domingo, 22 de junio de 2025

Historia de Carúpano Tavera Acosta Capítulo 17

 

Historia de Carúpano Tavera Acosta Capítulo 17

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CAPITULO XVII

1854-1862 — Libertad de los esclavos — “El Libertador de los esclavos” — El Ministro Planas — Ezequiel Zamo¬ra — Rasgos biográficos — Su estada en Carúpano — Infi¬dencia del general Julián Castro — La Revolución de Marzo — Derrocamiento de Monagas — Presidente de la República Julián Castro — Sus antecedentes — La Revolución federalista — Campaña de Ezequiel Zamora — Ministerio Liberal— Llegada del general Falcón, jefe de la revolución federalista — Conspiración contra el Presidente Castro — Infidencia del coronel Casas — Prisión de Castro — Encárgase de la Presidencia el Designado doctor Cual — La revolución en Cumaná y en Carúpano — Lo que dicen algunos historiadores — Am¬pliación y rectificación — Elección en Caracas, de Presi¬dente, Vice presidente y Designado — Regreso del general Páez — Se le nombra Jefe del Ejército — Renuncia Tovar la Presidencia — Se encarga el Vice presidente Cual — Infidencia del Coronel Echezuría — Prisión y derrocamiento de Cual — Páez aclamado para la jefatura civil y militar — Asume la Dictadura — Documento de los conservadores dictatoriales de Carúpano — Gober¬nantes de la Provincia de Cumaná — Sacerdotes que ejercieron en Carúpano hasta fines del siglo XIX.

Bajo la Presidencia del general José Gregorio Monagas, se realiza una ingente demostración filantrópica de extraordina¬rios resultados en lo moral, político y social de los pueblos de  Venezuela. Nos referimos a la libertad de los esclavos, sancio¬nada por él el 24 de marzo de 1854.

Desde el 2 de junio de 1816 había declarado el Libertador en Carúpano, la libertad de los esclavos que tomaran armas en defensa de la Independencia. Así atendía Bolívar, aunque en parte, a la excitación que le hiciera Petion cuando la Expe¬dición de Los Cayos, llevada a cabo bajo su protección. Desde entonces transcurren los años sin que ni el Libertador ni nadie cumpliesen el ofrecimiento hecho a Petion en aquel año. Y con¬tinuaban los hombres, en pleno dominio de la República, ven¬diendo y comprando a sus semejantes de la raza negra como si fueran artículos de comercio. En síntesis, ninguno quiso afrontar el problema, cuya solución lesionaba múltiples intereses.

Monagas, inspirado en sus sentimientos generosos, aparte la conveniencia política que de ella reportara, en unión de su Ministro Simón Planas, pasa el rubicón. Y así, por su voluntad y en virtud de la disposición .ejecutiva a que se ha hecho refe¬rencia, obtienen su igualdad social y son desde entonces ciudada¬nos de una República libre, trece mil esclavos y veintisiete mil manumisos. De allí que en justicia el nombre de José Gregorio Monagas se conozca con el cognomento de El Libertador de los esclavos.

Y circunstancia digna de anotarse por lo consecuencia!: no pasarán cinco años sin que se vean a esos mismos libertos confundidos con los antiguos amos, haciendo vida común en los campamentos durante la guerra federalista, y arrostrando todos juntos en unos y otros bandos, los triunfos y las derrotas. Y se verá también, en lustros posteriores, cómo en Carúpano y en Cumaná, desaparecidos algunos apellidos de personas dis¬tinguidas, continuarán esos mismos apellidos figurando por herencia de la extinguida esclavitud.

Poco antes había pasado por Carúpano en viaje para Ciudad-Bolívar, el general Ezequiel Zamora, el magnífico estra¬tega venezolano, quien un lustro después vendría a ser el gran caudillo de la Federación, y, entre sus compatriotas, un soberbio paradigma de valor y de actividad militar. En el poco tiempo que permanece en la ciudad, alójase en la casa del viejo servidor de la Independencia teniente coronel Antonio Acosta Jiménez, donde se le tributan cordiales agasajos por todos los liberales del Cantón, honrando así al vencedor en Quisiro y en Macapo.

