu¬dades. Los primeros llegan a Carúpano el 17 de setiembre y el
elemento liberal los rodea.
A
continuación transcribimos unos fragmentos publicados en 1913, de nuestra obra
Lo Histórico—De la Guerra Federal, que amplían y rectifican lo escrito por el
general Luis Level de Goda en el capítulo XII de su Historia Contemporánea de
Venezuela, sobre los sucesos anteriores y posteriores al combate en Carúpano el
13 y 14 de octubre, y sobre esa misma acción.
“El
primero que en las regiones orientales de Venezuela se puso en armas contra la
revolución de marzo, fue Víctor Verde, quien atacó a las autoridades de San
José de Areocuar (Carúpano), el día 18 de mayo de 1858; y así continuó en las
serranías vecinas hasta el año siguiente, teniendo en movimiento a las
autoridades del Cantón. Después, para marzo de 1859 ya habían sucedido el
alzamiento de los hijos de Sotillo en Santa Ana (Barcelona) y otras poblaciones
vecinas, y el de la Loma de la Virgen, entre San Antonio y El Copey, (Cumaná),
enca¬bezado por José María Manosalva y Juan Bautista Guillén, a quienes acompañaron
Carmen Castro, los Coraspe, Tomás y Andrés Manosalva, hermanos de José María,
José Sánchez y otros, quienes fueron dispersados en el mismo mes por el
coman¬dante José María Rubín. Los Sotillo fueron derrotados en Las Piedras el
16 de abril por el general José María Zamora, y los de la Loma de la Virgen, ya
al mando de Carmen Castro, en Arenas, por el mismo Rubín, en el mismo mes. Para
ese mes de abril volvieron a alzarse en las cercanías de San José, Víctor y
Pedro Verde, Anizeto Figuera, Juan Beaumont y otros, los cuales después de
haber rechazado al comandante González Fuentes, fueron a su vez dispersados por
el comandante Jorge Southerland, jefe militar de Carúpano, muriendo en la
acción el valiente Víctor Verde, el 8 de julio. Tales fueron en las provincias
de Cumaná y Barcelona los primeros movimientos revolucionarios por la Causa
federalista.
“Era
a la sazón Gobernador de la Provincia de Cumaná el señor José María Betancourt
Machado y Jefe militar el comandante Cesáreo Prada.
“Para
el citado mes de abril ya habían llegado a la ciudad del Manzanares, remitidos
por las autoridades de Carú¬pano, los comandantes José Eusebio y Saturio
Acosta, y Anizeto Quintana, por ser partidarios de la revolución y aparecer
como instigadores del alzamiento de Víctor Verde y sus compañeros. De igual
modo había sido remitido desde Maturín don Genaro Ferrer.
“Casi
a raíz del cambio de Gabinete, el 20 de junio, y de las demás demostraciones
que hacía el general Julián Castro de echarse decididamente en brazos de los liberales,
tramaron éstos en Cumaná una conspiración para apoderarse del cuartel.
Lleváronla a cabo el domingo 3 de julio; pero fueron bizarra¬mente rechazados
por el Gobernador Betancourt. Los federa¬listas entonces con Don Genaro Ferrer
por jefe, se retiraron al sitio denominado El Cascajal, a inmediaciones de la
población. Entre esos federalistas estaban los hermanos Acosta y Anizeto
Quintana. Don Genaro no era hombre de armas y sólo su respetabilidad individual
y su decisión por la Causa, hiciéronle reconocer por los momentos como
Director.
“Días
después llegó de Caracas el coronel Mateo Plaza, nombrado Jefe Militar de la
provincia. Plaza simpatizaba con los revolucionarios. A su llegada y después de
verificada la prisión del general Castro, el l9 de agosto, y de los sucesos del
2, los de El Cascajal y los de la Loma de la Virgen, le rodearon; y bajo su
autoridad se organizó una fuerza como de quinientas plazas, compuesta de cinco
compañías o columnas, así: l9 y 29 jefes comandantes José Jesús Vallenilla Co
va, que ejercía también de Jefe militar de la plaza, y Sixto Blanco, y
capitanes de la primera, segunda, tercera, cuarta y quinta compañía, los
capitanes Juan José Castillejo, Carmen Castro, José María Manosalva, Julián
Ponce y Domingo Hernández, respectivamente.
