domingo, 15 de junio de 2025

Historia de Carúpano Tavera Acosta cap. 6, 7 & 8

 

Historia de Carúpano Tavera Acosta cap. 6, 7 & 8



 

CAPITULO VI

1814-1815 — Reacción de los realistas — Las grandes derrotas — La Puerta, Aragua de Barcelona — Reempla¬zo de Bolívar y de Mariño — Los militares nombran en su lugar a Ribas y a Piar — Bobes y Morales — Las derrotas finales — El Salado, Urica, Maturín — Piérdese por segunda vez la revolución — Llegada de Morales a Carúpano — La primera logia oriental — Fusilamientos — Confabulación de los patriotas — Sacrificio de los comprometidos — La Sabaneta, lugar de las ejecuciones — Documentos — Siguen los crímenes de Morales — Su parque de artillería hace explosión — Llegada del general Pablo Morillo a Puerto Santo — Morales se le incorpora en Carúpano y salen para Margarita.

Tras el desastre de La Puerta el 15 de junio de 1814; la capitulación de Escalona en Valencia, a principios de julio, e inmediatamente el éxodo enérgicamente impuesto a las fami¬lias caraqueñas, para el mes de agosto siguiente, desgraciada¬mente para los patriotas, las tropas victoriosas de Francisco Tomás Morales marchan sobre el Oriente de Venezuela. Bolívar y Mariño aún permanecen en Barcelona. Al saberse la aproxima¬ción de Morales, Bolívar, a quien no hace un año se le ha discernido el noble título de Libertador, vuela con su ejército a esperarle en Aragua.

Para esos días parece que el destino dejádole hubiera de la mano. Para él continúa adversa la suerte de las armas. La espantosa hecatombe del 17 de agosto en esa ciudad de los Llanos, confirma el parecer, y vése precisado a regresar impe¬tuosamente a Barcelona, antes de decidirse la sangrienta acción. José Francisco Bermúdez, quien hace de segundo del Liber¬tador, se multiplica en la espantosa brega, organiza la confusa retirada y abre marcha con la mayor parte de los guerreros orientales rumbo a la gloriosa Maturín.

Bolívar con las reliquias del desmedrado ejército patriota, se dirige a Cumaná. Le acompañan Mariño, Ribas, Soublette, numerosa oficialidad caraqueña y de otros puntos centrales del país. Arriban a El Salado el 24 de agosto; pero la opinión de la generalidad de los militares achácanle lo infausto de los sucesos y no le es propicia. Quizás debido a tales circuns¬tancias haya venido repitiéndose que Bolívar fue desconocido por la ambición de mando de Ribas, de Piar y de Bermúdez, sin parar mientes en que para esos días Piar se halla en Margarita y Bermúdez en Maturín, en completa ignorancia de lo que ocurre.

Arismendi sale en comisión de Barcelona, al mismo tiempo que Bolívar para Cumaná, y junto con el gobernador Maneiro levanta nuevas fuerzas de pelea. Piar, después de su triunfo sobre Martínez de Luna y Juan José Rondón, el 25 de mayo anterior, en Valle de la Pascua, contramarcha a Barcelona y de allí sigue a Margarita, mucho antes de haber llegado Bolívar y Mariño a las márgenes del Neverí.

De Cumaná salen éstos con algunos oficiales en el ber-gantín “Arrogante”, en la noche del 25 de agosto. Ni Ribas ni el ejército se dan cuenta de tal salida. Recalan a Pampatar y se dirigen a Costa Firme. Empujados por las dolorosas circunstancias de aquellos tremendos días, en que aparecen los caudillos en completo desacierto y, alejándose ahora de los acontecimientos, los militares bajo la dirección de Ribas —tío de Bolívar— se reúnen y considerándose abandonados por los principales caudillos, resuelven llenar las vacantes que quedaron por su ausencia. Llévase a cabo la elección y resultan para primero y segundo jefes de la República y de sus ejércitos, respectivamente, los citados Ribas y Piar.

En tan angustiosos momentos, no es la desenfrenada ambición de mando ni las mezquinas pasiones —como se ha venido escribiendo y repitiendo sin estudio crítico alguno— las razones que inducen a tan altos servidores de la República a aceptar la grave responsabilidad de la dirección de la guerra. No. Son las imperiosas necesidades del momento que a dar tal paso les obligan: es el noble ideal de la Patria independiente que los alienta.

Ribas participa a Piar su designación y marcha para Cariaco, de donde sigue a Carúpano, punto fijado para reunirse los nuevos jefes. Piar desde fines de junio se encuentra en Margarita.

El 2 de setiembre la pequeña guarnición de Carúpano, obedeciendo órdenes de Ribas, sigue el movimiento verificado en Cumaná. En la noche del 3 al 4 arriban Bolívar y Mariño, quienes son bien acatados por el Jefe de la guarnición y por las tropas. Bolívar dicta algunas disposiciones. Reúnese luego una asamblea presidida por el teniente coronel Dionisio Sán¬chez Ramírez de Arellano, jefe de dicha guarnición, y en ella se tributan honores a Bolívar y a Mariño. Ribas aparece el 4. Bolívar y él conferencian largamente y en perfecto acuerdo resuelven lo que debe hacerse. Bolívar aprueba lo hecho y expide un hermoso manifiesto el 7, declarándose responsable de las desgracias de la revolución: gallardo gesto digno de la superioridad de su conciencia. Y de motu proprio, junto con Mariño y los oficiales que le acompañan, abraza a Ribas y se embarca el 8 rumbo a Cartagena, llevando comunicaciones de su tío para el Gobierno granadino.

Incontrastable ante los rigores de la adversidad, va magnífico Bolívar, envuelto en los resplandores de su genio, que es el genio de la América Hispana, desgranando los días inmutables en la eternidad del tiempo. El abrazo de Carúpano es el último que da al soberbio defensor de La Victoria. Este irá a pagar su lealtad a los principios republicanos el 31 de enero del siguiente año. El Libertador continuará su existencia de portentos hasta llegar a ser el más grande de los americanos, para luego ir a vivir en un bosque de laureles en los dominios de la inmortalidad.

En la mañana del 9 llega Piar a Carúpano con un escaso contingente de tropas margariteñas proporcionadas por Arismendi y por Maneiro. Es la cuarta o quinta vez que salen margariteños a combatir en Tierra Firme por la causa de la República. Noble y gloriosa tierra!

Los nuevos jefes deliberan sobre la gravedad de la situación y abren operaciones. Ribas y Piar marchan juntos hasta Cariaco. Allí se separan el 19. Piar, de concierto con Ribas, y con el propósito de defender la capital y su litoral y estar en contacto con Margarita, marcha hacia Cumaná. Con tales fines el gobernador Maneiro le había auxiliado con unos doscientos hombres, armas, pertrechos y embarcaciones para trasportarlos. Ribas sale el 20 para Maturín a reunirse con Bermúdez, llevando unos cuatrocientos hombres. Ocho días antes Bermúdez inflige tremenda derrota a Morales en Maturín. Piar entra a Cumaná el 22, habiendo aumentado su división en el tránsito hasta tener unos ochocientos infantes.

Morales, después de la batalla de Aragua de Barcelona, persigue a Bermúdez y al grupo fuerte de patriotas que con él salieron por la vía de Maturín. El jefe republicano se reorga¬niza activamente y se prepara a esperar al segundo de Bobes. Embiste Morales a Maturín el 8 de setiembre. La resistencia de la plaza le dice que no es fácil empresa tomarla, y se retira. Pero el 12 vuelve a acometer y queda casi destruido teniendo que salir en derrota. Morales, descalabrado, se repone, no obstante, con admirable rapidez, y a sabiendas de que Bobes no dilatará en reunírsele, se prepara al desquite.

Después de los sucesos del 25 de agosto y de la salida de los independientes de Cumaná para Cariaco, queda la ciudad al mando de una reducida guarnición, cuyo jefe el capitán Valentín Osío, se ve constreñido a pasarse a las banderas realistas, y en acuerdo con Agustín Coll y con los demás catalanes residentes allí, escapados de la matanza del año anterior, llaman a Juan de la Puente a ocupar la Gobernación política. A poco llega el capitán Cruz Pineda con una compañía de infantería destacada del ejército de Bobes, quien ya había entrado a Barcelona.

Juan de la Puente, mientras estuvieron los patriotas en Cumaná, permanece oculto en un convento de religiosos. De su refugio sale a ocupar su brevísimo gobierno accidental. Pineda, siguiendo las instrucciones de su jefe, pretende sacrificar a cuanto patriota se encuentra en la ciudad. Felizmente se oponen a ello de la Puente y el comandante Gavasso, quien después de su salida de Yaguaraparo con Zerbériz el año anterior, habíase incorporado a la escuadrilla realista bajo el mando ésta de Francisco de Sales Echeverría.

 

Al saberse que Piar se acerca, tanto las autoridades civiles como Pineda y su compañía, evacúan la plaza y rompen marcha hacia Barcelona. Aprovecha Juan de la Puente la salida de Pineda para continuar su viaje, pues viene nombrado Gobernador de Guayana. Mas a poco regresa Pineda con mayo¬res tropas y el propósito de recuperarla. Sálele al encuentro Piar, creyendo que es Bobes quien se aproxima, acaso recordando la derrota que le dio el 18 de setiembre de 1813, en Barcelona. Se encuentra con Pineda en la quebrada de los Frailes (29 de setiembre) y lo desbarata.

Pretende Juan de la Puente seguir por tierra su viaje a Angostura y al efecto sale con el Pbro. Salvador González; pero no logra llegar a su destino. En las márgenes del río Cari son aprisionados ambos por un destacamento apostado allí a las órdenes del comandante Montilla, y conducidos a Maturín, a la sazón cuartel general de Bermúdez. Dos o tres días después obtienen permiso para continuar viaje, acompa¬ñándolos un piquete. Al llegar al sitio denominado El Hervedero, dos leguas más o menos distante de la ciudad, son pasados por las armas. Ambos eran españoles.

Pocos días después (16 de octubre), se acerca Bobes a la plaza de Cumaná. Piar, que como queda dicho atrás, ha derrotado al formidable caudillo realista, marcha a su encuentro. En el Salado, campo plano situado entre la ciudad y el mar, ocurre el estupendo choque. Las tropas patriotas son inferiores en número a las envalentonadas que victoriosas vienen con Bobes, y tras una brega heroica quedan completamente destrui¬das. El jefe español entra a Cumaná y, siguiendo su terrible táctica, la ensangrienta horriblemente. Hace pasar degüello hasta mujeres indefensas, y nombrando de Gobernador político al cumanés realista Gaspar de Salaverría y Valle ni lia, completa éste la obra de vejámenes y de duelo para quienes no pudieron escapar, después de la total destrucción del ejército de Piar. Pocos días más tarde sigue Bobes por las vías que conducen a Maturín. Marcha rápidamente y para el 9 de noviembre siguiente obtiene una fácil victoria en el punto conocido con el nombre de los Magueyes. Es esa la tercera función de armas que para ese año de 1814, se libra en tal lugar. Después, tras la célebre batalla de Urica, el 5 de diciembre, en donde cae cargando heroicamente Bobes, asume el mando en Jefe el coro¬nel Morales.

Derrotados Ribas y Bermúdez en Urica, corren a refu¬giarse en Maturín, paladión de los patriotas. Morales vuela en su persecución. Los de la plaza llena de recuerdos gloriosos, apenas tienen tiempo para atrincherarse. Son míseros restos que casi no tienen como sostenerse, a no ser por la visión de la Patria libre y combaten vigorosamente, con el angustioso ardimiento que les infunde la desesperación. Todo estérilmente: derroche de valor, víctimas nobilísimas, torrentes de sangre... El 11 de ese mes quedan vencidos y destruidos totalmente. Pavoroso desastre: animus meminisse horret. No hubo cuartel. Así como Bobes hizo pasar a cuchillo a cientos de patriotas en Cumaná, así Morales hace iguales hecatombes en Maturín.

Bobes, cuyo verdadero nombre es José Tomás Rodríguez Bobes, natural de Gijón, Asturias, donde nació en 1783, hijo de un señor Rodríguez Bobes y de Manuela de la Iglesia, era hombre de pasiones encendidas, sin cultura intelectual ni social, activo, sobrio, de un valor heroico y de relevantes condiciones de caudillo. —En su corazón brota siempre la hermosa flor de la gratitud hacia todo aquel de quien recibe un servicio o una demostración de afecto. Hállase prisionero en Calabozo, cuando el 21 de mayo de 1812 ocupa esa ciudad a fuego y sangre el tristemente célebre coronel Eusebio Antoñanzas, su paisano, quien le pone en libertad. Desde entonces empieza a sonar su nombre como un clarín de muerte por donde quiera que pasa. Sus espantosos procederes en 1813-1814, aureolan su nombre con un fatídico halo rojo y negro. En efecto, desde Guayabal hasta San Mateo, no perdona a ningún patriota de cuantos caen en su poder; en Calabozo pasa por las armas a ochenta y siete personas en Santa Rosa, a todos los que cogieron pri¬sioneros sus tropas; en Valencia, más de ochocientos; en Caracas, algunas decenas; en Aragua de Barcelona, Morales, en cumplimiento de sus órdenes, más de cuatrocientos; en los pueblos de San Joaquín y Santa Ana de Barcelona, Molinet y Domingo Camero por orden suya, más de cien; en Cumaná, Salaverría y Vallenilla, obedeciendo sus instrucciones, más  de quinientas personas; y Morales, por su parte, después de muerto Bobes, continúa el sistema de carnicería.4

Bobes muere en Urica el 5 de diciembre de 1814. No deja bienes de fortuna ni sucesión alguna. Su muerte, aun cuando se perdió la Revolución en ese año, será, no obstante, el triunfo de las armas de la República.

