Historia de
Carúpano de Tavera Acosta Cap. 9 & 10
CAPITULO IX
1820-1825
— Sublevación del batallón Clarines — El cabo Guillermo Navas y sus compañeros
— El teniente coronel Manuel Lorenzo Ferino — El Capitán Diego Antonio Lamela —
El bergantín Circe — Combate naval frente al Puerto — Nómina de los individuos
del batallón — Hijos de Carúpano que se señalan en el combate — Llegada del
comandante Carbonell — El Alcalde Guánchez — Ul¬timo día del Gobierno español
en Carúpano — El indio realista Macario Martínez — Su trágico fin — Hijos de
Carúpano que se distinguieron en la Guerra Magna — Ele¬mentos no nacidos en
Carúpano que figuraron en la lucha por la Independencia — Conspiración — Notas
biográ¬ficas — Gobernantes de la Provincia.
Así,
con varia suerte corren los sucesos de la guerra, hasta llegar el episodio que
va a narrarse y que como hecho militar en la región oriental de Venezuela, muy
pocos histo¬riadores mencionan.
Tal
omisión de parte de nuestros escritores patrios no debe sorprender: han sido
ellos parcos en los relatos que traen sus libros referentes a sucesos acaecidos
en el Oriente de la República, que apenas se ven anotados aquellos que por su
conspicuidad no era posible que pudiera prescindirse de ellos, al tratarse de
la sangrienta guerra de familia que duró diez años en nuestra Patria. En
cambio, otros acontecimientos de trascendencia histórica, acaso por incompleto
estudio de los archivos (donde los hubiere), o por falta de documentos, o por
negligencia, permanecen aún en el silencio de los anaqueles o escritos en
relatos particulares inéditos.
Para
1820 la guarnición de Carúpano continúa siendo el batallón Clarines, de
infantería ligera, al mando del ya nom¬brado comandante Ferino y del capitán
Lamela, y compuesto en su casi totalidad por hijos de las regiones orientales
del país, ya cansados de servir bajo las banderas del Rey.
Un
día ocurre la deserción de once de ellos, quienes a poco son capturados, y, de
conformidad con la Ordenanza res¬pectiva, sentenciados a muerte. En vista de
tan extrema medida, resuelven algunos de los compañeros librarlos de la terrible
suerte que les aguarda y salvarse todos, sublevándose. Y mien¬tras las
autoridades militares creen cumplir un deber enviando a aquellos infelices al
cadalso, los otros obran sigilosamente con mucha actividad, preparándose a
poner en práctica sus propósitos.
El
cabo primero Guillermo Navas, natural de Caracas, es el promotor de la
conspiración, la encabeza audazmente y a poco, en unión de los cabos Manuel
Hurtado, de Villa de Cura, Rafael Rodríguez, de Cumaná, José Uaramacuto, de
Sanlorenzo, Manuel Infante, de Aragua de Barcelona, Rafael Tovar, de San-
femando de Apure, y José Andrés Coronado, de Villa de Cura, y los soldados
Pablo Ortiz, de Cumaná, Antonio Caricó, de San¬lorenzo, y José Arreaza, de
Barcelona, conciertan un golpe de mano, que se verificará a las doce de la
noche del 16 de agosto de ese año de 1820. En consecuencia, conferencian, se
hacen promesas y juramentos y se toman cuantas medidas de pru¬dencia les
sugiere su criterio, a fin de lograr el éxito de la empresa.
Llega
la hora. Los Jefes nada recelan. La noche es oscura y propicia a la realización
del plan. Los conjurados se ponen de pie en el cuartel, a los gritos de Vivan
los criollos! Mueran los opresores! El Oficial de guardia teniente Infante y el
Alférez Torrijo, quienes duermen tranquilamente, al oir los gritos se lanzan a
cumplir con su deber y son muertos a bayonetazos. En la confusión producida,
aumentada por los gritos y las interjecciones, logran escapar algunos de los
que no están en el secreto de aquella cuartelada. Adueñados del local, los
sublevados sin disparar un tiro, reducen a prisión a otros oficiales españoles,
y ponen en libertad a los compañeros sentenciados a muerte, quienes se hallan
asegurados en un cepo, y acto continuo éstos se incorporan a sus libertadores.
Los pocos oficiales españoles ocupan en el cepo el puesto que habían tenido los
soldados desertores.
A
todo esto, el comandante Ferino, el capitán Lamela y el Cura Respaldiza, reúnen
a los que habían logrado salirse del cuartel en medio del tumulto, en la calle
de la Marina, al pie del cerro donde está la fortaleza de la Muerte.
Navas
destaca sobre ellos dos guerrillas, las que por sendas vías debían caer sobre
Ferino y sus pocos hombres, mientras que él marcha con el resto de las cuatro
compañías a reforzarlas. El comandante Ferino se halla a caballo dictando
órdenes y al ver la guerrilla que se acerca por la calle Real, hoy de la
Independencia, se dirige a ella con la mayor serenidad, les habla
amigablemente, les arenga en el sentido de que se sometan a la obediencia; pero
éstos a los gritos de Mueran los opresores! le contestan, tras breve
vacilación, con una descarga de fusilería. Ferino, quien se había desmontado
para hablarles, vuelve a montar y seguido del capitán Lamela y de los pocos que
con él están, toma la entrada de La Sabaneta.