Iba a desempeñar la Comandancia de Armas de Guayana, en cuya capital residió en 1854 y 1855, siendo su Gobernador político Francisco Capella.2

El 5 de marzo de 1858 se da en Valencia el grito de rebelión contra el Gobierno del general José Tadeo Monagas, quien el año anterior ha hecho reformar la Constitución que venía rigiendo desde 1830, haciéndose elegir Presidente de la República por una tercera vez. Encabeza esa revolución el general Julián Castro, Gobernador de Carabobo, nombrado para ese destino por el mismo Monagas. En sólo diez días tal revolución, que se llamó de marzo, derroca la administración monaguera y entra a Caracas sin hacer un tiro ni derramar una gota de sangre. Traía en sus banderas el lema de “unión de los partidos y olvido de lo pasado”, lo que la hacía suma¬mente popular.

Monagas, no obstante tener recursos suficientes con que defenderse, evita los estragos de la guerra civil, y renuncia la Presidencia, aconsejando a sus amigos no oponer inconveniente al triunfo definitivo. Pero desde el mismo día en que entra Castro a Caracas, se viola descaradamente el lema que tanto prestigio le ha dado por aquellos días. Ante tal violación, Monagas se asila en la Legación de Francia junto con su familia. Con todo, la intemperancia de las pasiones le hacen reducir a cautiverio y en resguardo de su vida hasta un protocolo se firma entre los Representantes de Francia e Inglaterra y el Gobierno de Castro.

Preso por los menos llamados a hacerlo, es más tarde extrañado del país; y Monagas con su familia, salen para el destierro. La Convención reunida en Valencia, nombra a Castro Presidente provisional el 5 de julio.

Julián Castro “cuando ocupó la Presidencia el general Monagas, volvió a ceñir espada al servicio de éste y de las sucesivas Administraciones que se apellidaban liberales. Fue entonces cuando alcanzó valimiento, grados, condecoraciones y preeminencias de toda especie; y al llegar a la cumbre de los honores y en momentos en que se condensaba la opinión pública contra un Gobierno que no la satisfacía, tuvo el general Castro la imperdonable debilidad de volver sus armas contra aquellos que las habían colocado en sus manos.

No ha transcurrido un año cuando estalla la Revolución Federalista, que es, puede decirse, un complemento de la Guerra de Independencia, en el sentido de entrañar como resultados una gran transformación en el orden sociológico de Venezuela. Proclámase en Coro el día 20 de febrero de 1859, y el 22 desem¬barca el general Ezequiel Zamora y asume la jefatura de las

operaciones en el occidente del país. El general Juan Crisóstomo Falcón, Jefe Supremo reconocido llegará más tarde. Mientras tanto, naturalmente, la revolución coge vuelo y viene precedida de un enorme prestigio.

El glorioso Procer de nuestra Emancipación política general José Antonio Páez, regresa entre tanto a la patria, asilado como se hallaba hacía ya para dos lustros. Cuenta aún con muchos amigos y partidarios; mas al ver que receloso Castro de su inextinguible prestigio, no le da la preponderancia a que es acreedor, y viendo ya que se complica la situación política por la escisión que advierte entre los hombres del Poder, aban¬dona de nuevo el país. Pronto, empero, se le verá tomar y, no obstante su avanzada edad, asumir la Dictadura.

A todo esto, Castro quiere adelantarse a los sucesos y opta por echarse en brazos de los liberales. Así, el 20 de junio nombra un nuevo Gabinete compuesto en su totalidad de elementos de ese matiz político. Todas sus manifestaciones desde entonces van encaminadas a la reacción contra sus amigos los llamados conservadores. Y no sólo eso sino que llega hasta expresar que proclamaría la Federación.

Recelosos entonces los conservadores, o godos como se les llama, ante tales demostraciones, se preocupan, se activan, y aconsejados por el deseo de no hacer un desairado papel, ro¬deando como están a Castro, y de conservar su preponderancia en las esferas oficiales, organizan una conspiración contra el Presidente, para ponerle en prisión y proclamar a su vez la Federación, tratando con ello de quitarle a los revolucionarios la bandera que enarbolan.