“Estas
tropas junto con el Gobernador nombrado, Manuel Escalante, y otros individuos,
entre ellos el mismo coronel Plaza, firmaron el 14 de agosto un pronunciamiento
por el sistema federal que era todo un programa de Gobierno.
“Entre
las primeras medidas militares tomadas por el coronel Plaza, fue una la de
despachar a los comandantes Satu- rio Acosta y Anizeto Quintana con algunos
hombres para Carúpano; y fue otra, la de disponer que el general Enrique Luzón
y el comandante José Eusebio Acosta, marchasen sobre Maturín. En compañía de
Luzón marchó también el oficial José Victorio Guevara. Ambas comisiones estaban
destinadas a orga¬nizar tropas y sostener aquellas dos ciudades.
“El
comandante Saturio Acosta salió con el cargo de Jefe militar de la plaza de
Carúpano. Su hermano José Eusebio le acompañó, para seguir luego por la vía de
Cariaco a reunirse con Luzón. En el tránsito aumentó Saturio sus fuerzas y a
esta base añadió los hombres de Juan Beaumont, Anizeto Figuera, Domingo
Jiménez, Pedro Verde y Eusebio Cova, quienes aún continuaban en armas por los
cerros de Macanillar, La Peña y Silbador, cerca de San José. A la compañía que
se formó con ellos se denominó Columna Campiare. También concurrió al llamado
del comandante Acosta, Fermín Laya quien se hallaba con una guerrilla armada en
La Corona, entre Río Caribe y Tunapuí. Al saber Southerland que el comandante
Saturio Acosta se aproximaba, abandonó la plaza de Carúpano, que ocupó
inmediatamente aquél el 17 de setiembre.
“Con
el concurso de José Miguel Font, los Quintana, los Raffetty, los Morandi, los
Guevara, los Morales, Pérez Mujica, Francisco Bastardo, Antonio Russián, José
Antonio Marín, José Rafael Pérez, Manuel María Alonzo y otros liberales de la
localidad, aumentó Acosta a unos doscientos y tantos hombres de pelea la
guarnición de su mando.
“Pero
retrocedamos al mes anterior.
“Pocos
días después del pronunciamiento del 14 de agosto, organizó Plaza una
expedición sobre Barcelona, la cual salió al mando de los coroneles José
González y Tomás Caballero. Ocupaban la ciudad del Neverí el Gobernador de la
Provincia José María Sucre y el jefe de las armas comandante José María
Frontado. Muy en breve se hizo jefe de dicha expe¬dición el comandante Julio
Monagas, quien había marchado con ella desde Cumaná y a cuyas insinuaciones se
había organizado.
“Llegaron
frente a Barcelona el 27 de ese mes de agosto y desde el mismo día sitiaron la
plaza. Este sitio duró nueve días y lo
rompió gallardamente el intrépido comandante Andrés Avelino Pinto, el 5 de setiembre,
tras recio choque que dio para entrar en auxilio de sus compañeros. Los
federalistas tuvieron que retirarse y a poco se dispersaron, quedando un tanto
menos que vencida la revolución en Barcelona, donde no volvieron a alzar la
cabeza sino meses después. Pero aún quedaban ocupadas en la vecina provincia
Cumaná y Carúpano.
“Bajo
las informaciones del Gobernador Betancourt, el Gobierno del doctor Gual
procedió activamente y se organizó en Margarita una expedición militar que se
puso al mando del general Policarpo Mata con el propósito de someterlas. Con el
general Mata debían obrar de concierto, como lo hicieron, el comandante Pedro
Elias Rojas y Domingo Manterola, por la parte del interior de Carúpano, que era
el primer punto que debían atacar.
“Plaza,
al saber que esta expedición se preparaba para ir sobre el comandante Saturio
Acosta, nombró al comandante Vallenilla Cova de Jefe de Operaciones del Cantón
con el grado de coronel y lo despachó con una columna de cincuenta hom¬bres de
la División Flanqueadores, en auxilio de Carúpano, a cuyo jefe se le reconoció
también como coronel. Vallenilla Cova llegó oportunamente a Carúpano, el lunes
10 de octubre y con el contingente que trajo, se aumentó la guarnición a unos
doscientos ochenta y tantos hombres. Con el nuevo jefe de operaciones llegó el
coronel José González.