Rugía entre rojos resplandores el aliento de la guerra a muerte!

Tras la completa derrota de El Salado, el jefe patriota con José Francisco Azcue, José Rivero, José Carlos Peñaloza, Carlos Núñez, Juan José Quintero y sus hermanos y otros oficia¬les más, se dirige a Margarita, de donde pasa a Carúpano, la indomable ciudad guerrera. Queda allí el coronel Rivero con el carácter de jefe militar de la plaza, con los Quintero y una escasa guarnición, mientras Piar y sus demás compañeros siguen hacia las poblaciones de la península pariana.

A poco tiene noticias el coronel Rivero de que sobre él marcha el venezolano realista F. Quijada. Rivero se le adelanta, lo espera en San José, lo sorprende, lo derrota y sigue tras él hasta las cercanías de Cariaco; pero Quijada se rehace en dicho pueblo, vuelve sobre Rivero, lo ataca y lo desbanda. Rivero vése obligado a buscar refugio en las montañas de Yaguaraparo, ha¬biendo perdido casi todos los 118 hombres con quienes había salido a batir a Quijada. Continúa la agonía de la Patria.

Dominada al fin a fuego y sangre por segunda vez la Revolución, quedan los realistas dueños de casi todo el Oriente de Venezuela como ya lo estaban del resto del país. Y los pa¬triotas que no cayeron prisioneros o muertos, tuvieron otra vez que asilarse en las Antillas extranjeras, o buscar refugio entre las fieras de los bosques.

Año infausto el de 1814!

Victorioso Morales, se dirige a Carúpano, a donde llega en enero de 1815. Una de sus primeras disposiciones es hacer pasar por las armas en el lugar denominado La Sabaneta, en el mismo puerto de Carúpano, al anciano patriota José Nicolás Salazar Navarro, quien servía de centro a los independientes carupaneros, y a Braulio Guerra, por haber ambos formado en la expedición sobre Guayana en 1811. Ante tales ejecuciones, reúnense otros padres de familia, todos civiles, para tramar un plan de protesta contra Morales. Este se halla acuartelado en el mismo edificio donde anteriormente había estado el oficial español Zerbériz, a orillas del riachuelo que desemboca en el puerto. Imprevisión de parte de alguien hubo, cuando Morales se percató de algo y logra ponerse al corriente de todo por medio de uno de sus oficiales llamado Pedro Córdova, quien sorprende la confianza y buena fe de quienes se reúnen secretamente. Infame proceder del oficial Córdova, indigno de la noble raza española de suyo caballerosa y heroica.

Pero antes de continuar estas breves notas conviene apuntar que, según el interesante trabajo histórico titulado Ano¬taciones Históricas, por Manuel Salvati, hijo de Carúpano, que el día 2 de diciembre de 1814 se instaló allí una logia masónica con el nombre de Patria, que fue la primera que funcionó en la parte oriental de Venezuela. Y como quiera que ella guarda relación estrecha con los hechos que se relatan, conviene tam¬bién referir cómo se instaló y quienes fueron sus funcionarios.

Según la citada obra de Salvati, fue iniciador de dicha logia el norteamericano Charles Mac Turner, capitán del ber¬gantín Patria, venido a ese puerto desde New York fletado por Ramón Maneiro, de la misma familia del Gobernador de Mar¬garita. Maneiro, margariteño también como su deudo, se halla establecido en Carúpano desde años atrás y tiene allí casa de comercio de primera clase. La referida logia, dependiente del Gran Oriente de Vermont, en los Estados Unidos de Norte Amé¬rica, fue distinguida con el número 890. Además de Ramón Maneiro, acompañan a Mac Turner a la instalación, los siguien¬tes individuos: Morris Thomson, norteamericano, Manuel Que¬zada, argentino, Aldo Ferretti, italiano, Adolphe Melard, francés, Edwars Lewis, norteamericano, y José del Lago, mexicano. 

Acaso entre sus propósitos entraba la propaganda eman-cipadora de las Colonias españolas, pues debe recordarse que con tales móviles estableció el célebre venezolano Francisco de Miranda, el Precursor, en Londres, a fines del siglo XVIU, un centro masónico, de donde nacieron otros en donde fueron inicia-dos: Nariño, Bolívar, San Martín, O’Higgins, Carrera, Alvear, Monteagudo y otros esclarecidos proceres, quienes regaron en la América hispana la semilla de la Independencia. Los princi¬pales juramentos que se requerían para ingresar en tales aso¬ciaciones, eran:

a)         Trabajar por la emancipación de las colonias españolas;

b)         La profesión de fe en los principios republicanos.

La forma de este último juramento era el siguiente: “Juro no reconocer por Gobierno legítimo de mi Patria, sino aquel que sea elegido por la libre y espontánea voluntad de los pueblos, y siendo el sistema republicano el más adaptable Gobierno a los americanos, propenderé por cuantos medios estén a mis alcances a que los pueblos se decidan por él”.

Y debe recordarse, finalmente, que sociedades de esa índole se alzaron después en muchas partes de América, y que en Caracas fundó otra el mismo generalísimo Miranda, en 1811, con el nombre de Colombia, que fue la primera que se estableció en Venezuela, desapareciendo al año siguiente con la pérdida de la Primera República. 

La logia de Carúpano se inicia bajo buenos auspicios y con grande entusiasmo, probablemente por la novedad que el hecho en sí entrañaba, o acaso porque simpatizando todos con la causa patriota supieron de sus propósitos. De tal suerte subió el entusiasmo que para mediados de enero contaba ya en su seno más de cincuenta iniciados, entre ellos los siguientes: Ramón Maneiro y su hijo Ramón, Juan Francisco Maiz, Benito J. López, Gabriel Lozada, Pbro. Mariano de Oriach; Juan Bautista de Alcalá, Manuel Bermúdez de Castro, José de la Cruz Carrera, Manuel Antonio Salazar, José Nicolás Salazar Navarro, Braulio Guerra, Juan Manuel Salazar, Ezequiel Margoy, Arnaldo Ma- ristani, Policarpo Rojas, Lorenzo Ziri, Juan Palacios, Andrés Peña, Miguel Sanojo, Crisóstomo Ozuna, Rufino y Pedro J. Guánchez, José J. Mayobre, Sofero Ruiz, Juan Bautista Meaño. Mas no obstante tales progresos y entusiasmos, ella estaba con¬denada a desaparecer, pronto como se verá.

Se reunían los miembros de la logia en una casa situada al pie del Cerro de los Masones, en cuya cima se halla la fortaleza denominada Castillo de la Muerte.

Triunfador llega Morales a Carúpano a fines de enero. Tiene allí conocimiento de la existencia de la logia y de que además de haber sido de los primeros patriotas de la localidad, pertenecen a ella Salazar Navarro y Guerra y acto seguido los hace decapitar. El sacrificio de esos señores indigna a los demás compañeros, quienes bajo la dirección de Maneiro, celebran una extraordinaria sesión secreta para protestar contra los procedi¬mientos sanguinarios de Morales. El mencionado oficial Cór¬dova denuncia o lleva a conocimiento de su jefe la reunión y lo que se trama. El día siguiente son reducidos a la cárcel diez de los trece asistentes a la sesión, salvándose Juan Francisco Maiz, José de la Cruz Carrera y Arnaldo Maristani, quienes se ocultan al saber que están poniendo presos a los demás. Aper¬sogados de dos en dos los diez capturados, bajo escolta al mando del oficial Canelo Alcántara, son conducidos inmediatamente al mismo lugar de La Sabaneta. Allí arrodillados se les hace incli¬nar las cabezas y se las cercenan a filo de sable. Después, esas mismas cabezas chorreando sangre, colocadas sobre una mesa, al son de la charanga militar, son paseadas por las calles de la población, para que los habitantes contemplen y sepan quienes son los traidores. Alcántara, en acatamiento a órdenes supe¬riores, no permite que se inhumen los cadáveres, bajo pena de muerte a quienes lo intentaren.

Carúpano se había señalado siempre como simpatizando con las grandes causas nacionales. Ya en 1797 había en su seno un pequeño grupo de elementos selectos que aguardaba que cris-talizara la revolución de Guál y España. Y como se ve fue esa población la primera de las regiones orientales de Venezuela, en donde primero se fundó una logia con tendencias de patria libre.

Después de los crímenes que quedan relatados, Morales sigue hacia las costas del golfo de Paria; y en Irapa, Soro, Punta de Piedras, Güiria y Cauranta, al igual de lo hecho en Maturín y en Carúpano, hace numerosas víctimas sin respetar ni ancia¬nos ni mujeres, deudos de patriotas. El lema de este malvado igual al de Bobes, es el terror por medio de la crueldad. Consu¬mados estos horrores, al saberse en Carúpano que Morales de regreso se aproxima, las familias de las víctimas sacrificadas en La Sabaneta y otras huyen atemorizadas, unas para Marga¬rita, otras a internarse en las montañas. Tal es el pavor que infunde.

Al llegar a Carúpano ocupa como cuartel no sólo la casa donde había residido antes, sino también aquella en donde veri¬ficó sus sesiones la logia Patria. En ésta deposita el parque. En nombre del Rey publica un indulto a fin de que los que se encuentran ocultos vengan a presentarse. Incautamente lo hacen algunos llegando en grupos, casi todos hijos del pueblo; y a pro¬porción que van presentándose, son conducidos a La Sabaneta y degollados. Los restos de las víctimas de Morales sacrificadas el 25 de enero, quedan insepultos. Los huesos dispersos blanquea¬ron bajo la luz de los astros hasta el 17 de junio de 1822, que fue cuando fueron recogidos y enterrados en la iglesia parroquial de Santa Rosa de Lima. Ignórase por qué antes no se les había dado sepultura, cuando para el mes de junio de 1816 estuvo la ciudad en poder de los patriotas, así como en 1817 y después desde 1820 en adelante. Fue sólo en 1822 cuando vino a cumplirse aquel deber. Bien merecen esos patriotas mártires que la vale¬rosa ciudad oriental les alce un monumento en La Sabaneta, para perpetuar su memoria. Es de justicia y el patriotismo lo reclama.

Véanse los documentos alusivos a tal enterramiento:

En Carúpano, a los tres días del mes de junio de mil ochocientos veintidós, habiéndose reunido en acuerdo ordinario los señores que componen este I.C.M. para tratar los asuntos pertenecientes al bien general, después de haber presentado el señor Síndico Procurador Gral. la representación para el señor Intendente General del Departamento pidiendo los propios de ciudad, que fue aprobada por el Cuerpo, el señor Alcalde de primera nominación señor Agustín Galdona, propuso, y con opi-nión de todos los capitulares, acordó: que hallándose insepultos en La Sabaneta, que fue el matadero el año de 1815, del pérfido general Morales, y en otros lugares, donde se cometían los asesi-natos contra los hijos de Colombia, los huesos de ellos se recojan para darles decorosamente la sepultura eclesiástica de que los privó la tiranía, y que sean puestos en un túmulo decentemente adornado en la iglesia parroquial de este Cantón. En este acto se convocó al Venerable Cura para acordar con él el ornato que fuese posible según las circunstancias presentes y se resolvió: que el día 17 del presente mes fuese señalado para este memora¬ble acto de nuestra gratitud: que el señor Presidente como el Jefe Militar de este Cantón, tomara cuantas providencias fuesen correspondientes, y como Juez Político las necesarias para el orden en este caso: que, no hallándose las Cajas del Estado en aptitud de proporcionar fondos para los gastos que se ofrezcan, se haga una suscripción en el vecindario; y que algunos señores municipales sean encargados de la dirección de todo, según las órdenes que reciban del dicho Presidente. Con lo que se concluyó este acuerdo, que firman los señores que concurrieron.

Juan Bautista Cova — Agustín Galdona — Pascual Na-varro — Pedro Manuel Guerra — Francisco Benites — José María Guerra, Secretario.

En diez y siete días del mes de junio de mil ochocientos veinte y dos años. Yo, Fr. Juan Bautista Molinar, Cura interino de la Iglesia Parroquial de Santa Rosa de Carúpano, certifico: que en esta parroquial Iglesia se les dio sepultura por orden de la Municipalidad de este Cantón, a los huesos de innumerables personas que perecieron en este pueblo en el Gobierno Español, los cuales fueron depositados en una sola sepultura: y para que conste, lo firmo. — Fecha ut supra.