Ya en el ámbito de la República han ocurrido distintos alzamientos todos favorables al sistema federativo, siendo de observarse que muchos de los alzados no saben lo que significa federación. Era una revolución eminentemente popular y los pufeblos iban a ella como atraídos por un mágico señuelo.

Arriba Falcón por las playas de Palma Sola el 24 de julio. Para esa fecha ya el general Ezequiel Zamora ha empren¬dido una prodigiosa campaña, que empezó el 22 de febrero para no terminarla sino a fines de diciembre. Al llegar a Caracas la noticia de haber desembarcado el general Falcón, expide Castro una alocución a los venezolanos, el 30 del mismo julio.

Volviendo a la conspiración que se trama contra el Pre-sidente, dice el historiador González Guinán:

“Para dar forma concreta al golpe de estado se reunieron e inteligenciaron el citado coronel de las Casas (jefe militar de Caracas) el Gobernador de la Provincia señor Nicomedes Zulua¬ga, los jefes de los batallones Convención y 5 de marzo, el comandante Juan Clemente de las Casas y el capitán Pedro Vallenilla, edecanes estos últimos del Presidente.

“Desde el 30 de julio habían dispuesto estos señores prender al General Castro; y como los acontecimientos se com¬plicaron el 31 por la nueva proclama del Presidente; por haberse pronunciado por la Federación casi toda la provincia de Aragua y constituido en La Victoria un gobierno provisorio compuesto por los señores Felipe Bigotte, Félix M. Alfonzo y Ramón Aguirre; por la reunión de la junta de notables de Caracas y por la noticia que circuló después, de su disolución, determinaron llevar a efecto la prisión en la propia casa del Presidente, en la noche del 31 de julio al l9 de agosto y luego proclamar la Federación, creyendo de este modo arrebatar a los liberales la bandera que habían enarbolado. El edecán Pedro Vallenilla sustrajo de la habitación del Presidente las armas de su uso particular, como medida de precaución; y al amanecer del l9 de agosto le notificó que estaba preso”.

En la mañana del mismo día las autoridades y la fuerza pública proclaman la Federación, vitorean al general Falcón y el batallón 5 de marzo pasea las calles de Caracas con banderas amarillas. Es sencillamente una farsa, que viene a dar sus primeros sangrientos resultados el día siguiente, a la llegada del general Pedro Vicente Aguado, a quien atacan por orden del coronel de las Casas los dos citados batallones.

El mismo día 2 se encarga el doctor Pedro Gual de la Presidencia, por ausencia del Vice presidente Manuel Felipe de Tovar y en su carácter de Designado.

Y así, tras la traición de Castro, viene la del coronel de las Casas y no pasarán dos años sin que ocurra la del coronel Echezuría, reduciendo a prisión al doctor Gual.

El derrocado Presidente Castro permanece preso hasta el año siguiente (1860). Es enjuiciado y a la postre se le extraña del país. En definitiva: un proceso semejante al que le siguieron a Monagas.

El Ministerio del 20 de junio y los sucesos 1’ y 2 de agosto tienen intensa repercusión en las regiones orientales. Cumaná, con el apoyo del Comandante de Armas coronel Mateo Plaza, se pronuncia el 14 de agosto por el sistema federal. Entre las primeras disposiciones militares que se toman una es la de despachar para Carúpano a los comandantes Saturio Acosta y Anizeto Quintana, y otra la de enviar al general Enrique Luzón sobre Maturín, a levantar fuerzas y ocupar ambas ciu¬dades. Los primeros llegan a Carúpano el 17 de setiembre y el elemento liberal los rodea.

A continuación transcribimos unos fragmentos publicados en 1913, de nuestra obra Lo Histórico—De la Guerra Federal, que amplían y rectifican lo escrito por el general Luis Level de Goda en el capítulo XII de su Historia Contemporánea de Venezuela, sobre los sucesos anteriores y posteriores al combate en Carúpano el 13 y 14 de octubre, y sobre esa misma acción.