“Las
fuerzas oligarcas que traía el general Mata pasaban de quinientos hombres, y
las del comandante Rojas y Manterola montarían a unos cuatrocientos escasos.
Hecha la combinación, mientras estos últimos se presentaban por su lado, Mata
desem-barcaba y atacaba por La Sabaneta, no sin haber enviado antes
parlamentario en la mañana del 13 pidiendo la plaza, a lo que contestaron
negativamente sus defensores. Un grave error fue el de Vallenilla y Acosta
esperar allí la expedición y ofrecerle combate siendo tres veces inferiores en
número y atrincherarse en un espacio de dos cuadras apenas.
“Rotos
los fuegos en El Mangle (sur de la ciudad) por el coronel González y cargado
rudamente, tuvo que replegarse a las trincheras, en donde se estableció
reciamente la pelea, que terminó ese día con las primeras horas del crepúsculo.
Las fuerzas del general Mata ocupaban ya casi toda la parroquia Santa Rosa
(parte norte de la ciudad) mientras que las de Rojas y Manterola las
estrechaban por el lado opuesto. Reanudóse al día siguiente el combate con
indomable valor; pero antes de llegar el medio día, heridos ya Vallenilla,
Acosta, José Raffetty, que era Jefe de Estado Mayor, José Miguel Font, Quintana
y otros entre los principales, diezmados terriblemente, contándose ya más de
ochenta muertos y mayor número de heri¬dos y agotado el parque, quedaron
vencidos los federalistas. En poder de los triunfadores cayeron prisioneros y
heridos Acosta, Raffetty y Font. Algunos lograron salvarse. El coronel José
González, que no pudo escapar, cayó también prisionero. Vallenilla Cova, herido
se refugió en casa de la familia Visso y al cabo de algunos días logró
embarcarse para las Antillas, y se salvó. Acosta pudo más tarde escapar también
embar¬cándose en la goleta española Telemina con rumbo a St. Thomas, y de allí
meses después regresó y se incorporó a los Sotillo y Monagas, junto con quienes
combatió en Tabasca, Guanipa y La Cureña o El Palito.
“Parte
de las tropas del Gobierno cometieron excesos tristemente deplorables. Allí
fueron victimados después de ocupada la plaza, el comandante Anizeto Quintana,
herido ya en el combate, los capitanes Juan Baldomcro González, Martín
Larrañaga, Agustín Zúñiga y otros de menor graduación. Entre las casas pasadas
a saco se contaron las de Bastardo, Acosta, Marten, Pérez Mujica, Villarroel y
Raffetty. Los que se asilaron en la casa mercantil del señor Andrés Pietri,
francés, se salvaron de ser sacrifcados, gracias a la entereza y hombría de
bien del comandante Heriberto Hernández, de la fuerza del Gobierno, quien
impidió con toda decisión la entrada al grupo victi- mano.10Y es justo
consignar que el Gobernador Betancourt escribió más tarde a su Gobierno
reprobando los hechos feroces consumados el 14 después de concluida la pelea.
“Mientras
tanto ¿qué hacía quien dentro de breve tiempo iba a destacar con grandísimo
relieve su figura militar y quien a vuelta de pocos años vendría a ser el jefe
y centro de los libe¬rales de Oriente?
“De
Carúpano, no sin antes aconsejar a su hermano que en caso de ser atacado no
librara acción allí, se dirigió José Eusebio Acosta por la vía de Cariaco a
reunirse con el general Luzón, quien operaba en jurisdicción de Maturín. En el
tránsito, en sus posesiones pecuarias, entre Catuaro, Santa Cruz y Santa María,
organizó una columna con la que triunfó el 28 de agosto sobre el comandante
José Miguel Barreto, en La Plazeta, y se incorporó a Luzón en el pueblo de San
Félix. Allí fue comple¬tamente derrotado este General el 2 de setiembre por el
coman¬dante Julián Marrero. Luzón, después de algunas correrías por aquellos
contornos, recogió algunos dispersos y recaló a Cumaná en la noche del 20 del
mes siguiente. En la mañana del 21 el coronel Plaza abandonó la ciudad,
dirigiéndose a los llanos de Barcelona. Quedó el general Luzón encargado del
mando militar de la plaza, pero a su vez la evacuó en la noche del 21 al 22,
siguiendo al coronel Plaza hacia los campamentos de los Sotillo.
Digitalizado por Pedro Alcázares.
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