Ahora bien, por qué no se ha levantado todavía en La Sabaneta un monumento a la memoria de aquellos mártires de la Patria?

El 3 de abril arriba a Puerto Santo el general Pablo Morillo con una escuadra al mando del cubano Pascual Enrile. El día siguiente se avista con Morales en el puerto de Carúpano, a bordo de la nave capitana, y juntos salen sobre Margarita, arribando a Pampatar el 7.

Con los sucesos que quedan relatados cae vencida por segunda vez la Revolución y se hace una tregua a la lucha, que hasta entonces puede considerarse como una guerra civil, dado que eran venezolanos patriotas contra venezolanos realistas quienes la mantienen con inauditos extremos de horror y exter¬minio.

De allí que el Libertador, en su Manifiesto del 7 de setiembre de 1814, en Carúpano, dijese: "Así, parece que el cielo, para nuestra humillación y nuestra gloria, ha permitido que nuestros hermanos únicamente triunfen de nosotros".

Y más adelante: “Vuestros hermanos y no los españoles, han desgarrado vuestro seno, derramado vuestra sangre, incen-diado vuestros hogares, y os han condenado a la expatriación”.

Y nada vale en contra de que sean españoles los jefes que mandan a los venezolanos realistas: Domingo de Monteverde, Juan Manuel de Cajigal, José de Cevallos, Sebastián de la Cal¬zada, Ramón Correa, José Tomás Rodríguez Bobes, Francisco Tomás Morales, José Yáñez, Francisco Rósete, etc:, las tropas son hijos de Venezuela, y la gran mayoría de éstos no es parti¬daria de la independencia de España.

Morales era nativo del pueblo de Carrizal de Agüimes, Canarias, hijo de Francisco Miguel Morales y de María Ajonso Guédez. Vio la luz primera el 20 de diciembre de 1781. Vino a Venezuela muy joven y ejerció de pulpero en Píritu. Contrajo matrimonio en Barcelona (Venezuela), el 3 de junio de 1809, con Josefa Bermúdez, hija de Gabriel Bermúdez y de Rosa Marín, vecinos de El Palotal de esa ciudad. Está Josefa así como su hermano el valiente Juan Bermúdez, jefe de las infanterías de Morales, no eran de la familia del general José Francisco Ber-múdez de Castro. Morales, aparte la ferocidad con que se exhibió durante la guerra, fue uno de los más notables y tesoneros mili- tares que defendieron a España en Tierra Firme. Sin ser tal vez el más ecuánime en Venezuela. Capitulado en Maracaibo en 1823, salió del país rumbo a Puerto Rico y años más tarde siguió a su tierra natal. Ascendido a Mariscal de Campo, falleció en la ciudad de Las Palmas, Gran Canaria, el 5 de octubre de 1844. su hija única, Mariana, casó con el brigadier Ruperto Delgado, el pundonoroso militar español que tanto luchó por sus banderas en Venezuela, Nueva Granada, Ecuador y Perú, al frente de su famoso batallón Numanda.

 

CAPITULO VII

1815-1816 — Situación de los patriotas — Comisionados de Morales enviados a Margarita — Arribo de la expe¬dición de Morillo a Margarita — Sometimiento — La Expedición de Los Cayos — El Libertador la organiza — Protección del Presidente Petion — Individuos que la compusieron — Buques, armas y pertrechos — Salida de los expedicionarios — Combate naval — Arriba la Expedición a Margarita — Junta de guerra en Santa Ana — Se reconoce de nuevo al Libertador como jefe Supremo — El general Arismendi — Sucesos varios — Sigue la Expedición a Carúpano — Combate en ese puer¬to — Medidas de Bolívar —El gobernador realista Gi¬res — Su marcha incomprensiblemente lenta — Combates en La Esmeralda y en Cariaquito — Dificultades con que tropieza Bolívar — Ordénase la destrucción de Carúpano-Arriba — Llegada de un contingente patriota enviado por Mariño — Salida del Libertador — Gires ocupa la plaza — Ocupación de los pueblos de Paria por Mariño.

Con la salida de los principales jefes patriotas, quedan las ciudades y los pueblos del Oriente de Venezuela en poder de los realistas al mando de Morales, desde principios de enero de 1815. Sólo permanecen tremolando la bandera de la libertad en esas regiones: José Francisco y Carlos Peñaloza, José Rivero y Juan Carlos Fouchet, en las montañas de Yaguaraparo e Irapa; Manuel e Inocencio Villarroel, con los Centeno, Quintero, Mejia, José Antonio Vívenes, en las ásperas serranías vecinas al extenso valle de Cumanacoa; y los Monagas, Zaraza, Infante, los Barreto, los Rojas, Lucas Carvajal, los Blanco, los Hernández, Carlos Padrón, Parejo, los Sotillo, Barroso y cien más, que no se some¬ten tampoco y continúan en las llanuras orientales alentados por el ideal de independencia patria. Asimismo Sedeño en las regio¬nes orinoqueñas y Páez en el Alto Apure.

Contrayéndonos a quienes quedan en la provincia cuma- nesa, cabe decir que Manuel Villarroel y sus compañeros com¬baten en San Fernando el 26 de agosto de ese año; en La Ace¬quia, el 28; en Cumaná, el 2 de setiembre; en Guaipía, el 5 y en Aricáua el 15. En el mismo mes de agosto, los patriotas coman¬dados por Peñaloza, toman la población de Güiria, en tanto que otros se adueñan de Maturín, aunque transitoriamente. El P de setiembre combate Rivero en Río Caribe y el 11 en Punta de Piedras, en donde cae prisionero en poder del jefe realista Miguel Domínguez. A consecuencia de la efímera estada de Maturín en manos de los independientes, el gobernador de la Provincia Tomás de Gires, despacha sobre aquella plaza al co¬mandante Juan Ciní con una compañía. Rivero es conducido a Cumaná. Allí se le fusila el 29 de setiembre. Su cadáver es descuartizado. Seis días antes había sido sacrificado Carlos Peñaloza en la misma ciudad.

Cuanto al cumanés Manuel Villarroel, derrotado, final-mente, en Aricáua, logra ocultarse y tomar a poco las vías de Cariaco, rumbo a Carúpano; pero habiendo el Gobernador Gires ofrecí dole salvoconducto, al llegar a Areo se presenta al jefe militar de ese punto, quien, quizás ignorante del ofrecimiento de Gires, lo fusila acto continuo.

Así concluyeron esos grupos de valientes luchadores por la soberanía de una patria libre. Para octubre no queda en la Provincia ni uno solo en actitud guerrera, si bien algunos ocul¬tos en las montañas.

Pero volvamos a Margarita, la heroica Nueva Esparta.

Antes de marchar Morales de Maturín sobre Carúpano, había comisionado al Vicario de su ejército Pbro. doctor José Ambrosio de las Llamosas, para que en unión del secretario de éste, José Manuel Sucre, propusiera tratado de entrega a los margariteños. La comisión de paz llega a Pampatar a principios de enero. Impúlsale a tal determinación la circunstancia de hallarse detenida en aquella isla, desde agosto de 1813, su esposa Josefa Bermúdez. Los propósitos de la comisión de Morales fracasan, pues los hombres del gobierno no aceptan someterse, antes bien, reducen a prisión al Secretario del Vicario, quien desde a bordo de la nave realista “El Godo” lo había enviado a tierra con los pliegos correspondientes.

Pero al fin, ante el cúmulo de circunstancias adversas que le caía encima, inclusive la del general Morillo con sus diez mil hombres de desembarco, Margarita depone las armas a me¬diados de abril... para recuperarlas el 17 de noviembre del mismo año, enarbolando de nuevo y a perpetuidad el pendón tricolor de la República, en manos de Arismendi, los Maneiro, Francisco Esteban Gómez, los Guevara, Ruiz Méndez, Juan Bau¬tista Cova, Celedonio Tubores, los Marcano, los Herrera, Totesau, los Villalva, los Lares, los Mata, los Silva, Campo, Salazar y mil paladines más.

Al saberse la nueva sublevación de la isla, el Gobierno ordena el bloqueo de sus costas. Al efecto, al mando de Manuel Cañas, sale una escuadrilla compuesta de los siguientes buques: goletas La Ferrolana, al mando de Cañas; Morillo, al mando de Juan Gavasso; La Rita, al mando de Mateo de Ocampo; y el bergantín Intrépido, comandado por Rafael Iglesia. A estas naves se incorporaron la goleta Rosa, el falucho Resistencia, las lanchas cañoneras Terror, Garabato y Venganza y la flechera Voladora. Poco después, el 17 de enero de 1816, Gavasso con su goleta, dos lanchas y el falucho, traba combate con dos goletas y una balandra patriotas, hunde a ésta y logran salvarse las goletas arribando al puerto más cercano.  

La expedición de Morillo, como se dijo, consta de diez mil hombres de desembarco, constituidos, al salir de Cádiz, España, el 17 de febrero de 1815, así: un regimiento de León, al mando del brigadier Antonio Cano; uno de Castilla con el coronel Pascual Real de Jefe; otro de Vitoria al mando del coronel Miguel de la Torre; otro de Extremadura a las órdenes del coronel Mariano Ricafort; uno de Barbastro, al mando del coronel Juan Ciní; otro denominado de La Unión, cuyo jefe es el coronel Juan Francisco Mendívil; uno de caballería bajo el mando de los coroneles Salvador Moxó y Juan Bautista Pardo; y la artillería a las órdenes de sus jefes los coroneles Alejandro Cavia y Gabriel de Torres. La escuadra la com¬ponen sesenta velas y es el jefe de ella el brigadier Pascual Enrile, quien a su vez, en tierra, hace de segundo del Ejército Pacificador.

La expedición arriba a Puerto Santo, barlovento de Carúpano, el 3 de abril, recoge allí al coronel Francisco Tomás Morales con sus fuerzas venezolanas y el 7 se presenta frente al puerto de Pampatar en la isla de Margarita. El 10 desembarca Morillo y el día siguiente se reconoce la autoridad de Fernando VII. El jefe expedicionario nombra Gobernador de la Isla al teniente coronel Antonio Herraiz y sigue a Cumaná el 20. 

Mientras tanto, los patriotas que vagan por las Antillas desde mediados de ese año, y aquellos que salieron de Cartagena en diciembre del mismo, van reuniéndose en Haití, hasta formar un selecto grupo presidido por el Libertador.

Allí se encuentran: Mariño, Piar, Bermúdez, Brion, Mac Gregor, Montilla, Manuel Valdés, Soublette, Briceño Méndez, Zea, Ducoudray-Holstein, Juan Antonio, Celedonio, José María, Ma-nuel, Gabriel y Germán Gutiérrez de Piñeres, el canónigo Juan Marimón, Ambrosio Plaza, Justo Briceño, Bartolomé Salom, Pedro León Torres, Pedro María Freites, José Antonio Anzoá- tegui, Fernando Galindo, José Gabriel Pérez, Juan José Liendo, José Ucroz, Teodoro Figueredo, Francisco Piñango, Francisco de Paula Vélez, Francisco de Paula Alcántara, José María Landaeta, Miguel Borrás, Pedro Chipia, José Antonio Raposo, Manuel Isava Sucre, Patricio Rubio, Vicente Vidllegas, José María Durán, Luis Auri, P. Duchemin, J. du Cailá, Rafael Lugo, Felipe Mauricio Martín, Jorge y Pedro Meleán, José Gabriel Lugo, Bruno y Francisco José Torres, Estanislao Ribas, Ricardo Mesa, Mauricio Cancino, Tomás Hernández, Guillermo Palacios, Florencio Tovar Galindo, José María Lecuna, Juan de Dios Morales, José María Monzón, Fernando Tremarías Collot, José Ignacio Pulido, Manuel N. Manzo, Sebastián Boé, Vicente Landaeta, Miguel Marconi, Diego José Jugo, Dufils, Brissel, Schmidt, Julián Montes de Oca, Agustín Gustavo Villaret, Manuel María y Cosme Damián Quintero, Miguel Cegarra, Felipe Enrique Domínguez, Santos Acosta, N. Puquet, Pedro Betancourt, Andrés Movit, Vicente Bremont, Pedro Cadenas, Cayetano Cestari, Lorenzo y José Bianchi, José Montes, Pedro Carrasco, N. Pasoni, N. Parrego, N. Savino, los dos hermanos Lanzoni, José Padilla, Demetrio Alfaro, N. Araoz, Hilario Ibarra, Eloy Demarquet, Rafael Diego Mérida, Pedro Martínez Aldao, Jerónimo Pompa, Jorge Martínez Lozano, Genaro Mont- brune, Juan Bailío, Carlos Luis Castelli, Alejandro Urrueta, José y Antonio Jerónimo Lyon, Jacobo Kreidlin, Miguel Uztáriz, Juan Santana, Mauricio Encinos©, Lope María Buroz, Pedro Alcántara Herrán, Narciso Gonell, Juan Muñoz, Juan Boza, José María Flores, Joaquín Camero, Miguel Girardot, Manuel Martínez, N. Barthelemy, José Martínez, Nicolás Machuca, Lucas Ortega Cova, Jerónimo y Andrés Ortega Guevara, Miguel Arismendi, José María Arguindegui, Pedro González, Sebastián Cuesta, Simón Antúnez, Vicente Bolívar, José María Fernández Carantoña, Simón y José Benito García, Juan Bautista Darius, Lorenzo Hernández, F. Barrera, F. Valencia, Manuel González, F. Velandia, Santos Orellana, Leocadio Acevedo, Manuel y Pedro Romera, Eugenio Rojas, Pedro Rodríguez, José Antonio Ro¬dríguez, Ramón Segura, Juan Antonio, Eusebio, Toribio y José Antonio Silva y Manuel María Tinoco. Siendo de advertir que Bermúdez, Montilla, Auri, Ducailá, Isava Sucre, Rubio, Collot y Villegas, no vinieron en la expedición. Bajo la noble protección del general Alejandro Petion, Presidente de Haití, quien proporciona a Bolívar buques, fusiles, pólvora, plomo, una prensa tipográfica, fornituras, bayonetas, etc., (dos mil fusiles, diez mil libras de pólvora, quince mil de plomo, etc.) puede el Libertador organizar la expedición de Los Cayos; y ya listos para el mes de marzo de 1816, empiezan a salir las naves desde el puerto de San Luis, el 31 de dicho mes.