Navas,
sin capacidad militar y creyendo que su triunfo es completo, en lugar de ocupar
los reductos, tomar otras providen¬cias que le hubieran asegurado la absoluta
posesión del pueblo y perseguir activamente a Ferino, regresa y se detiene en
la plazuela de Santa Rosa, única que existía para entonces, forma su gente
frente a la iglesia y da vítores a la libertad. Despacha al cabo Juan Castro
con veinte hombres a perseguir al famoso Macario Martínez, quien había salido
en comisión horas antes y quizás pensando en la facilidad con que ha conseguido
su victoria, se olvida de Ferino o no le da importancia alguna por considerar
que va huyendo hacia Río Caribe. Pero Ferino, como viejo y entendido militar,
aprovecha la ineptitud del cabecilla caraqueño, manda a alcanzar y devolver a
Macario y en menos de una hora, reunidos todos, a las tres de la madrugada
ocupa sin ningún inconveniente las baterías del castillo de La Muerte, (cerro
de los Masones) y la de Santa Rosa (El Faro).
A
los gritos de Viva España! Viva el Rey! es cuando vienen Navas y sus compañeros
a darse cuenta de la actitud de Ferino. Fue entonces cuando comprenden el
disparate que han hecho perdiendo lastimosamente el tiempo. Conociendo el
carácter resuelto y el valor de su antiguo Comandante y sin tener cartuchos
suficientes para intentar con éxito el asalto de las baterías, resuelven
evacuar la población y retirarse a Margarita, a ponerse bajo las órdenes del
general Juan Bau¬tista Arismendi. Así lo hacen y calladamente, aprovechando la
oscuridad, se embarcan en el bergantín Circe, capitán Colli- nette, que a la
sazón descarga harina, arroz y otros víveres procedentes de Cumaná. Sólo quedan
en la playa unos cuarenta, que rápidamente emprenden la vía de San José, para ir
a incorporarse a las tropas del coronel Domingo Montes, quien merodea por
Cariaco y sus cercanías. Cuanto a los veinte que habían marchado con el cabo
Castro, quizás se dispersaron, si bien algunos lograron recalar más tarde a
Margarita, huyendo a la persecución que les hizo Ferino.
El
Circe pica sus cabos y emprende la maniobra de salir del puerto a remolque;
pero contra los deseos de los fugitivos, la aurora los sorprende en medio de
una calma completa y no se alejan del puerto sino muy lentamente. Antes de las
seis de la mañana del 17, Ferino los saluda con los siete cañones del castillo
de la Muerte, enviándoles unos cuantos proyectiles. Con todo, la nave va
saliendo poco a poco. Ferino dispone entonces tomar el bergantín al abordaje,
arma en un santiamén seis flecheras, embarca en ellas a sus hombres y vuela a
alcan¬zarlo. A las siete se traba el combate aguas afuera frente al puerto. Los
tripulantes de los esquifes con gran arrojo tratan de subir a bordo; mas los
del Circe se defienden y a tiros y culatazos los rechazan. La brega dura hasta
después de las diez, sin haber logrado Ferino realizar el abordaje. De pronto
sopla la brisa, hínchanse las velas del bergantín y aléjase veloz¬mente. Los
valerosos tripulantes de las flecheras, regresan a tierra, desde donde con
extraordinario interés los moradores del puerto veían las banderolas
castellanas en medio del humo de la lucha y sobre el azul de las tranquilas
ondas.
De
los hijos de Carúpano que se distinguieron en el combate, se mencionan: el
sargento Manuel Sedeño y los sol¬dados Antonio González y Pascual Aguilera.
A
las once de la mañana del 18 el Circe fondea en la rada de Juangriego.
Tomado
del número 82 de El Correo del Orinoco, corres-pondiente al 30 de setiembre
siguiente, publicamos los nombres de quienes se embarcaron en el bergantín. Son
ellos: Sargentos: Manuel Sedeño, de Carúpano. José María Vásquez, de Margarita,
Antonio Tarache, de Píritu y Pedro Urbano, de Barcelona.
Cabos:
José Antonio Marcano, de Villa de Cura, José Ortiz, de Píritu, Pedro Jiménez,
de Barcelona, Diego Orocopé, de Sanmiguel.
Cornetas:
Miguel Canache, Luis González y José María Araguatamay, de Píritu, Toribio
Alemán y Juan Merecuano, de Barcelona, Manuel Ruiz, de Uracoa, Marcos de la
Cruz, de Sanfrancisco.
Tambores:
José Toledo, José Sabino, José Demetrio Cor-dero, Nicolás Idriogo y José
Rodríguez, de Barcelona, José Guillermo, de Cariaco, José Florencio Márquez, de
Güiria.
Pífanos:
Juan Liendo, de Barcelona, Juan Martínez, de El Pilar de Barcelona.
Soldados
de Cumaná: Luis José Rodríguez, José Figueras, Juan Guillermo Rodríguez.
Idem,
de San Mateo: Francisco Pereira, José María Guaipo, Pedro Yaguaima, Manuel
Santoyo, Pedro Caraparima, Juan Araguachi, Francisco Rondón.
Idem,
de Carúpano: José Cordero, Pascual Aguilera, Do-mingo Rivero, José Antonio
González, José Salcedo y José Mora.