“El primero que en las regiones orientales de Venezuela se puso en armas contra la revolución de marzo, fue Víctor Verde, quien atacó a las autoridades de San José de Areocuar (Carúpano), el día 18 de mayo de 1858; y así continuó en las serranías vecinas hasta el año siguiente, teniendo en movimiento a las autoridades del Cantón. Después, para marzo de 1859 ya habían sucedido el alzamiento de los hijos de Sotillo en Santa Ana (Barcelona) y otras poblaciones vecinas, y el de la Loma de la Virgen, entre San Antonio y El Copey, (Cumaná), enca¬bezado por José María Manosalva y Juan Bautista Guillén, a quienes acompañaron Carmen Castro, los Coraspe, Tomás y Andrés Manosalva, hermanos de José María, José Sánchez y otros, quienes fueron dispersados en el mismo mes por el coman¬dante José María Rubín. Los Sotillo fueron derrotados en Las Piedras el 16 de abril por el general José María Zamora, y los de la Loma de la Virgen, ya al mando de Carmen Castro, en Arenas, por el mismo Rubín, en el mismo mes. Para ese mes de abril volvieron a alzarse en las cercanías de San José, Víctor y Pedro Verde, Anizeto Figuera, Juan Beaumont y otros, los cuales después de haber rechazado al comandante González Fuentes, fueron a su vez dispersados por el comandante Jorge Southerland, jefe militar de Carúpano, muriendo en la acción el valiente Víctor Verde, el 8 de julio. Tales fueron en las provincias de Cumaná y Barcelona los primeros movimientos revolucionarios por la Causa federalista.

“Era a la sazón Gobernador de la Provincia de Cumaná el señor José María Betancourt Machado y Jefe militar el comandante Cesáreo Prada.

“Para el citado mes de abril ya habían llegado a la ciudad del Manzanares, remitidos por las autoridades de Carú¬pano, los comandantes José Eusebio y Saturio Acosta, y Anizeto Quintana, por ser partidarios de la revolución y aparecer como instigadores del alzamiento de Víctor Verde y sus compañeros. De igual modo había sido remitido desde Maturín don Genaro Ferrer.

“Casi a raíz del cambio de Gabinete, el 20 de junio, y de las demás demostraciones que hacía el general Julián Castro de echarse decididamente en brazos de los liberales, tramaron éstos en Cumaná una conspiración para apoderarse del cuartel. Lleváronla a cabo el domingo 3 de julio; pero fueron bizarra¬mente rechazados por el Gobernador Betancourt. Los federa¬listas entonces con Don Genaro Ferrer por jefe, se retiraron al sitio denominado El Cascajal, a inmediaciones de la población. Entre esos federalistas estaban los hermanos Acosta y Anizeto Quintana. Don Genaro no era hombre de armas y sólo su respetabilidad individual y su decisión por la Causa, hiciéronle reconocer por los momentos como Director.

“Días después llegó de Caracas el coronel Mateo Plaza, nombrado Jefe Militar de la provincia. Plaza simpatizaba con los revolucionarios. A su llegada y después de verificada la prisión del general Castro, el l9 de agosto, y de los sucesos del 2, los de El Cascajal y los de la Loma de la Virgen, le rodearon; y bajo su autoridad se organizó una fuerza como de quinientas plazas, compuesta de cinco compañías o columnas, así: l9 y 29 jefes comandantes José Jesús Vallenilla Co va, que ejercía también de Jefe militar de la plaza, y Sixto Blanco, y capitanes de la primera, segunda, tercera, cuarta y quinta compañía, los capitanes Juan José Castillejo, Carmen Castro, José María Manosalva, Julián Ponce y Domingo Hernández, respectivamente.

“Estas tropas junto con el Gobernador nombrado, Manuel Escalante, y otros individuos, entre ellos el mismo coronel Plaza, firmaron el 14 de agosto un pronunciamiento por el sistema federal que era todo un programa de Gobierno.