La expedición consta de las siguientes embarcaciones: Comandanta o Bolívar, al mando de Renato Beluche; Decatona o General Mariño, comandada por Tomás Dubonille; Piar, al mando de Juan Parnell; Júpiter, al mando de Antonio Rosales; Constitución, mandada por Juan Monié; Conejo, por Bernardo Ferrero; y Fénix, por Carlos Lominé, en las cuales se embarcaron poco más de 160 jefes y oficiales y unos diez o doce soldados.

Frente a las costas de Puerto Rico, celebran los expedi-cionarios el aniversario del 19 de abril, empavesándose las naves y saludando con una salva de artillería y fusilería. El 2 de mayo, en Los Frailes, ya en aguas venezolanas, se avistan dos buques españoles, que cruzan las costas norte de Margarita. Son el bergantín Intrépido y la goleta Rita. El Libertador ordena que la Bolívar, donde él viene con Brion y otros, y la goleta Constitución, ataquen al bergantín; y que las goletas Mariño, Júpiter y Conejo, carguen sobre la Rita. A las once de la mañana rompe la Bolívar sus fuegos por estribor, en  tanto que la Constitución ataca por su lado. El Intrépido, corres-ponde activamente con su artillería y su fusilería, defendiéndose con gallarda tenacidad hasta llegar al abordaje. Allí muere el teniente de Fragata Rafael Iglesia, comandante del Intrépido, y de la tripulación cuarenta y dos, quedando heridos treinta y uno. También perecen ahogados otros más que se lanzan al mar, en medio del combate, y no pudieron recogerse.

El Intrépido es un hermoso bergantín de guerra, que monta catorce cañones de a ocho y ciento cuarenta hombres de dotación. Tanto su piloto como el cirujano y demás tripu¬lantes supervivientes, quedan prisioneros.

A bordo de la Bolívar mueren siete, entre ellos el oficial Barthelemy, y resultan ocho heridos, inclusive el capitán de navio Luis Brion, quien es ascendido a Almirante, en tanto que el capitán de Fragata Beluche lo es a Capitán de Navio.

A las cinco de la tarde del mismo día arría bandera la goleta Rita, acosada por los buques patriotas. Estaba armada con un cañón de a 18, dos carroñadas de a 24 y 2 cañones de a 8, con noventa hombres de tripulación, siendo su Comandante el Alférez de Fragata Mateo Ocampo, a quien al ser abordada, encuentran gravemente herido, falleciendo a poco. Toda la tri¬pulación queda prisionera, y al día siguiente arriban las nueve naves al puerto de Juangriego.

capital de la isla, que acaban de evacuar los españoles retirándose a Pampatar en la noche del 2 al 3. Ocupan los patriotas la fortaleza de Santa Rosa y toda la ciudad, y el día 6 se ordena bloquear el puerto de Pampatar, último asilo de los españoles en Margarita para ese año. El mismo día regresan a Santa Ana y allí convoca el Libertador una asamblea o junta de guerra, presidida por él. A dicha reunión concurren las siguientes personas: Arismendi, Francisco Esteban Gómez, José Joaquín Maneiro, Policarpo Mata, Pablo Ruiz Méndez, Francisco Sánchez y Francisco Morales; y de los expe¬dicionarios: Mariño, Piar, Mac Gregor, Zea, Manuel Valdés, Pedro María Freites, Luis Ducoudray-Holstein, Carlos Soublette, Sebastián Boé, Pedro Chipia, Miguel Marconi, Vicente Landaeta y Pedro Briceño Méndez, quien actuó de secretario. Tal asamblea reconoce al Libertador por Jefe Supremo y único de la Repú¬blica y de sus ejércitos, y a Mariño por segundo; se asciende a Arismendi a General en Jefe; a Zaraza, Sedeño, José Tadeo Monagas y Andrés Rojas a Generales de Brigada; y a Coroneles a Francisco Esteban Gómez, Pablo Ruiz Méndez y José Joaquín Maneiro.10

De los barcos expedicionarios se desembarcan unos doscientos fusiles y cinco mil libras de plomo. El día 7 bloquean las naves el puerto de Pampatar y se pasan por las armas a los españoles capturados en el combate naval del 2, los cuales El 8 expide Bolívar una Alocución a los Venezolanos en la que se lee:

“Españoles que habitáis a Venezuela: la guerra a muerte cesará si vosotros la cesáis; si nó, tomaremos una justa represalia y sereis exterminados”.

Mariño, en su carácter de Jefe de Estado Mayor General, publica un boletín, y dice: “El cuadro que presenta la ciudad de la Asunción, no es otro que el de una población evacuada por una banda de bárbaros. No han dejado piedra sobre piedra: todo ha sido destruido por el fuego y podemos predecir que el sistema de destrucción que han adoptado los españoles, va a hacerles una guerra aun más terrible que la de nuestras armas”.

El 23 lanza el Libertador otra proclama a les habitantes de Costa Firme; Arismendi, a su vez, expide una Alocución a los margariteños; y, finalmente, díctanse varias providencias relacionadas con las operaciones militares.

Después de haber bloqueado por varios días el puerto de Pampatar, sin ningún resultado al propósito que se persigue, regresan las naves a Juangriego, de donde se dan a la vela el 30 de mayo, rumbo a Carúpano. Al día siguiente en la tarde se hallan a barlovento de esa rada. Los expedicionarios hasta ese momento no han aumentado ni siquiera en una compañía. En Margarita no pudieron hacerlo porque materialmente les fue imposible y los que allí están sobre las armas, teniendo en su territorio al enemigo, mal podían dejar de atender a la defensa de sus hogares y terruño.

En el puerto de Carúpano hay anclados unos trece barcos de vario tamaño. La población está a la sazón defendida por el comandante Andrés Martínez de Pinillos y una guarnición que no llega a doscientos hombres, entre militares y paisanos.

Los buques expedicionarios se acercan a la costa. El Libertador envía a tierra al oficial Devesge a intimar la entrega de la plaza. Martínez de Pinillos rechaza al parlamentario, quien regresa a bordo, Bolívar entonces ordena el desembarco en tres pequeñas divisiones. A las nueve de la mañana y bajo el fuego de la batería de Santa Rosa (El Faro) hacen tierra cerca de la boca del río, en la playa llamada de Tío Pedro. Las tres divisiones están respectivamente comandadas por el mismo Bolívar, por Mariño y por Piar. El primero dispone que éste ataque las dos baterías que están situadas en el Cerro de los Masones (Cas¬tillo de la Muerte). Piar guía por el camino del Tigre y La Sabaneta y carga vigorosamente en dos grupos. Mariño recibe orden de atacar la batería de Santa Rosa. Tócale a Piar lo más rudo de la acción; y Martínez de Pinillos y su gente valiente¬mente se sostienen. Hasta que a las dos horas de fuego, empujados por las tres divisiones ya reunidas, tienen al fin que abandonar sus posiciones y salir fugitivos por el camino de Cariaquito y San José a situarse en Casanay. A las doce del día la ciudad queda en poder del Libertador.

Las naves, que habían apoyado el desembarco con algunos tiros de cañón, apresan cuantos buques hay en el puerto, entre ellos el bergantín Indio Bello, cuyo nombre cambia Bolívar por el de Indio Libre y lo pone al mando del capitán Puquet, y la goleta Fortuna.

Ese día, victorioso, gracias a las incomparables energías de su espíritu, pisa el Libertador por segunda vez las calles de Carúpano, de donde no hacía dos años había tenido que salir vencido por la adversidad. El siguiente día, 2 de junio, dicta un decreto anunciando que quedaban libres todos los esclavos que tomasen armas en defensa de la Patria. A tal disposición, exigida por Petion a Bolívar en Haití, corresponde un escaso centenar de los que por allí moran bajo la dependencia de los Navarro y otras familias patriotas, que todo lo ofrendaron en aras de la Causa. Dispone también que Mariño y Piar con elementos de guerra marchen para los pueblos de Paria, debiendo quedar el primero en Güiria y seguir el otro a Maturín, entrando por Caño Colorado. Destaca sobre Río Caribe al comandante Vélez; al comandante Justo Briceño sobre El Pilar; al comandante Alcántara sobre Guayacán y Cariaquito; y al capitán Galindo sobre San José. Designa al comandante Pedro Eugenio Campos para la Jefatura militar de Carúpano-Arriba, y a Agustín Galdona para desempeñar el cargo de Alcalde Ordinario de Carúpano.

A la aproximación de Mariño y de Piar al puerto de Río Caribe, la guarnición evacúa la plaza y por una pica vecina a El Pilar (Chaguaramas) pasa a incorporarse al cuerpo prin¬cipal situado entre Casanay y Cariaco. Vélez había marchado junto con Piar y Mariño en la goleta Diana, llevando cuatro flecheras. Mariño llega a Güiria el 15, y Piar sale de allí el 20 para Maturín.11

A todo esto el gobernador de la Provincia brigadier Tomás de Gires, que ya tiene conocimiento del arribo de la expedición, se mueve de Cumaná el día 3, marchando lenta¬mente con los batallones Barbastros y Dragones de la Unión, a los cuales incorpora el Clarines y el Reina Isabel, cuyas com¬pañías hacen las guarniciones de Cariaco, Carúpano y Río Caribe. El 11 se hallan situadas sus avanzadas en Casanay y La Esmeralda. El 13 derrota en este punto al comandante Alcántara y más tarde, el 19, en Cariaquito; y asimismo Macario Martínez sorprende en San José a Galindo, quien, derrotado, se incorpora a Alcántara, por cuyas circunstancias son ambos sometidos a juicio.

Las fuerzas de Gires montan a unas mil plazas; pero el Brigadier no activa sus operaciones, acaso en espera de la escuadrilla que debe obrar en combinación por el norte, mientras él ataca por el sur. Tal lentitud salva evidentemente al Liber¬tador, quien se encuentra con graves inconvenientes no sólo por la escasez de hombres para aumentar sus tropas, sino también por la falta de recursos de boca. Es gravemente con¬flictiva su situación. Sin embargo, es digno de notarse el extraordinario esfuerzo que hace Carúpano al ofrecer en tan cortos días un cuerpo de trescientos hombres. La mayor parte de los patricios carupaneros está ausente, unos en Margarita, otros en Trinidad y algunos ocultos. Los moradores de Carúpano…

Materialmente no puede sostenerse; y así le reclama con urgencia el envío de un contingente cualquiera para engrosar las que allí se organizan. Al fin llegan unas tres compañías de las costas de Paria al mando del comandante Juan Carlos Fouchet, el 21 de junio. El mismo día dicta Bolívar el siguiente decreto:

Notándose la renuncia de los habitantes de Carúpano- Arriba para servir a la República, y que lejos de contribuir al restablecimiento de la libertad de su país, se alistan volun-tariamente en las banderas de los tiranos españoles, y cooperan de un modo el más activo a nuestra destrucción, sin que hasta ahora ninguno haya tomado las armas bajo las nuestras, a pesar de las muchas convocatorias con que han sido llamados por espacio de veintiún días he venido a decretar, como por la presente decreto:

Art. 1. — Por la última vez se invita a los habitantes de Carúpano-Arriba, para que se restituyan a sus casas, pre¬sentándose en este Cuartel General dentro del término preciso de veinticuatro horas, que se darán por cumplidas mañana a las dos de la tarde.

Art. 2. — El cortijo o guarida de Carúpano-Arriba será quemado y destruido absolutamente, con cuanto pertenezca a sus habitantes, dos horas después de haberse cumplido el término que se señala, sin que jamás pueda ser reedificado, si no cumplieren con el tenor de este Decreto.