Domingo
Cumana, Francisco Mátima, Fernando Curbata.
Idem,
de Barcelona: Martin Quintero, Juan Mendoza, José Jiménez, Domingo Sifontes,
Miguel Morfe, Vicente Duarte, Pedro Lizardo, Ciríaco García, Isidro Alfaro y
Raimundo Blanco.
Idem,
de Sanlorenzo: Pedro Flores, Rojas García, Juan Terrelles, Lorenzo Abreu y
Concepción Taipo.
Idem,
de Caigua: José García, Juan Paricaguán y Ma¬nuel Rodríguez.
Idem,
de Sanpablo .(Barcelona) : Pedro Petapete, Fran¬cisco Jiménez.
Idem,
de Píritu: Carlos Méndez.
Idem,
de Maturín: Bartolomé Fernández.
Idem,
de Cariaco: José Velásquez.
Idem,
de Sanbernardino: Celestino Paraguatay, Fran¬cisco Puesme, Pedro González y
Francisco Canario.
Agustín
Ponce, de La Guaira, Juan H. Medina y Domingo Vargas, de Coro, Fermín Navas y
José Arismendi, de Caracas, Feliciano Avila, de Onoto, Sixto Méndez, de
Cumanacoa, José Urbano, de Camariapa, Ramón Peña, de Villa de Cura, Tomás
Sifontes, de Aragua de Barcelona, Antonio Martínez, de El Carito, José García,
José Hernández y José Márquez, de San¬francisco, Manuel de Sedáez, de Sandiego,
Manuel Macuare, de Santarrosa, Ceferino Mediavilla, de Calabozo, Pedro
Gua¬yadle, de Sanmiguel y dos extranjeros llamados, Tomás Figueroa, de Puerto Rico
y Ventura Garnido, mexicano.
Como
se ve, casi todos son hijos de las regiones orien¬tales de Venezuela.
Pocos
días más tarde se repetía un hecho análogo: el combate naval ocurrido el 25 de
ese mes, en Punta Gorda (Santa Fe), entre el falucho Hércules, comandado por el
realista José Guerrero, y la flechera republicana Flor de la Mar, al mando de
Francisco Javier Gutiérrez, con suerte adversa para éste.
Poco
después el comandante Carbonell llega de Cariaco con ochenta hombres del
batallón Cumaná, en reemplazo de Ferino. Pero ya los hijos de Venezuela no
quieren seguir luchando bajo las banderas realistas, de tal manera que el
suceso del 16
de
agosto sirvió como de ejemplo a otros criollos, quienes viendo que estaban en
el comienzo del fin, empezaron a pronunciarse por la Patria independiente. Así
aconteció en Carúpano, San José y Cariaco.
Puestos
de acuerdo Carbonell, Jefe militar de Carúpano, con el Alcalde José Rufino
Guánchez y con el comandante José María
Fuentes, Jefe de la guarnición de Cariaco, pronún- cianse casi simultáneamente.
Carbonell y Guánchez entregan la plaza a los patriotas carupaneros el 25 de
noviembre de 1820. Así, Fuentes la de Cariaco. Ese día “cayó en poder de los
independientes el Castillo de la Muerte, último asilo de los godos en Carúpano:
el 26 quedó prisionera la guarnición de Río Caribe, y al finalizar el mes
estaba libre de enemigos toda la cordillera hasta Güiria”.
Desde
entonces dejan de flamear para siempre a título de jurisdicción sobre los muros
de Carúpano, las gloriosas banderas de Castilla.
Después
llegaron el general Agustín Armario y el
coronel José Loreto Arismendi con el carácter, respectivamente, de Comandante
Militar (I) y de Jefe Político del Cantón.
El
16 de octubre del año siguiente, en el séptimo aniver¬sario de la batalla de El
Salado, capitulará Cumaná, tocándole al coronel español José Caturla hacer la
entrega al general Bermúdez.
Sólo
queda en armas con unos pocos hombres en las serranías de Cusma y Chipichipi,
el irreductible Macario Mar¬tínez, manteniendo en constante alarma la
población. Las auto¬ridades envían sobre él varias comisiones sin alcanzar
ninguna de ellas la captura del último venezolano que sostiene el pendón del
Rey en la región carupanera. Finalmente, el Comandante Militar ordena marchase
el oficial Antonio Salcedo con una compañía e instrucciones de arrasar a todo
trance con Macario y con cuantos con él se hallen, si no aceptan salvoconducto
y las garantías que se les ofrecen. Salcedo marcha y logra el mejor éxito.
Macario se entrega y viene a Carúpano; pero al llegar queda reducido a la
cárcel.
Hállase
a la sazón en el puerto una goleta de guerra al mando del Comandante José María
García. Las autoridades de Carúpano lo embarcan para La Guaira. A bordo lo
encadenan y ya en viaje, entre Carúpano y Margarita, es fusilado en la proa de
la goleta y arrojado al mar su cadáver con grillos y todo. Así cayó el leal y
valeroso indígena campanero, después de haber combatido tesoneramente bajo las
banderas realistas.
Después
resultó que “en Carúpano y Río Caribe, como en Cumaná y otras partes, muchos
patriotas beneméritos se vieron pospuestos a otros individuos que, hábiles en
el arte de medrar, desertaron de las banderas del rey cuando las vieron
perdidas”.