“Entre las primeras medidas militares tomadas por el coronel Plaza, fue una la de despachar a los comandantes Satu- rio Acosta y Anizeto Quintana con algunos hombres para Carúpano; y fue otra, la de disponer que el general Enrique Luzón y el comandante José Eusebio Acosta, marchasen sobre Maturín. En compañía de Luzón marchó también el oficial José Victorio Guevara. Ambas comisiones estaban destinadas a orga¬nizar tropas y sostener aquellas dos ciudades.

“El comandante Saturio Acosta salió con el cargo de Jefe militar de la plaza de Carúpano. Su hermano José Eusebio le acompañó, para seguir luego por la vía de Cariaco a reunirse con Luzón. En el tránsito aumentó Saturio sus fuerzas y a esta base añadió los hombres de Juan Beaumont, Anizeto Figuera, Domingo Jiménez, Pedro Verde y Eusebio Cova, quienes aún continuaban en armas por los cerros de Macanillar, La Peña y Silbador, cerca de San José. A la compañía que se formó con ellos se denominó Columna Campiare. También concurrió al llamado del comandante Acosta, Fermín Laya quien se hallaba con una guerrilla armada en La Corona, entre Río Caribe y Tunapuí. Al saber Southerland que el comandante Saturio Acosta se aproximaba, abandonó la plaza de Carúpano, que ocupó inmediatamente aquél el 17 de setiembre.

“Con el concurso de José Miguel Font, los Quintana, los Raffetty, los Morandi, los Guevara, los Morales, Pérez Mujica, Francisco Bastardo, Antonio Russián, José Antonio Marín, José Rafael Pérez, Manuel María Alonzo y otros liberales de la localidad, aumentó Acosta a unos doscientos y tantos hombres de pelea la guarnición de su mando.

“Pero retrocedamos al mes anterior.

“Pocos días después del pronunciamiento del 14 de agosto, organizó Plaza una expedición sobre Barcelona, la cual salió al mando de los coroneles José González y Tomás Caballero. Ocupaban la ciudad del Neverí el Gobernador de la Provincia José María Sucre y el jefe de las armas comandante José María Frontado. Muy en breve se hizo jefe de dicha expe¬dición el comandante Julio Monagas, quien había marchado con ella desde Cumaná y a cuyas insinuaciones se había organizado.

“Llegaron frente a Barcelona el 27 de ese mes de agosto y desde el mismo día sitiaron la plaza. Este sitio duró nueve  días y lo rompió gallardamente el intrépido comandante Andrés Avelino Pinto, el 5 de setiembre, tras recio choque que dio para entrar en auxilio de sus compañeros. Los federalistas tuvieron que retirarse y a poco se dispersaron, quedando un tanto menos que vencida la revolución en Barcelona, donde no volvieron a alzar la cabeza sino meses después. Pero aún quedaban ocupadas en la vecina provincia Cumaná y Carúpano.

“Bajo las informaciones del Gobernador Betancourt, el Gobierno del doctor Gual procedió activamente y se organizó en Margarita una expedición militar que se puso al mando del general Policarpo Mata con el propósito de someterlas. Con el general Mata debían obrar de concierto, como lo hicieron, el comandante Pedro Elias Rojas y Domingo Manterola, por la parte del interior de Carúpano, que era el primer punto que debían atacar.

“Plaza, al saber que esta expedición se preparaba para ir sobre el comandante Saturio Acosta, nombró al comandante Vallenilla Cova de Jefe de Operaciones del Cantón con el grado de coronel y lo despachó con una columna de cincuenta hom¬bres de la División Flanqueadores, en auxilio de Carúpano, a cuyo jefe se le reconoció también como coronel. Vallenilla Cova llegó oportunamente a Carúpano, el lunes 10 de octubre y con el contingente que trajo, se aumentó la guarnición a unos doscientos ochenta y tantos hombres. Con el nuevo jefe de operaciones llegó el coronel José González.