Publíquese por bando y fíjese en los lugares más públicos, para que llegue a noticia de todos.

Y no sólo se publicó por bando y se fijó en los lugares más públicos, sino que también fue impreso allí por Juan Bailío y circuló en hojas sueltas. Bailío era el tipógrafo que manejaba la imprenta traída en la expedición, imprenta en donde ya en Juangriego habíanse editado las alocuciones del Libertador, de Mariño y de Arismendi, de que ya se ha hecho mención pá¬ginas antes.

El comandante Campos intercede ante Bolívar, en el sentido de evitar la destrucción de Carúpano-Arriba; pero el Jefe Supremo mantiene su decreto, ofreciéndole casas más cómo¬das a los independientes que perdiesen las suyas.

No hay constancia de que la amenaza se realizase; pero sí de que ninguno de los de Carúpano-Arriba la tuvieron en cuenta, y siguieron en las montañas de Buena Vista, Cusma, Chipichipi y Maturincito, incorporándose algunos al valeroso indio Macario Martínez, quien casi todas las noches tirotea las avanzadas patriotas. Estas constantes diversiones nocturnas de Martínez, mantienen en sobresalto a las familias y hasta a los mismos militares, pues unas veces rompía los fuegos por El Tigre, otras por Curacho y en ocasiones por el cerro del Calvario.

Resuelta, al fin, la evacuación de Carúpano, hace el Libertador, a imitación de lo de Santa Ana del Norte, reunir una asamblea o junta de guerra. Es de sentirse el no haber encontrado documento alguno que nos indicara las personas concurrentes a ella. Tal Asamblea se reunió el 28 de junio bajo la presidencia del Ledo. Diego Bautista Urbaneja y es fácil pensar que asistieron los jefes y oficiales que allí se encontraban. En esa Junta se reconoce otra vez a Bolívar con el carácter de Jefe Supremo de la República y se declara que el Gobierno es uno y central.

Al día siguiente empiezan la destrucción de las fortalezas, inutilización de las piezas de artillería de gran calibre y el 

embarco de las tropas, que apenas ha lográdose organizar en número de poco más de quinientos hombres, que fueron luego a inmortalizarse en la famosa retirada desde las playas de Ocumari de la Costa hasta las márgenes del río Neveri. ¡ Gloria a esa valiente división de hijos de Carúpano!

Bolívar había distribuido el personal de ese cuerpo, así: Artillería, al mando de Salom; Infantería de Honor, regida por Anzoátegui; Cazadores, por Justo Briceño; Girardot, por Vélez; Vencedores en Araure, Pedro León Torres; Cumaná, Miguel Borrás; Güiria, José Antonio Raposo; Soberbios Dra¬gones, Alcántara; y Caballería, Teodoro Figueredo. Por supuesto, que la tal caballería sería para el futuro, pues ni en Margarita ni en Carúpano se consiguieron bestias. El 30 concluye el embarco en las quince naves de que se compone ya la flota republicana. El mismo día despacha Bolívar un esquife para Margarita con pliegos para Arismendi, dejando otro a la orden de Antonio Acosta, Jefe del piquete de observación, que queda en la plaza con instrucciones de replegar sobre dicha isla.15Al amanecer del 1’ de julio dice adiós a las playas de Carúpano y se dirige a las costas centrales de Venezuela. Es ésta la segunda y última estada del Libertador en el seno de la sociedad de Carúpano. Y allí, en donde había sido reemplazado en la Jefatura suprema el 2 de setiembre de 1814, es, como en singular reivindicación, aclamado de nuevo con el mismo carácter.

 

 

No dilató mucho Cires en ser avisado de la salida de Bolívar y en la tarde del mismo día ocupa la población. No permanece muchos días allí y regresa a Cumaná, destacando sobre los pueblos de la península de Paria, ocupados ya por Mariño: Yaguaraparo, Irapa, Soro y Güiria, al teniente coronel Francisco Jiménez con el batallón Reina Isabel. El capitán José Caturla con una compañía del batallón Clarines, queda de guarnición en Carúpano, distribuyéndose las otras entre San José, Casanay y Cariaco.

CAPITULO VIII

1816-1820 — Campaña de Jiménez — Campaña de Mari-ño — Cariaco, cuartel general de los patriotas— Congreso de Cariaco — Instálanlo autorizados por el Libertador — Gobierno Provisorio — Llegada de Canterac — Regreso de Morillo — Campaña de Canterac — Morillo de nuevo en Margarita — Heroica defensa de los margariteños — Otros sucesos de 1817 — Anarquía entre los patriotas — Bermúdez, Guevara, Mariño — Los coroneles Sucre, Mon-tes e Isava Sucre — El comandante Carrera, el Capitán Brito Sánchez — La prudencia soluciona la situación — Frústrase el ataque patriota sobre Cumaná — Regresa Bermúdez a Angostura — Situación de los realistas en Cumaná — El coronel José María Barreiro — El coronel Arana — Operaciones militares — Campaña de Arana — Sucesos de 1818 — Combate naval en Manzanillo — Combate en Cariaco — Jiménez derrota a Mariño — Muerte de Jiménez — Nuevo plan de campaña del Liber-tador sobre Cumaná — Mariño, Bermúdez, Monagas — El comandante Ferino — Defensa de Carúpano — Rechazo de Bermúdez en Carúpano y Río Caribe — Derrota de Montes en Cariaco — Se desorganiza el ejército de Mari¬ño — Fracasa el plan del Libertador — Sucesos de 1819 — El capitán Rafael Sevilla — Recuerdos de la conju¬ración de 1815 — Arribo a Carúpano de la escuadrilla rea¬lista — Reemplazo del Gobernador Cires.

En cumplimiento de las instrucciones recibidas, marcha el Teniente coronel Jiménez, ocupa a Río Caribe, a la sazón abandonada por los patriotas y a poco desaloja a los que gua recen el puerto de Yaguaraparo. Los derrotados se hacen firmes en Irapa. Acude Mariño desde Güiria, que es su cuartel general, y el 2 de setiembre de ese año de 1816, ataca a Jiménez en el propio Yaguaraparo. Jiménez retrocede. Mariño no se detiene ante ese primer triunfo y continúa su marcha victoriosa, adueñándose de Río Caribe, Carúpano y Cariaco. Jiménez logra incorporarse al brigadier Cires en Cumaná y para fines del año Mariño amaga la capital de la Provincia.

Acompañan a Mariño: Bermúdez, Valdez, Armario, Fou-chet, Sucre, los Isava Sucre, Olivier Marcano, Pedro Betancourt y algunos oficiales más. A su paso por Carúpano deja como jefe de la plaza al comandante Olivier Marcano y a Betancourt de Administrador de la Aduana. Desde entonces vuelve Carúpano una vez más a poder de los patriotas, aunque no será por mucho tiempo.

Reconocido el Libertador por Jefe Supremo de la Repú¬blica y de sus ejércitos, y a Mariño por segundo, el 6 de mayo de 1816, en la asamblea reunida en la Villa del Norte de Mar¬garita, dicta dos días después una alocución a los venezolanos. De ese documento tomamos el párrafo siguiente:

“El Congreso de Venezuela será nuevamente instalado, donde y cuando sea vuestra voluntad. Como los pueblos inde-pendientes me han hecho el honor de encargarme la autoridad suprema, yo os autorizo para que nombréis vuestros diputados al Congreso, sin otra convocación que la presente, confiándoles las mismas facultades soberanas que en la primera época de la República”.

Y el 28 de diciembre del mismo año expide otra alocución a los venezolanos, fechada en el Cuartel General de la misma Villa, después de su segundo regreso de Haití, a donde fue Francisco Antonio Zea, comisionado por el general Piar, a raíz del nombramiento de éste de General en Jefe, por la Junta de guerra celebrada en Barcelona el día 3 de octubre, tras la batalla de El Juncal, el 27 de setiembre. Zea se embarca en la goleta Diana, llevando correspondencia de Piar para Bolívar y para Arismendi, y éste, en Margarita, donde lo encuentra Zea, también escribe al Libertador llamándole a ponerse al frente de las operaciones de la guerra, ya que en la asamblea del 3 en Barcelona había sido de nuevo, a propuesta de Piar, reconocido por Jefe supremo de la República. De aquella alo¬cución tomamos:

“Vosotros me habéis confiado la autoridad en los dos últimos períodos de la República. Vosotros me habéis obligado a subir al tribunal y a combatir en el campo. No he podido a la vez llenar tan opuestos destinos. La Patria ha sufrido en la administración y en la guerra. Vencedor, no he podido alcanzar los frutos de la victoria, por atender a los cuidados del Gobierno. La justicia, la política y la industria, han sufrido cuando me he ocupado en defenderos. Así, una necesidad impe¬riosa exige inmediata instalación del Congreso, para que tome cuenta de mi conducta, admita la abdicación de la autoridad que ejerzo y forme la constitución política que debe regiros.

“Venezolanos! Vosotros habéis sido convocados por mí desde el mes de mayo, para constituir el Cuerpo Legislativo, sin prescribiros restricción alguna, autorizándoos para escoger la época y el lugar. No lo habéis hecho: los sucesos de la guerra os lo han impedido; pero ahora debeis apresuraros a ejecutarlo como las circunstancias lo dicten. La patria ha estado y estará en orfandad, en tanto que el magistrado sea un soldado. Las vicisitudes de la guerra son tan varias y terribles, que apenas pueden preverse, mucho menos evitarse; las transacciones del Gobierno exigen un establecimiento más constante. Un hombre mismo no puede moverse y estar en reposo. Vosotros, pues, debeis dividir las funciones del servicio público entre muchos ciudadanos, que posean las virtudes y el talento que se requieren para el ejercicio del poder.

“Si aquellos que fueron legítimamente constituidos por los representantes de los pueblos en el primer período de la República, existieran libres y entre nosotros, los veríais ocupar las dignidades que les fueron conferidas; pero la más deplorable fatalidad nos priva de los servicios de estos funcionarios. Los más se hallan ausentes, muchos oprimidos y muchos muertos, y otros son traidores. No obstante que su autoridad ha prescrito, habiendo terminado sus funciones, yo los habría convidado a continuar de nuevo el Gobierno de la República. Ellos no apa¬recen en el suelo de la patria libre; es, pues, indispensable reemplazarlos.

“Venezolanos! Nombrad vuestros diputados al Congreso. La isla de Margarita está completamente libre: en ella nuestras asambleas serán respetadas y defendidas por un pueblo de héroes en virtud, en valor y en patriotismo. Reunios en este suelo sagrado, abrid vuestras sesiones y organizaos según vuestra voluntad. El primer acto de vuestras funciones será señalado por la aceptación de mi renuncia”.

Meses más tarde, Mariño tras sus brillantes éxitos militares, había situado como queda dicho, su cuartel general en Cariaco. Allí van reconcentrándose muchos distinguidos y venerables patriotas, tanto civiles como militares. En todos ellos vive el noble ideal de la patria independiente y de la República, por el cual no habían omitido hasta esos días de gloria y de sacrificios, ni un momento de angustia y sinsabores.

El Libertador de Oriente, que, como se dijo, está reco¬nocido como el segundo jefe de la República y de sus ejércitos, sabe como todos los allí presentes, que Bolívar ha logrado incorporarse a Piar en Guayana y que éste ha ganado una gran victoria en el banco de Chirica (San Félix), el 11 de abril, sobre el caballero brigadier Miguel de la Torre.} Piensan de concierto ser propicia la oportunidad para cumplir los deseos del Libertador, y proceden a instalar el Congreso, que tanto escarnio ha recibido de algunos escritores sin sentido crítico alguno. Animados por los recientes triunfos, alentados y auto¬rizados por las indicaciones del Libertador, que acaban de leerse, y consecuentes con sus anhelos de dar mejor fisonomía política a la República y establecer un gobierno regular lo más alejado posible del personalismo, Mariño los convoca, y se constituyen en representantes de los pueblos independientes. Naturalmente, dadas las excepcionales circunstancias que por causa de los azares de la guerra atraviesan, tales representaciones se designan muy irregularmente, de la misma manera que el año siguiente hará Bolívar con los representantes del Congreso de Angostura, el cual quedará constituido con la mitad de los del Congreso de Cariaco.

El Congreso se reúne el día 8 de mayo de 1817 en una de las mejores casas de la población, formando esquina, cercana al río Carinicuao. A su instalación concurren: Mariño, Francisco Javier Mayz, Diputado por Cumaná, miembro del primer Con¬greso que se reunió en Hispano América y firmante del Acta de nuestra Independencia; el Almirante Luis Brion, comandante de las fuerzas navales; Francisco Antonio Zea; el canónigo Cortés de Madariaga; Francisco Javier de Alcalá, Diego de Vallenilla; Antonio de Alcalá; Manuel Isava Sucre; Francisco de Paula Navas; Manuel Maneiro y Diego Bautista Urbaneja.

Hállanse también en la población otros distinguidos pró-ceros civiles de la Patria, entre ellos el Ledo. Juan Martínez Alemán, el Ledo. Gaspar Marcano, el Ledo. Ramón García Cádiz; Casiano de Bezares, etc. Tal instalación fue motivo de entusiastas festejos populares en Cariaco.