Concluida
la guerra de emancipación, muy justo es que recordemos aquí los nombres de los
hijos de Carúpano que se distinguieron por sus servicios militares o civiles a
la Causa de la Patria, o bien por los sentimientos de lealtad que siempre les
animaron. Son ellos:
Juan
Bautista y José Nicolás Cova (II), Domingo y José Manuel Navarro Guevara,
Pascual Navarro Guevara, Domingo y José Rafael Navarro, Pedro Nicolás Navarro,
Mateo Guerra Olivier, Luis, Crispin, José Miguel y Juan Bautista Alcalá, Juan
Bautista Hernández Brusco, Juan Bautista Peña Hernán¬dez, Silvestre Peña
González, Francisco Antonio e Ignacio Marcano Navarro, Simón y Pablo Ruiz
Méndez (III), Antonio y Juan José Acosta Jiménez, Luis y Julián López, Nicolás
González, Benito López, Celestino Acosta, José González, José Antonio y Pedro de
la Plaza, Francisco Mujica, Manuel y Santiago Bravo, Antolino Gómez, Jerónimo,
Marcos y José Nicolás Salazar Vetancourt, Santiago y Ventura Millán, Juan
Manuel Guzmán (IV), Manuel y Vicente Quintana, José María Rivero, Juan José
González, Ignacio Sifontes, Eugenio Ledezma, Francisco González, Simón Gudiño,
José Milano (V), José María Brito, Andrés del Rosal, Felipe Sedeño (VI), Cleto
Rodríguez, José Nicolás Brito Cova y tantos otros cuyos nom¬bres no sabemos.
Además
de los patriotas carupaneros que quedan men-cionados, otros no nacidos allí
pero que sí tomaron parte activa en los sucesos, la mayor parte civiles, son:
José
Nicolás Salazar Navarro, Braulio Guerra, Juan del Campo, Nicolás González,
Patricio Rojas, José Salgado, Ra¬món Maneiro y su hijo Ramón, Bernardo y Manuel
Olivier Marcano, Gabriel de Guevara, José Rafael de Guevara, Pedro Rafael de
Guevara, José del Carmen Guevara, Manuel Mar¬cano, Juan Antonio y José Joaquín
Marcano (VII), Agustín Galdona (VIII), Pedro Eugenio Campos, Juan Manuel, José
Leonardo e Ignacio Brito Sánchez (IX), Juan Blanco, José Miguel, Juan Bautista
y Antonio Alcalá Sánchez, Pedro, Esteban, José y Antonio Herrera, Juan y Pedro
Manuel Guerra, Juan Francisco Mayz, Antonio Retamales, Juan Bautista Meaño,
Juan Antonio Núñez, Eugenio Marcano, José Eugenio Reyes, Vicente Guerra, Manuel
y Joaquín Alvarez, Agapito Alvarado, etc. La mayor parte de ellos margariteños
y cumaneses, a excepción del último de los nombrados que era natural de
Barquisimeto (X).
Designado
el coronel Diego Vallenilla, quien había sido miembro del Congreso de Cariaco y
luego Secretario del de Angostura, para ejercer la Gobernación de la provincia
de Cumaná, instaló su Administración en Cariaco, y luego la pasó a Carúpano,
donde permaneció hasta el mes de junio de 1821, en que habiendo sido elegido
Diputado al Congreso de Cúcuta, se encargó el Ledo. José Graü, que era el Juez
Político del Cantón. En octubre siguiente trasladó Graü el Gobierno a Cumaná y
continuó ejerciendo allí hasta la creación del Depar¬tamento de Orinoco.
Desempeñaba
la Intendencia de dicho Departamento el general José Francisco Bermúdez, con
residencia en Cumaná, y con motivo de haberse descubierto una conspiración
tramada en Carúpano, ya corrido el mes
de agosto de 1822, se trasladó a esta ciudad. Su llegada activó el proceso que
ya se había iniciado contra 16 de los más comprometidos, que se hallaban en la
cárcel. A esos se les condenó a expulsión fijándoles resi¬dencia en Cartagena y
a otros se les desterró a Margarita y a Trinidad. Sólo lograron escapar
internándose en las montañas uno de apellido Cacique y otro llamado Francisco
González. Bermúdez regresó a Cumaná, a donde llegó el 27 de setiembre
siguiente.
Al
quedar Carúpano definitivamente en poder de los patriotas, habiendo sido este
pueblo en donde más se luchó en la provincia durante la guerra de Independencia
llegaron allí otros elementos, también meritorios servidores de la Patria,
tales como José Ramón, Cayetano, Justo y Vicente Silva y Salgado, naturales de
Margarita; Pedro y José Loreto Aris¬mendi, también margariteños; Luis y José
María Molinar, cumaneses, casado el último con Juana Ordosgoiti.
Asimismo,
para los primeros años de Carúpano indepen-diente, se residenciaron en él
algunos elementos extranjeros, quienes fundaron hogares que aún conservan sus
respectivos apellidos, v.gr.: José Raffetti, genovés, servidor de la Causa
patriota, casado con Josefa María Guevara y cuyos hijos fueron: José, Rafael,
Fernando y Natalia.