“Las fuerzas oligarcas que traía el general Mata pasaban de quinientos hombres, y las del comandante Rojas y Manterola montarían a unos cuatrocientos escasos. Hecha la combinación, mientras estos últimos se presentaban por su lado, Mata desem-barcaba y atacaba por La Sabaneta, no sin haber enviado antes parlamentario en la mañana del 13 pidiendo la plaza, a lo que contestaron negativamente sus defensores. Un grave error fue el de Vallenilla y Acosta esperar allí la expedición y ofrecerle combate siendo tres veces inferiores en número y atrincherarse en un espacio de dos cuadras apenas.

“Rotos los fuegos en El Mangle (sur de la ciudad) por el coronel González y cargado rudamente, tuvo que replegarse a las trincheras, en donde se estableció reciamente la pelea, que terminó ese día con las primeras horas del crepúsculo. Las fuerzas del general Mata ocupaban ya casi toda la parroquia Santa Rosa (parte norte de la ciudad) mientras que las de Rojas y Manterola las estrechaban por el lado opuesto. Reanudóse al día siguiente el combate con indomable valor; pero antes de llegar el medio día, heridos ya Vallenilla, Acosta, José Raffetty, que era Jefe de Estado Mayor, José Miguel Font, Quintana y otros entre los principales, diezmados terriblemente, contándose ya más de ochenta muertos y mayor número de heri¬dos y agotado el parque, quedaron vencidos los federalistas. En poder de los triunfadores cayeron prisioneros y heridos Acosta, Raffetty y Font. Algunos lograron salvarse. El coronel José González, que no pudo escapar, cayó también prisionero. Vallenilla Cova, herido se refugió en casa de la familia Visso y al cabo de algunos días logró embarcarse para las Antillas, y se salvó. Acosta pudo más tarde escapar también embar¬cándose en la goleta española Telemina con rumbo a St. Thomas, y de allí meses después regresó y se incorporó a los Sotillo y Monagas, junto con quienes combatió en Tabasca, Guanipa y La Cureña o El Palito.

“Parte de las tropas del Gobierno cometieron excesos tristemente deplorables. Allí fueron victimados después de ocupada la plaza, el comandante Anizeto Quintana, herido ya en el combate, los capitanes Juan Baldomcro González, Martín Larrañaga, Agustín Zúñiga y otros de menor graduación. Entre las casas pasadas a saco se contaron las de Bastardo, Acosta, Marten, Pérez Mujica, Villarroel y Raffetty. Los que se asilaron en la casa mercantil del señor Andrés Pietri, francés, se salvaron de ser sacrifcados, gracias a la entereza y hombría de bien del comandante Heriberto Hernández, de la fuerza del Gobierno, quien impidió con toda decisión la entrada al grupo victi- mano.10Y es justo consignar que el Gobernador Betancourt escribió más tarde a su Gobierno reprobando los hechos feroces consumados el 14 después de concluida la pelea.

“Mientras tanto ¿qué hacía quien dentro de breve tiempo iba a destacar con grandísimo relieve su figura militar y quien a vuelta de pocos años vendría a ser el jefe y centro de los libe¬rales de Oriente?

“De Carúpano, no sin antes aconsejar a su hermano que en caso de ser atacado no librara acción allí, se dirigió José Eusebio Acosta por la vía de Cariaco a reunirse con el general Luzón, quien operaba en jurisdicción de Maturín. En el tránsito, en sus posesiones pecuarias, entre Catuaro, Santa Cruz y Santa María, organizó una columna con la que triunfó el 28 de agosto sobre el comandante José Miguel Barreto, en La Plazeta, y se incorporó a Luzón en el pueblo de San Félix. Allí fue comple¬tamente derrotado este General el 2 de setiembre por el coman¬dante Julián Marrero. Luzón, después de algunas correrías por aquellos contornos, recogió algunos dispersos y recaló a Cumaná en la noche del 20 del mes siguiente. En la mañana del 21 el coronel Plaza abandonó la ciudad, dirigiéndose a los llanos de Barcelona. Quedó el general Luzón encargado del mando militar de la plaza, pero a su vez la evacuó en la noche del 21 al 22, siguiendo al coronel Plaza hacia los campamentos de los Sotillo.

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Digitalizado por Pedro Alcázares.

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