El Congreso declara: que desde este día reasume el carácter nacional representativo a que ha sido restituido por el “eminente general Santiago Mariño”, procediendo éste en nombre del Jefe Supremo de la República y en el suyo propio, “como segundo jefe encargado al presente de las riendas del Gobierno”.

Mariño expresa que “nadie ignora que la República, en el curso de todas sus vicisitudes, jamás ha contado con un apoyo más firme, con un amigo más sincero que nuestro incomparable ciudadano el patriota general Simón Bolívar, cuyos designios han sido encaminados al restablecimiento del Gobierno repre¬sentativo elegido por el pueblo venezolano como constitución fundamental. He ahí mi más ardiente deseo; he ahí el objeto para el cual os he convocado ya dos veces...”.

Y el Almirante Brion: “Nada ha causado más pura e inefable felicidad a este hijo adoptivo de Venezuela, que la presencia de esta respetable Asamblea convocada por el segundo Jefe, investido de los poderes del Supremo, para la consideración de un asunto tan importante a la salvación de la Patria. Habiendo él de ese modo cumplido la voluntad del pueblo soberano de Venezuela, al par que correspondido a los deseos y designios de nuestro Jefe Supremo, su nombre de hoy más pertenece a la inmortalidad. 

El Congreso establece un Gobierno provisorio compuesto por los generales Bolívar y Femando Toro y Francisco Javier Mayz, y por ausencia de los dos primeros designa a Zea, Cortés de Madariaga y Diego de Vallenilla, debiendo Zea y Cortés, ejercer ad ínterin el Poder Ejecutivo, presidido por el venerable Mayz. En la Presidencia del Cuerpo sustituye a este último con Fran¬cisco Javier de Alcalá. Mariño hace renuncia del cargo de segundo jefe de los ejércitos de la República. Para el departa¬mento de Justicia nombra a los doctores Martínez Alemán y Gaspar Marcano y Ledos. García Cádiz y José María España. Y fija como asiento del Gobierno la ciudad de Pampatar en la isla de Margarita, a la que discierne el nombre de Nueva Esparta.

De todo esto se da cuenta al Libertador a la sazón en Guayana. El jefe supremo de temperamento violento e impul¬sivo, suspicaz, pensando que tras el aparato de ese congreso se oculta algún propósito que menoscaba su autoridad suprema, se indigna contra aquellos patrióticos anhelos de republicanismo, o mejor dicho contra sus autores, y desaprueba rotundamente todo lo hecho. No lo había él presenciado ni practicádose bajo su inmediata autoridad. Pero lo más grave de todo, lo que más entorpece el proceso cívico hasta llevarlo al desastre, son las circunstancias inesperadas de la guerra, que obligan nece¬sariamente a los patriotas a salir en el mismo mes de mayo, unos para Margarita, la mayor parte, y otros para Angostura: las fuerzas realistas marchan sobre Cariaco, aumentadas con un fuerte contingente de tropas españolas acabadas de llegar al mando del general José Canterac.

Con todo, el Libertador, con la visión luminosa de su genio, comprende perfectamente bien la necesidad de un cuerpo representativo y, aprovechando el ejemplo, convoca al año siguiente el de Angostura, compuesto de Diputados designados por él mismo, tal como acaba de hacer Mariño, entrando en la formación de dicho Congreso la mitad de los del Congreso de Cariaco.

Mientras tanto, llegan a Morillo, a la sazón en Ocaña, Nueva Granada, las nuevas de la sublevación de Arismendi en Margarita y luego el arribo de la expedición de Los Cayos. Piensa con claro criterio militar que con la llegada del Liber¬tador volverá Venezuela a incendiarse en los horrores de la guerra, y resuelve regresar a fin de conjurar la tempestad de fuego que su intuición veía aproximarse. En la tierra de los Zipas y de los Zaques deja establecido el reinado del terror, sacrificando a gran número de los más notables granadinos. Torna a Venezuela y arriba a Cumaná el 4 de junio. Allí encuentra al brigadier José Canterac, quien hace pocos días ha llegado de España al frente de una división compuesta de dos batallones del regimiento de Navarra, con 800 plazas cada uno; el segundo batallón del Burgos con 800 soldados; dos escuadrones de lanceros con 860 hombres, dos compañías de caballería constantes de 192 plazas; una compañía de artillería con 80 hombres y doce piezas montadas. Canterac había entrado a Cumaná el 22 de mayo anterior.

Morillo al darse cuenta exacta de la situación: los patriotas ocupando casi todas las poblaciones de la provincia y el Gobernador Cires solamente la capital, abre inmediatamente operaciones con el nuevo contingente expedicionario de españoles, y como el más inmediato y el más fuerte adversario es Mariño, quien se halla en Cariaco después de su regreso de Barcelona en abril de ese año, dispone que Canterac con quinientos hombres del batallón Navarra, cuyo jefe inmediato es el teniente coronel Ugarte, el segundo batallón de Burgos y parte de los lanceros, salga sobre Cariaco. Canterac ataca rudamente el 10 de junio y tras sangriento choque ocupa la plaza. Con el Burgos y los lanceros sigue sobre los derrotados, quienes llevan rumbo a Carúpano. El resto de las fuerzas regresa a Cumaná, donde se halla Morillo. Este entonces despacha la corbeta Descubierta, al mando del capitán de fragata Francisco Topete y algunos trasportes, con órdenes de embarcar en Carú¬pano a Canterac y a las tropas que con él están en ese puerto y conducirlas a Coche, mientras Morillo con el regimiento de Navarra se les reune en la citada isla, lo que viene a acontecer el 13 de julio siguiente.

Mientras tanto, el indio Macario Martínez, único que había quedado en armas por las serranías vecinas, amenaza diariamente a los patriotas que guarecen la ciudad. No obstante todos los esfuerzos hechos por el Jefe militar que lo es el comandante Marcano Olivier, con el propósito de destruir la montonera de Macario, el esforzado indígena realista se burla de las medidas que contra él se libran. Un día, de los primeros del mes de junio, se resuelve a atacar a los patriotas. Así lo efectúa, pero con tan mala suerte, que hasta con dos heridas sale en la derrota que le infligen. A poco se rehace y vuelve a embestir. Los patriotas que han agotado sus municiones, se retiran, y Macario, herido, se adueña de la plaza. Deja a su segundo, Quijada, encargado del mando militar y se embarca para Trinidad a curarse y a comprar pertrechos con que con¬tinuar la guerra en mejores condiciones. Macario fue siempre una constante amenaza que llenaba de angustia a los moradores de Carúpano; pero no hemos hallado constancia de que victi¬mase a nadie allí, a pesar de ser de la localidad donde tenía enconados enemigos políticos y habérsele presentado ocasiones de sobra para hacerlo.

Mariño, derrotado, llega a Carúpano. En Cariaco deja muertos, heridos y prisioneros, entre estos últimos a su secretario el teniente coronel Rafael Jugo, y entre los heridos al joven Francisco Sucre Alcalá, hermano menor del coronel Antonio José Sucre. Mariño ataca a Quijada y ocupa la ciudad. Pero allí apenas tiene tiempo para reponerse y para aprestarse a pelear a Canterac, quien viene impetuosamente sobre él. El 13 de junio entra Canterac a Carúpano a fuego y sangre. Mariño y un puñado de compañeros logran salvarse internándose por las montañas de Paria, de donde se dirigirá a Maturín en desas¬trosas condiciones militares.

Por lo visto, el brigadier realista procede a la inversa del gobernador Cires, y sus operaciones son activas y vigorosa¬mente ejecutadas.

El joven Sucre, herido y prisionero, es fusilado en Cariaco. Igual suerte corre Jugo en Cumaná, para donde había sido con-ducido, y asimismo en Carúpano el joven Antonio Herrera, de la distinguida familia patricia del mismo apellido. Canterac cumple las órdenes de Morillo y secunda eficazmente en el oriente de Venezuela la obra de exterminio puesta en práctica en Nueva Granada, escogiendo cabezas distinguidísimas para cercenarlas.  Hállase Canterac todavía en Carúpano al regreso de Macario. El jefe español le proporciona armas y pertrechos y Macario continúa, más pujante que nunca su lucha por el triunfo de sus banderas.7

Canterac hace reparar las baterías del puerto, destruidas el año anterior de orden de Bolívar, a fin de no dejárselas utilizables al brigadier Cires. Asimismo dispone la construcción de un fortín en la cumbre del cerro que se encuentra a sota¬vento del puerto, conocido con el nombre de La Vigía. Morillo, con el resto de las tropas llega a Carúpano y junto con Canterac sigue el 13 a la ensenada del Guamache en la isla de Coche, donde llega el 14, como se dijo. El 15 arriba a Margarita por el puerto de Los Varales, donde encuentra una vigorosa resistencia de parte del patriota coronel José Joaquín Maneiro.8 Los margariteños se defienden gallardamente y por tres horas seguidas luchan denodadamente por rechazar a los invasores. Se baten, según palabras de Morillo, “con un denuedo y osadía de que apenas hay ejemplo”; y asombrado el valiente caudillo hispano ante el vigor de aquellos patriotas, afirma seguida¬mente: “La retirada la verificaron con el mayor orden, y no hubo mata ni árbol en que no se sostuviesen con tanto valor, como las mejores tropas”.9El 20 arriba a Margarita el coronel Juan de Aldama con mil doscientos plazas que vienen a aumentar el número de los realistas. Constituyen ese refuerzo, parte del regimiento de La Unión y el batallón Reina Isabel. Están Morillo al Ministro de Guerra, fechada en Los Varales a 17 de julio de 1817. con Morillo: Canterac, Aldama, Ugarte, González Villa, Fran¬cisco Jiménez, Eugenio Arana, y muchos otros aguerridos militares.

Los Varales, Porlamar, El Valle, Pampatar, Garanta, Pan de Azúcar, El Calvario, Libertad, El Mamey, Asunción, La Raya, Matasiete, Copey, Los Robles, Portachuelo de Tacarigua, San Juan, Juangriego... puede decirse que no hay palmo de tierra margariteña, donde sus hijos no les disputasen el triunfo a sus contrarios. Y aparte los rudos e injustos calificativos de bandidos, facinerosos, feroces asesinos, malvados, forajidos y hombres crueles, que les da el Pacificador, en donde más resalta el heroísmo de ellos, es, precisamente, en la relación que de los hechos hace el mismo Morillo al Ministro de Guerra, en su citada comunicación, para terminar diciendo: “Lo que en la isla de Margarita pudo sofocarse con un batallón oportunamente enviado, no lo alcanzaron tres mil españoles mandados por mí de las mejores tropas de la Península”.10

Con respecto al reñidísimo combate del 8 de agosto en Juangriego, postrero de aquella famosa serie de acciones de armas, escribe Morillo al Ministro de Guerra, en 28 de agosto de ese año, lo siguiente: “Estos malvados, llenos de rabia y orgullo, con su primer ventaja en la defensa, parecía cada uno de ellos un tigre y se presentaban al fuego y a la bayoneta, con una animosidad de que no hay ejemplo en las mejores tropas del mundo”.11

En esa ocasión los batallones Granada y Clarines que han sido rechazados, son reforzados por el regimiento de La Unión y vuelven a atacar a los defensores del fuerte de Juangriego, quienes lanzándose fuera del recinto los rechazan una vez más. Al fin, vencidos por la superioridad numérica, prefieren los pocos que aún quedan con Manuel Salazar y Juan Fermín, no rendirse, y resuelven volar al parque que aún tienen disponible y volar todos ellos con el fuerte. Y así, en momentos en que los asaltantes ponen los pies en el interior del recinto, una espan¬tosa detonación estremece el espacio y una espesa nube de humo, tierra y piedras oscurece aún más lo nublado del día.

Pocos se salvan, pues uno que otro a quien no alcanzó la explo-sión, son acuchillados. “Nuestra caballería, dice Morillo, que para el momento de ocupar el reducto ya estaba prevenida, recibió a los que salieron de él en unas lagunas poco profundas, donde todos se arrojaron, y allí pereció a sablazos aquella banda de asesinos feroces que ni imploró la clemencia ni hubo uno que diera señales de timidez, en medio de la carnicería que en ellos se hizo”.

Tanto el Pacificador como los tenientes fracasan en su tenaz y pujante empeño en sojuzgar la heroica isla defendida por sus hijos, inclusive sus meritísimas mujeres, empinándose todos victoriosos sobre la cumbre inmortal del Matasiete, el 31 de julio, y en holocausto grandioso dentro del fuerte de Juan¬griego, el 8 de agosto. Noticias adversas (la ocupación de Guayana por Piar y aprestos de próxima campaña patriota sobre Caracas) unidas a la irreductibilidad de los insulares, hacen comprender a Morillo lo estéril de sus esfuerzos. Resuelve, en consecuencia, evacuar la isla, y regresar a Cumaná con sus mermados batallones, el 19 de agosto.