José
Russián, también genovés, y quien prestó sus ser¬vicios a la Independencia de
Venezuela desde 1816, en Margarita, donde residía y donde contrajo matrimonio
con Ana Clotilde Flex, el 30 de junio de 1819.
Ambrosio
Siseo, francés, casado con Margarita Flex, hermana de la esposa de Russián.
Juan
Bautista Siseo, hermano del anterior, casado con Eusebia Martínez, y luego que
enviudó se ordenó in sacris.
Francisco
Morandi, francés, casado con Luisa Pérez Marín.
Cayetano
Morandi, hermano de Francisco, casado con Bárbara Martínez de Cordón, cumanesa.
Juan
Paván, genovés, quien viudo de Paula Colonna en 1824, casó luego con Petronila
Totesau.
José
Lyon, francés, casado en Cumaná con Mercedes Mayobre.
Antonio
Jerónimo Lyon, su hermano, viudo de Paulina Blanco, cumanesa, casó en segundas
con Dolores Mayobre (XI).
El
doctor Juan Marcos Imery, inglés, quien casó con Rosa Caraballo.
Pedro
Federico Dautant y su esposa Aimé Signé, franceses.
NOTAS
BIOGRAFICAS
I. Agustín Armario, natural de Puerto
Cabello, hijo de Agustín Armario y de Agustina María González, fue un ser¬vidor
entusiasta por la República, a cuya causa prestó sus servicios desde 1811 en
las regiones orientales. Fue de los famosos expedicionarios de Chacachacari en
1813 y corrió luego todas las contingencias de la guerra hasta el triunfo
definitivo de la Independencia. Para 1816 era Coronel. Había hecho las campañas
a las órdenes de Mariño, de Bermúdez y del mismo Libertador. Casó en Cumaná el
7 de febrero de 1822 con Josefa Manuela de la Cova Ascanio, hija de Baltazar de
la Cova Ascanio y de María Jesús de Alcalá, y tuvo tres hijas que fueron: María
Jesús, casada con Julián Llamozas de la Cova, María Manuela y Francisca
Antonia. Ascendido a General de Brigada, falleció en Cumaná el 25 de abril de
1833.
II. Juan Bautista y José Nicolás de la Cova
Ascanio y Vetancourt, hijos de Nicolas Antonio de la Cova Ascanio y Carvajal y
de Ana María de Vetancourt y Figueroa. Juan Bautista casó en Carúpano, de donde
eran nativos ambos Pró¬ceros, con su prima Rafaela Salazar Vetancourt, hija de
José Nicolás Salazar Navarro y de Rosa de Vetancourt, hermana de Ana María.
José Nicolás contrajo matrimonio con Victoria Marcano Navarro y fue un notable
civilista. Nicolás Antonio de la Cova Ascanio y Carvajal fue hijo de Nicolás de
la Cova Ascanio y de Juana Josefa González y Carvajal, naturales de Margarita.
Ana María de Vetancourt y Figueroa lo fue de Marcos Rafael de Vetancourt y de
Antonia Figueroa.
El coronel Cova tuvo en au matrimonio una
hija llamada Rosa, quien casó con Manuel Silvestre Alcalá Bermúdez. Estos
últimos son los abuelos maternos de los Russián Alcalá, Font Alcalá y Alcalá
Morandi. Empezó sus
servicios en 1811. Para el año siguiente era teniente en el batallón Carúpano,
al mando del comandante Manuel Marcano. En 1813 fue de los expedi¬cionarios de
Chacachacari. Hizo las campañas de ese año y las de 1814 bajo las órdenes de
Mariño. Perdida por segunda vez la Revolución, pasó a la isla de Margarita,
patria gloriosa de sus mayores, donde culminó su asombroso valor. A las órdenes
de Arismendi combate en El Portachuelo, el 19 de noviembre de 1815 contra el
Gobernador Joaquín Urreiztieta, y el 15 de diciembre en La Asunción, capital de
la isla; en La Línea, el 5 de enero de 1816; en El Mamey, el 25, contra el
brigadier Juan Bautista Pardo; en El Copey, el 28, y otra vez en El Mamey, el 8
de febrero; en La Garanta, el 25, contra el coronel Aldama. En 1817 a las
órdenes del coronel Francisco Esteban Gómez, en Matasiete, el 31 de julio; en
El Portachuelo el 7 de agosto, contra el general Canterac, y el 8 en
Juangriego, contra el Pacificador Morillo. El 16 de julio del año siguiente.
Bolívar le asciende a coronel y le nombra Jefe del Batallón Angostura. Fue de
los vencedores en la famosa jornada de La Cantaura, librada el 12 de junio de
1819, contra el coronel Eugenio Arana. Seguidamente combate bajo el mando de
Urda- neta en Barcelona y en Agua Santa, en Cumaná. Más tarde hace la brillante
campaña de Bermúdez sobre Caracas en 1821. A fines de ese año y principios de
1822 desempeña la Jefatura de armas de Carúpano, en sustitución del coronel
Agustín Armario, y el 15 de abril de 1824, ejerciendo la Comandancia de Armas
de Guayana, perece ahogado en el Orinoco.