El mismo día hace incendiar los pueblos de Cumanacoa, San Fernando, San Lorenzo, Aricagua y Arenas, que eran campamentos del patriota coronel Domingo Montes, situados en el extenso valle de Cumanacoa.

Morillo después de permanecer algunos días en Cumaná, prosigue a Caracas y Valencia, y de allí emprende su larga campaña por los llanos del Uárico, a fines del año.

Canterac pasa al Perú, para donde viene destinado. Por su bravura, por su inteligencia y por sus dilatados servicios, asciende a Mariscal de campo, para venir a ser vencido en la célebre batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, ganada por el general Antonio José Sucre. Era Canterac para ese día el jefe de Estado Mayor General del Virrey La Serna, y allí quedó prisionero junto con todo el ejército, inclusive sus más famosos Generales, en poder de Sucre, quien ni siquiera recordó el fusilamiento de su hermano Francisco, siete años antes.

Ayacucho es el más hermoso florón de victoria con que el inmortal cumanés selló la independencia política de la Amé¬rica Hispana; y el manto de generosidad y de gran visión fraterna con que cubrió a los vencidos, el signo característico de su noble alma gloriosa y fuerte.

Para octubre de 1817 los realistas ocupan en la provincia de Cumaná todas las poblaciones costaneras, por donde fácil¬mente se proveen de recursos y se mantienen, puede decirse, en contacto. No así los patriotas, quienes ambulan por los pueblos del interior casi sin saber los unos de los otros. En Cumaná se hallan de guarnición el 2? batallón del Regimiento de Granada, comandado por el teniente coronel Agustín No¬guera y el de la Reina Isabel, al mando del teniente coronel Eugenio Arana. En Cariaco, el teniente coronel José María Fuentes con dos compañías; en Carúpano, el teniente coronel Juan de Armas con un batallón y en la península de Paria el teniente coronel Francisco Jiménez cubriendo a Río Caribe, Yaguaraparo, Irapa, Soro y Güiria con unos cuatrocientos sol¬dados, de los batallones Reina Isabel y Clarines.

Las fuerzas patriotas merodean por Cumanacoa y pue¬blos aledaños, unas con el general Bermúdez, a quien había despachado el Libertador desde Angostura con el carácter de Comandante General de la Provincia, y otras bajo las órdenes del general Mariño, quien se había visto obligado a abandonar la costa de Paria, donde en agosto y setiembre triunfa ruidosa¬mente el teniente coronel Jiménez. Carentes de recursos de boca y casi desprovistos de municiones, tienen, no obstante, que librar encuentros a menudo. El teniente coronel José María Carrera derrota un destacamento en el pueblo de Catuaro y aumenta su gente. El coronel Domingo Montes se arriesga a atacar a Cumaná y lo verifica en la noche del 12 de octubre. El 20 ataca Carrera a Fuentes en Cariaco y más tarde dispersa una guerrilla realista que pasa por Santa Cruz. En Maturín sostiene el general Andrés Rojas el pabellón de la Patria independiente.

Con todo, algo peor que la falta de cohesión y de recursos, se observa en esos campamentos patriotas: la anarquía que hunde sus garras en los principales organismos. Mariño, en abierta rebelión contra los procedimientos del Libertador, des¬conoce en Aragua de Maturín, el 26, la autoridad militar de Bermúdez, su cordial enemigo para entonces; y éste con el mayor sigilo libra órdenes a sus diversos .cuerpos para una reconcentración en Cumanacoa, que es su cuartel general. Se aprestan para irse a las armas los conmilitones de una misma Causa; y agrava todas estas circunstancias, el que tanto el uno como el otro se insultan en cartas y por recados, de manera bochornosa.

Marcha Mariño sobre Cumanacoa y en Caripe incorpora a su fuerza al teniente coronel Carrera. Ante este proceder de Carrera, receloso Bermúdez y no muy seguro de la fidelidad de las tropas que viene a comandar, toda vez que entre ellas existen cuerpos al mando del general José Rafael de Guevara y de los coroneles Manuel Isava Sucre, Domingo Montes y León Prada, quienes habían servido lealmente a las órdenes de Mariño y eran sus entusiastas amigos y partidarios, reune una junta de guerra el 30 de noviembre, no sin haber hecho pasar por las armas el día anterior al teniente Gregorio Baca, por haber éste repartido entre oficiales de Bermúdez, cartas de oficiales de Mariño, en las que éstos convidaban a aquellos a rebelarse contra Bermúdez.

En la mencionada junta se resuelve salir a librar batalla a Mariño, en donde quiera que se le encuentre. Mariño tiene su cuartel general en San Francisco. Marcha Bermúdez con todas las fuerzas. El 2 de diciembre acampa en San Antonio, donde hace fusilar a un soldado desertor. El día siguiente se halla a cinco kilómetros distante de Mariño. En la noche del 2 al 3, Carrera y su cuerpo se pasan al campo de Bermúdez. Esta circunstancia es en el campamento de Mariño como un grito de dispersión general, a tal punto que a las doce del día, tienen Mariño y los pocos que le permanecen fieles, que salir a escape, camino de Caripe. Bermúdez ocupa inmediatamente la plaza de San Francisco, y despacha al coronel Montes sobre los fugitivos; y asimismo a Carrera, a ocupar a Cumanacoa. El 5 se presentan Mariño y algunos oficiales en Caripe al coronel Montes, llamados por éste, y juntos siguen a San Francisco, donde permanece Bermúdez.

En el campamento patriota se piensa en los pocos momen-tos de vida que le restan a Mariño; pero con Bermúdez y contra el prejuicio general, está el coronel Sucre. Al acercarse el Libertador de Oriente, Bermúdez hace formar la División con banderas desplegadas y sale con su Estado Mayor a recibirlo. Las tropas saludan con sus pabellones, la banda militar toca en su honor sonora diana y los gritos de ¡viva la Patria! y ¡viva el Gobierno! atruenan los aires. Mariño y Bermúdez se abrazan estrechamente, laten juntos sus valientes corazones y olvidan para siempre su enemistad y sus rencores. Mariño, bajo la protección de Bermúdez sale el 8 para Margarita, y Bermúdez contramarcha a Cumanacoa.

Gracias a Sucre, Guevara, Montes, Prada, Brito Sánchez, Isava y Carrera, quienes con su actitud firme y prudente, salvan la angustiosa situación.

Por lo que respecta al noble proceder de Bermúdez, éste no sólo tiene en cuenta la opinión de los jefes y oficiales de Mariño, sino también sus antiguos nexos desde los comienzos de la guerra. La política de magnanimidad aconsejada por Sucre, le proporciona en la ocasión mejores frutos que las medidas de violencia a las que tan inclinado es. De lo contrario, al haberse consumado el sacrificio de Marino, el de Bermúdez habría seguido inmediatamente. Y todo esto lo salvó el buen juicio y la previsión de Sucre.

Dice Jerónimo Ramos, en su estudio histórico titulado Campaña del general Bermúdez en 1817,al hablar de estos asuntos, lo siguiente:

“Razones de consideración personal, por una parte, de agradecimiento, por otra, respecto de Mariño, fueron sin duda los que movieron a su favor el ánimo de Bermúdez. Nacido en la opulencia, dotado de rostro muy agraciado y no pobre tampoco de gracias corporales, había además recibido Mariño, con relación a su época, una educación esmerada, sin descuido, a fuer de caballero, de las artes de adorno como la esgrima, la equitación y en la danza, en las que llegó a adquirir habilidad y destreza. Apuesto en su persona, culto en sus modales, suave en sus costumbres, liberal, galante y valeroso, tenía que ser por fuerza bien quisto de las damas en el estrado, como también el ídolo del soldado en el ejército. Favorecido así por la natu¬raleza y por la fortuna, no conocía la envidia, ni abrigaba en su pecho pasiones ruines: generoso siempre, villano nunca. Como todo ser humano tuvo defectos; pero sus faltas de gra¬vedad en ocasiones no se compadecen mal con el tinte oriental de su carácter y con sus aficiones romanescas. Bermúdez, que conocía su magnanimidad, no quiso ser un miserable: Bermúdez, que largo tiempo había militado bajo sus órdenes y que había sido honrado por él en su carrera, no pudo en fin ser un ingrato”.

Activamente reorganiza Bermúdez las fuerzas patriotas, a fin de formar un solo ejército a sus órdenes, con el propósito de atacar la capital de la Provincia. Para el 21 de diciembre tiene listas dos brigadas, compuestas cada una de dos batallones. Para l9 y 29jefes de la Primera Brigada designa al general Guevara y al coronel Francisco Carmona (a) Coronel Flanco Derecho, respectivamente. Con el carácter de primero y segundo jefes de la Segunda Brigada, nombra a los coroneles Manuel Isava Sucre y José Manuel Torres. Asimismo hace las siguien¬tes designaciones: Comandante del Batallón número 1 al teniente coronel Calixto Baza, y Sargento Mayor al capitán Francisco Giraud; Comandante del número 2 al teniente coronel Ildefonzo Paredes y Sargento Mayor al capitán José Leonardo Brito Sánchez; Comandante del número 3 al teniente coronel Ignacio Brito Sánchez y Sargento Mayor al capitán Vicente Vidllegas; para el Batallón número 4 al teniente coronel Carrera y de Sargento Mayor al capitán Santiago España y deja al coronel Montes al frente de los Dragones Invencibles, que es todo cuanto constituye el cuerpo de caballería.

Mientras tanto, veamos lo que pasa en Cumaná.

Por ausencia accidental del brigadier Cires, ejerce la Go-bernación militar el teniente coronel José María Barreiro, quien está ya al corriente de que Bermúdez se alista a atacar la plaza y al efecto se halla preparado para recibirlo.

Pero, contra lo que menos pensaba Bermúdez, queda sin efecto su plan. El 24 de diciembre se aparece en Cumanacoa el coronel Juan Francisco Sánchez, el mismo famoso instru¬mento del patíbulo de Angostura, quien viene en comisión del Libertador, a buscar a Bermúdez para que con todas las fuerzas que estén bajo sus órdenes vuele al Orinoco a tomar participación en la campaña que va a emprender sobre Caracas. Bermúdez procede inmediatamente a organizarse para marchar hacia Angostura, fija el 29 para la salida y se dispone, al igual de lo que hizo Bolívar en Caracas el año de 1814, que todas las familias abandonen la población con rumbo a Maturín, dado que no quedaría ninguna guarnición en Cumanacoa que las defendiese. Con tal disposición quedan los pueblos comar¬canos en aptitud de ser ocupados por los realistas sin el menor inconveniente.

Tampoco cuenta Bermúdez con que antes del día señalado para emprender marcha, Montes, Carrera y Prada traman una confabulación en la noche del 28 en el sentido de oponerse a que marchen todas las fuerzas para Angostura, sin quedar ninguna para defender sus hogares y las poblaciones que han venido ocupando. Llega la novedad a Bermúdez, quien bramando de cólera, sale espada en mano a debelar la insubordinación. Le acompañan Sucre, Guevara e Isava Sucre, quienes logran calmarlo. Empieza obedientemente el desfile de los batallones de Paredes y de Brito y de una parte del de Baza. El resto del batallón de éste se desbanda. Los demás se resisten. Los cachorros orientales acostumbrados a luchar con los leones de Castilla, no temen la cólera de su conterráneo Bermúdez. Ante la resuelta actitud de Montes, Carrera y Prada, Bermúdez, aconsejado por Sucre y apoyado éste por Guevara e Isava, acepta una conferencia que le propone Montes para darle expli¬cación y presentarle sus razones.

En la conferencia Montes hace presente a Bermúdez que para evitar la total disolución de la División, es de necesidad regresar a Cumanacoa todos, a fin de resolver lo más conveniente, en caso de ser imprescindible la marcha de Bermúdez para Angostura. Vueltos a Cumanacoa, allí queda resuelto que te¬niendo forzosamente Bermúdez que cumplir las órdenes del Libertador, el coronel Montes quede al frente de las fuerzas patriotas para la defensa de los pueblos ocupados por ellas.

Los batallones de Paredes y de Baza rompen la marcha el 2 de enero de 1818. Desfilan los otros y Bermúdez con el batallón de Brito sigue el 4. Sólo quedan en Cumanacoa Los Dragones con Montes y el batallón de Carrera. Para mediados de ese mes entra Bermúdez a Angostura al frente de seiscientos orientales. Ya el Libertador había marchado para Apure con todas las fuerzas de que pudo disponer.

Campeando Montes por su cuenta es atacado por el teniente coronel Arana, quien sale de Cumaná con ese fin al frente de cuatrocientos hombres. Montes ocupa a San Femando, abandonando su cuartel general de Cumanacoa. El 7 se viene a las manos y logra rechazar a Arana con algunas pérdidas para éste. Resuelve Arana flanquear el paso en la tarde del mismo día; pero Montes evacúa oportunamente las posiciones que ocupa, retirándose a las montañas vecinas. Arana vuela sobre Cumanacoa en actitud de combate, pero no encuentra sino a mujeres y muchachos y entra sin disparar un tiro. Montes y su gente se habían desaparecido. Enguerrillados en el monte, sus hombres reciben orden de no atacar sino por sorpresa y retirarse con presteza. Ante este fuego de guerrillas, destinado a dividir o fraccionar la tropa de Arana, y en el cual pierde muchos hombres, se decide el jefe realista a regresar a Cumaná, a donde llega el 12, mermado su lucido batallón. Montes vuelve a ocupar a Cumanacoa y las poblaciones cercanas y allí permanece sosteniendo la bandera de la Patria libre.