En
marzo de 1819 había contraído nuevo enlace matri-monial con la cumanesa
Ascención Boada, en Soledad del Ori-noco, frente a Angostura. De ese segundo
enlace tuvo un solo hijo de nombre Juan Bautista, quien casó en Carúpano con
Francisca Molinar, hija del Procer coronel Luis Molinar y de su esposa Josefa
Vetancourt. Molinar, después de viudo, se hizo sacerdote.
Véase
una nómina de las acciones de guerra donde com-batió el coronel Cova:
1813
— Cauranta, Güiria, Irapa y Yaguaraparo.
1814
— Bocachica, Arao, Carabobo y La Puerta.
1815
— El Portachuelo, La Asunción (Margarita).
1816
— La Línea, El Mamey (dos veces), El Copey, La Caranta.
1817
— Matasiete, El Portachuelo (otra vez), Juangriego. 1819 — La Cantaura,
Barcelona, Aguasanta.
1820
— Tacarigua de Maporal.
1821
— El Guapo, Chuspita, Guatire, El Consejo, Las Cocuizas, Cuesta de las Auyamas,
Santa Lucía, Cumaná.
En
concepto del autor de esta historia, Juan Bautista Cova, José Manuel Navarro
Guevara y Mateo Guerra Olivier, son los Proceres militares más notables de
Carúpano.
III. Pablo Ruiz Méndez empezó sus servicios a
la Patria en 1811, en Margarita. Después de la capitulación de Miranda fue uno
de los patriotas remitidos a las bóvedas de La Guaira, a fines de 1812.
Recobrada su libertad regresó a Margarita a principios de marzo del año
siguiente. Contrajo matrimonio en La Asunción con María Josefa de la Cova,
natural de dicha isla. En 1814 al frente de un batallón de margariteños, hizo
la campaña por las llanuras de Barcelona y del Guárico, en el Ejército 29de
Oriente, al mando de Piar. Distinguióse en la acción de Valle de la Pascua el
25 de mayo. Para entonces era capitán de infantería. Perdida la Revolución en
ese año, se asiló en Margarita y fue uno de los valerosos defensores de la
libertad, a las órdenes de Arismendi, desde 1815 hasta 1817. Cuando Bolívar
arribó a la heroica isla, le ascendió a Coronel. Diez años más tarde tomó
activa participación en los sucesos ocurridos en Cumaná, de cuya guarnición era
jefe, cuando la revolución conocida con el nombre de La Cosiata, acaudillada
por Páez. Fue victimado en Capiricual en 1827 y la viuda con sus hijos se fue a
residir a Río Chico.
Toda
la actuación de su hermano Simón durante la guerra de la Independencia, fue
hecha en Margarita, a partir de 1815. En 1848 fue de los entusiastas paecistas
que hicieron revoluciones en los cantones de Carúpano, Río Caribe y Güiria.
Años después contrajo matrimonio con María Lucía Marcano. Había nacido en
Carúpano en 1796. Ambos fueron hijos de Juan Francisco Ruiz y de Ana María
Méndez.
IV. Juan Manuel Guzmán, natural de Carúpano,
casado en Margarita el 4 de mayo de 1818, con Juana Evangelista Alfonzo, nativa
de dicha isla. Empezó en la marina de guerra de la República a servir a la
Patria en 1816, a las órdenes del capitán de navio Juan Manuel Fermín. En 1817
continuó con el capitán de navio Antonio Díaz, y combatió en la acción naval de
Pagayos. Fue ascendido a teniente de fragata por el Almirante Brion. Después acompañó
al capitán de fragata Domingo Román hasta 1821. En 1825 se le ascendió al rango
de capitán de Fragata y anduvo de recorrida por las aguas de Venezuela
ejerciendo el corso. Al año siguiente, en una de sus excursiones un temporal
arrojó su buque sobre las costas de la Habana, cerca de la isla del Hueso, y
debido al aislamiento del punto donde se verificó el naufragio, perecen de
hambre Guzmán y toda la tripulación, salvándose únicamente un mari¬nero de
apellido Aguilera. De la descendencia de ese Prócer no hemos logrado obtener
datos.
V. Eusebio Ledezma, Francisco González,
Simón Gudiño y José Milano, fueron de los ciento cincuenta y tres combatientes
en las Queseras del Medio, bajo el mando del general José Antonio Páez, el 2 de
abril de 1819. Milano ascendió después a Capitán de caballería y murió en la
batalla de Carabobo, el 24 de junio de 1821. Gudiño falleció en Catatumbo el 12
de junio de 1823. Ledezma, en la batalla de Junín, el 6 de agosto de 1824.
VI. Brito, Rosal y Sedeño fueron indígenas de
San José, de la valerosa raza de los campiari, totalmente extinguida ya.
VII. Francisco Antonio Marcano, siendo capitán,
murió en la infausta batalla de Aragua de Barcelona, en agosto de 1814.
VIII. Galdona fue hijo de Domingo Galdona Romero y
de Antonia Guerra de Cárdenas. Notable servidor de la Causa patriota, casado
con Josefa de la Rosa.
IX. Juan Manuel, José Leonardo e Ignacio
Brito Sán¬chez, naturales de Cumaná empezaron sus servicios a la Patria en
1810. Los dos primeros sufrieron prisiones en 1812. José Leonardo fue de los
gloriosos expedicionarios de Chacachacari en 1813 e hizo las campañas de ese
año y las del siguiente en el ejército de Mariño. Con el grado de Capitán
acompañó a Bermúdez en la campaña del Interior de Cumaná. Para el año de 1818
fue ascendido a teniente coronel y continuó en el ejército de Bermúdez. El 12
de junio de 1819, concurrió a la célebre acción de La Cantaura. Por
imposibilidad física se retiró del servicio de las armas en 1821, después de
ocupada la provincia por las armas de la República. En 1835 fue de los
Reformistas. En 1848 se encontró en la defensa de Carúpano, el 13 de mayo, y en
agosto siguiente, cuando en esta vez la escuadra infidente al mando del coronel
Celis atacó la ciudad defendida a la sazón por el comandante José Nicolás
Brito, el mayor de sus hijos. Fue casado con Nicolasa de la Cova Ascanio y
Vetancourt, her¬mana de la primera esposa del coronel Juan Bautista Cova.
Falleció en Cumaná el 28 de diciembre de 1852. Los Brito Sánchez fueron hijos
de Juan Manuel López de Brito Cova Bermúdez y de Teresa Sánchez de Torres y
Guerra de la Vega, cumaneses.
X. La mayor parte de los nombres de todos
estos servidores de la Patria, fue repuesta en las generaciones sub¬siguientes.
XI. Refiriéndonos a las dos familias Lyon fundadas
en Carúpano, bien puede decirse de ellas que ambas fueron fac¬tores de la
cultura intelectual y social carupanera. Todos sus miembros fueron enamorados
de las Artes Liberales. Hijos de José Lyon y de Mercedes Mayobre, fueron:
Aurelio, casado en primeras con su prima Dolores Lyon, y en segundas, con Luisa
Otero; José Ramón, quien casó tres veces: la primera con Mary Paván Ruiz, la
segunda con Cecilia Stevenson, y la tercera con Agustina Stevenson, hermana de
Cecilia; Julio, con Clara Rubio, natural de Cumaná; José, con Concepción Paván
Ruiz, hermana de Mary; y José Antonio, con María Manuela Peña Codallo. — Hijos
de Antonio Jerónimo Lyon y de Dolores Mayobre, fueron: Magdalena, que falleció
soltera; Antonio José casado con Ana Emilia Dautant Carrera; y Dolores, quien
casó, como ya queda dicho, con su doble primo Aurelio Lyon, padres de la genial
profesora de música Lola Lyon, quien junto con su prima Mercedes Lyon Paván y
María Barberil Mata, constituyen una bellísima trinidad consagrada a la divina Euterpe.
Los Mayobre provienen de Jerónimo Mayobre Olivet, español, casado en Cumaná con
Isabel María Martínez. Padres de Mayobre Olivet fueron: Jacinto Antonio Mayobre
(natural de Galicia, hijo de José Antonio Mayobre y de Francisca Pérez) y Rosa
Olivet, hija de Cosme Olivet y de María Lluriach, cata¬lanes. Mayobre Olivet
era oficial del ejército realista y en 1821 el Libertador lo aceptó con el
grado de Subteniente de infan¬tería en el ejército patriota. En 1824 ascendió a
teniente y en 1827 a Capitán. Falleció en Cumaná el 14 de febrero de 1835.
Cerramos
este Capítulo con una nómina de los goberna-dores que tuvo la provincia de
Cumaná, en el período de 1800-1825.
1800-1804
— Vicente de Emparan y Orbe.
1804-1809
— Juan Manuel de Cajigal.
1809 — Manuel Correa, Lorenzo Fernández de la
Hoz.
1809-1810
— Eusebio Escudero.
1810-1811
— La Junta Patriótica, compuesta así: Francisco Javier de Mayz, Presidente,
Francisco Illas y Fe¬rrer, José Ramón Ramírez Guerra, Jerónimo Mar¬tínez, José
Francisco Sánchez, José Jesús de Alcalá, Manuel Millán, Domingo Mayz Brito,
José Santos Sucre, Dr. Mariano de la Cova, Pbro. Andrés Antonio Callejón, Dr.
Juan Martínez Alemán, Ledo. Juan Bermúdez Rodríguez, Juan Manuel de Tejada,
Pedro Mejía, Diego de Valle¬nilla y José Antonio Ramírez.
1811-1812
— Vicente de Sucre, Pbro. Diego Gaspar Botino, José Leonardo de Alcalá.
Suplentes: Jaime de Mayz, Casimiro Isava Sucre, Diego de Vallenilla.
1812-1813
— Emeterio Ureña.
1813 — Eusebio Antoñanzas, Dr. Andrés Level de
Goda.
1813-1814
— José Francisco Azcue.
1814-1815
— Gaspar Miguel de Salaverría Vallenilla, Juan Ciní.
1815-1821
— Tomás de Gires, Juan Aldama, José M. Barreiro.
1821 — Antonio Tovar, José Caturla.
1821 — José Francisco Bermúdez, Diego de
Vallenilla,
Ledo.
José Graü.
1822-1825
— José Francisco Bermúdez, José Graü, José Fran¬cisco Bermúdez.