Poco después, olvidadas las discordias, vuelve Mariño al servicio activo de la República y pasa a la provincia cumanesa, desembarcando por Cariaco.

Juan de Armas, desde Carúpano avisa al comandante Jiménez lo que ocurre; y asimismo al jefe de la escuadrilla realista José Guerrero, para vigilar el puerto de La Esmeralda, a fin de evitar que les lleguen recursos a los patriotas. Guerrero destaca sobre ese punto la balandra Invencible y dos botes al mando del oficial José de Ochoa. Este trata de desembarcar en el puerto denominado El Manzanillo, donde a la sazón se encuentran fuerzas patriotas venidas de Cariaco. Trábase un pequeño combate. Muere en la acción Ochoa y las embarcaciones se retiran llevándose el cadáver de su jefe. Jiménez, arriba a Carúpano. Organiza fuerzas apoyado por el comandante Juan de Armas y marcha luego sobre Mariño, a quien ataca el 12 de marzo de 1818.18

Pero volvamos a Carúpano.

Para 1818 guarece la plaza el teniente coronel Manuel Lorenzo Ferino, con el batallón Clarines, formado por unos doscientos hombres. Entre sus oficiales se cuenta al capitán Rafael Silvestre. Secciones de ese batallón se encuentran acan¬tonadas en Río Caribe y demás poblaciones del litoral pariano.

is Morillo dice el 14.

Se recordará que el general Bermúdez a su llegada a Angostura no halló allí al Libertador, y tuvo que permanecer en la ciudad esperando instrucciones. El Libertador, después de las desgraciadas campañas del primer semestre de ese año, vuelve a la capital de Guayana. Allí repone su salud seriamente quebrantada y, sin descuidar un momento los asuntos de la guerra, continúa con la admirable actividad que le es caracterís¬tica, disponiendo las operaciones militares.

Por orden suya el general Bermúdez, con cien hombres del batallón Valeroso, sale el 14 de agosto de las fortalezas de Guayana la Vieja, a atacar y posesionarse a todo trance de Güiria y del litoral. Bermúdez procede con su acostumbrada impetuosidad, y el 25, once días más tarde, entra a la plaza, que defiende bizarramente el comandante realista Ramón Añez. Derrotado éste sitúase en Irapa.

Marcha Bermúdez sobre él y repite lo que tan felizmente había hecho cinco años atrás, desalojándole el 13 de setiembre. Añez repliega sobre Río Caribe, donde se hace fuerte, apoyado por los recursos de gente y de parque que desde Carúpano le enviara el comandante Ferino.

El 26 de agosto, o sea un día después de la toma de Güiria, incorpórase a Bermúdez el coronel Juan Carlos Fouchet, meri¬torio patriota de origen francés tan olvidado en los días que corren, con unos doscientos hombres con quienes había mante¬nido el fuego de la Independencia en las serranías vecinas. Con esas tropas y las que llevó Bermúdez, abre éste operaciones sobre los demás pueblos comarcanos.

Al saber Bolívar que Güiria está en poder de Bermúdez, forma un plan para posesionarse de Cumaná. Al efecto, él marcharía con el ejército del general José Tadeo Monagas, quien se halla en su campamento de El Pao; Bermúdez, desde Güiria, y Mariño, desde Maturín, combinando sus movimientos, mar¬charían sobre el mismo objetivo, de manera que para mediados de octubre estuviesen todos asediando la capital de la Provincia, ínterin el Almirante Brion con su escuadra, a la sazón en Margarita, cerraría por el norte.

Constituyen la guarnición de Cumaná unos escasos mil hombres de los Regimientos de la Reina Isabel y de Granada y el Batallón de Urbanos, todos al mando del brigadier Tomás  de Cires, que es al mismo tiempo el Gobernador político de la Provincia.

Todos los jefes patriotas tratan de corresponder a las instrucciones recibidas: Monagas marcha del Pao acercándose a Barcelona; Bermúdez con once flecheras comandadas por el capitán de navio Antonio Díaz, sale de Güiria; y Mariño empren¬de marcha el 15 de octubre llevando la vanguardia el coronel Domingo Montes: todos aproximándose a Cumaná.

Acompañan a Bermúdez algunos jefes y oficiales dis-tinguidos, entre ellos, el coronel Antonio José de Sucre, como Jefe de Estado Mayor, Fouchet, Domingo Román, José María García, Francisco Mejía, Gabriel y Mateo Guerra Olivier, Ma¬nuel Isava Sucre, Manuel Ortiz, Ramón Machado, Juan José Quintero, Jerónimo Salazar Vetancourt, etc. Van con Mariño, además del coronel Montes, Pedro Betancourt, José María Aguilera, José Leonardo Brito Sánchez, León Prada, los Cas¬tillo, Maza, Infante, Coronado, Vívenes, Palacio, Muñoz y otros.

Montes, quien como se ha dicho, lleva la vanguardia de Mariño, impulsado por su valor, creyendo ocupar a Cariaco, que está muy bien guarnecida por el comandante Noguera, la ataca el 31; pero con tan mala suerte, que es derrotado com¬pletamente. Ante ese descalabro, augurio de mal éxito de la campaña, el resto de las tropas se desbanda, pierden más de quinientos fusiles y a duras penas logra días después Mariño reorganizarlas en Guanaguana y San Francisco, pueblos donde forzosamente establece su campamento.

El Libertador, por su parte, que había salido de Angos¬tura el 24 de ese mismo mes de octubre, llega a Maturín el 31, y el l9 de noviembre sigue a reunirse con Mariño. En el tránsito tiene conocimiento por el teniente coronel Mayz de la rota de Montes y de la dispersión de las demás tropas de la División de Mariño, y careciendo de noticias sobre las operaciones de Bermúdez, resuelve contramarchar no sin antes enviar nuevas instrucciones a Bermúdez; y de Maturín regresa a Angostura donde arriba el 11 en la noche.

Mientras tanto, Bermúdez, ateniéndose a las primeras instrucciones recibidas, debía desembarcar en La Esmeralda, puerto situado a pocas leguas a sotavento de Carúpano y por donde debía ponerse en contacto con Mariño; pero ya sobre el terreno, pensando hacerlo mejor y que ora por Carúpano, ya por La Esmeralda, siempre sería lo mismo para los efectos del contacto, trata de apoderarse de Carúpano, pretendiendo desembarcar por la Boca del Río, en la playa que denominan Tío Pedro. Los de la plaza, que ya están en cuenta de que se acercan los expedicionarios, tienen reforzado no solamente a Río Caribe, sino también a Puerto Santo y hasta la misma ensenada de Tío Pedro. De allí el que al llegar Bermúdez a la boca del río, el Comandante Ferino le rompiera los fuegos de manera tan nutrida, que se ve en la necesidad, no obstante su impon¬derable valor, de retirarse sin haber logrado poner los pies en tierra.

Despechado y tesonero Bermúdez presume que puede dar un golpe de mano a los de Río Caribe, y acto seguido toma tres flecheras y vuela en ellas a asaltar la casa-fuerte del puerto; pero reforzado como se encuentra Añez, aumentada su gente con la guarnición de Puerto Santo, tras ruda brega, violenta y rápida, quedan rechazados los patriotas, quienes se salvan volviendo a las flecheras. Estas, poniendo proa al occidente, a poco se reúnen con las otras que habían quedado cruzando las aguas frente a Carúpano.

Frustrados ambos propósitos, sigue Bermúdez para La Esmeralda y allí desembarca. Al día siguiente sabe positiva¬mente el descalabro de Montes y el desastre del ejército de Mariño, y resuelve entonces dirigirse a Margarita  donde le aguarda el almirante Brion, a quien Bolívar había dado órdenes para que le supliese todos los recursos que aquel solicitara.

Así fracasó el plan de la toma de Cumaná; y esa ciudad en donde se hallaban los realistas desde 1814, continuará en poder de ellos tres años más.

Por supuesto, fácil es suponer el contento con que los realistas de Carúpano celebran el triunfo. El comandante Ferino, el capitán Argüelles, las tropas y el activo comerciante español Antonio González, lo hacen rumbosamente, pasean el retrato de Fernando Vil por las calles, entre vítores v descargas de fusilería y a los acordes de la banda del cuartel de veteranos.

Un año más tarde, el 18 de octubre, se encarga del mando militar de Carúpano el capitán Rafael Sevilla, sobrino del general Enrile, y oficial que vino en la expedición de 1815. Enrile era el primer jefe de la escuadra que trajo a Venezuela dicha expedición. Reemplaza Sevilla al capitán Argüelles, quien hacía cosa de un año que desempeñaba el cargo.21

Dice el referido Sevilla que lo primero que llama su atención en la casa en que iba a residir es “una gran mancha negra en el suelo, que era de blancos ladrillos’1.

—Qué es esto, preguntó:

—“En esta histórica casa fue donde se trató de asesinar al general Morales, por una conjuración formada para sublevar sus tropas. El valiente veterano descansaba en su hamaca, pero dormía con un ojo abierto, como acostumbra a tiempo que penetró sigilosamente el que había de hundirle el puñal en el corazón. Morales brincó de la hamaca, atravesó con la espada al criminal, y entre él y su terrible asistente, mataron a tres más que le seguían de cerca. Echó al fozo los cadáveres, y habiendo averiguado que había cómplices, hizo fusilar al día siguiente a ocho más, cuyas cabezas mandó que se paseasen por el pueblo en una mesa, para escarmiento de traidores. Y añade que en esa misma casa se alojó también el sanguinario Zerbériz, insurgente de funesta recordación”.22

Otro día también de regocijo para los realistas de Carú¬pano fue el 27 de diciembre de ese año. En ese día arriba al puerto la escuadra al mando del Capitán de fragata Francisco de Sales Echeverría, quien enarbola el pendón de la Comandancia en el bergantín Palomo. Esa división naval la componen tres bergantines y cuatro goletas. Los de tierra se emulan en obse¬quiar a los marinos compañeros, y entre demostraciones de cultura que les brindan, tiene efecto un sarao, el cual termina a las primeras horas de la madrugada con la noticia acabada de llegar de que los insurgentes que merodeaban por Yaguara¬paro marchan a atacar a Río Caribe.

Inmediatamente se toca llamada de oficiales, se organiza un pie de fuerzas y junto con una compañía del batallón Clarines, marcha el mismo capitán Sevilla por tierra sobre Río Caribe, en tanto que las naves de guerra siguen aguas arriba el mismo destino. Pero ya el destacamento que guarece a Río Caribe logrado había dispersar en el camino de Mauraco las partidas independientes, de suerte que la marcha de Sevilla y de la escuadra sólo se redujo a un simple paseo militar. Con todo, Sevilla, en previsión, deja al Comandante de Río Caribe unos cincuenta hombres al mando del capitán Llinas, y regresa a Carúpano. Hace lo mismo la escuadra y sigue a poco para el puerto de Cumaná.

Para entonces, diciembre de 1819, sólo había en Carú¬pano las baterías del puerto o sean las de Santa Rosa y el Castillo de la Muerte, según el capitán Sevilla.

Hizo éste construir en el cerro de La Vigía, el reducto que dos años antes dispuso el general Canterac se levantase; y asimismo una gran flechera, a la que denominó La Fiel Caru- panera. El 13 de febrero de 1820 la bautizó con grandes fiestas el Padre Respaldiza y se botó al mar. En ese mismo día se extrajo del río un cañón de a doce, que los patriotas habían clavado y arrojado al agua. Para el 22 de ese mes tenía el Jefe militar de la plaza siete cañones montados en la batería principal o de La Muerte. El último fortín que allí se construyó bajo la vigilancia de Sevilla fue el de San Femando, en el indicado cerro de La Vigía.

Este oficial español permaneció en Carúpano hasta el mes de abril, en que llegó el Capitán Diego Antonio Lamela, en su reemplazo. Ya había sido sustituido en la Gobernación de la Provincia el brigadier Tomás de Cires por el coronel Antonio Tovar, del Regimiento de Navarra. 

Cires había desempeñado el Gobierno desde agosto de 1815 hasta el 27 de enero de ese año. Al año siguiente caerá prisionero en poder de Bermúdez, en la acción librada en El Consejo, el 20 de mayo, cuando Bermúdez en su extraordinaria expedición de 1821 entró a Caracas, evitando con ello que las fuerzas de Correa27 y de Pereira, fueran a engrosar el ejército del Mariscal La Torre, en vísperas de Carabobo.

Libro Digitalizado por: Pedro Alcázares.

Imágenes tomadas por: Pedro Alcázares

 









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