CAPITULO X
1821-1828
— Primera Municipalidad de Carúpano bajo la Patria victoriosa — La revolución
llamada de La Cosiata — El general Páez — Tendencias de los revo¬lucionarios —
Asambleas en Carúpano — Se pronuncia por la federación — El comandante Carrera,
jefe militar — El capitán Carrera Jiménez — Breve noticia biográfica del
comandante Carrera — Cariaco, Cumaná, Aragua y Barcelona siguen el movimiento
federalista aclamando a Páez como Jefe — El comandante José Isidro Castillo y
sus hermanos — Los hermanos Coronado — El coronel Domingo Montes — El coronel
Pablo Ruiz — El capi¬tán Juan Santos López — Bermúdez en Carúpano — Asam¬bleas
en Carúpano y en Cumaná — Crecimiento de las facciones — Desconocimiento de
Bermúdez — Bermú¬dez ataca a Cumaná — Mariño en sustitución de Bermú¬dez —
Llegada del Libertador a Caracas — Bolívar y Páez en perfecto acuerdo —
Doloroso final de los auto¬nomistas — Bolívar imprueba la conducta de Bermúdez
— Lealtad de Bermúdez — La municipalidad de Carúpano y las de los demás
cantones se pronuncian contra la auto¬nomía y por la continuación del
Libertador en el mando — Bolívar inspirador, Páez audaz ejecutor.
Desde
antes de declararse definitivamente la indepen¬dencia de Venezuela, ya
Carúpano, de acuerdo con el Regla¬mento dictado en Angostura en octubre de
1817, había hecho elecciones para instalar su municipalidad, a cuyo efecto
pasó desde Cumaná el Ledo. José Graü.
Por los documentos que a continuación se publican, se verá quienes
constituyeron esa corporación.
En
la ciudad de Carúpano, a los tres días del mes de marzo de mil ochocientos
veintiún años, se reunieron en la casa del Juez Político de este Departamento,
los doce electores nombrados para el establecimiento de la Municipalidad, según
lo prevenido en el Reglamento de 6 de octubre de 1817, y se verificó la
votación dando cada uno su sufragio por escrito; y hecho el escrutinio, según
lo prevenido en el mismo Reglamento, por ante mí el Secretario nombrado para
este acto, resultaron nombrados igualmente a pluralidad los ciudadanos Pascual
Na¬varro, Ignacio Marcano, Francisco Antonio Lanz, José Martínez, Juan Zúñiga,
y José Miguel Alcalá, a quienes el Juez Político declaró por Regidores
legítimamente elegidos, mandando se convoque a dichos individuos para ponerlos
en posesión, con lo que se concluyó éste, y firman.
Ledo,
José Graü — José Miguel Alcalá — Francisco Antonio Lanz — José Rafael Guevara —
Ramón Gómez — Vicente Quintana — Cristóbal Mixó (?) — Ignacio Marcano — Pascual
Navarro — José Martínez — Juan Bautista de Zúñiga — Francisco Benitez — José
María Giterra, Secretario.
En
la ciudad de Carúpano, a los tres días de marzo de mil ochocientos veintiún
años, se reunieron en la casa del Juez Polí¬tico los seis miembros nombrados
por acta de este día, que deben componer la Municipalidad de este Departamento,
según lo prevenido en el Reglamento de 6 de octubre de 1817, para proceder a la
elección de un Secretario municipal y para designar a cada Regidor las
funciones que debe ejercer. Impuestos de todo, después de habérseles dado
posesión, y de haber prestado el juramento ante el señor Juez Político como
Presidente, nom¬braron para Secretario al ciudadano José María Guerra, y se
declaró al ciudadano José Miguel Alcalá por Síndico Procurador General, al
ciudadano Francisco Antonio Lanz por Padre de Menores, al ciudadano Pascual
Navarro por Alcalde Provincial, al ciudadano José Martínez por Alguacil Mayor,
al ciudadano Juan Zúñiga por Regidor llano, acordando que por el mismo orden de
oficios en que van designados se guarde preferencia en los actos públicos, así
para el lugar de las firmas como en los asientos que deben ocupar. Y por
último, que se ponga testimonio del Acta celebrada por la Junta Electoral, que
obrará por cabeza, para los efectos que haya lugar. Con lo que se concluyó esta
sesión, y firman.
Ledo.
José Graü — José Miguel Alcalá — Francisco Antonio Lanz — Pascual Navarro —
José Martínez — Ignacio Marcano — Juan Bautista de Zúñiga — José María Guerra,
Secretario.
En
los anales municipales de Carúpano deben grabarse en letras de oro, dos fechas:
la del 25 de noviembre de 1820, día en que cesó el Gobierno peninsular, y la
del 3 de marzo de 1821, en que se instaló la primera Municipalidad bajo las
banderas de la Patria victoriosa.
Para
fines de ese año, era Comandante militar de la Plaza el coronel Juan Bautista
Cova Vetancourt, quien poco después entró a ejercer también las funciones de
Juez Político y Presidente de la Municipalidad, que ya había desempeñado el
Ledo. Graü. El coronel Cova hizo convocar de conformidad con la ley, a los
munícipes del Cantón y a algunos padres de familia, con el fin de practicar la
elección de los individuos que debían componer el Cuerpo Municipal en el año
entrante. Verificadas las elecciones, resultaron nombrados así: Alcalde Provincial,
José Nicolás Navarro; Agustín Galdona, Síndico Procurador General; Esteban
Herrera, Padre de Menores; Pedro Manuel Guerra, Alguacil Mayor; Francisco
Benítez, Fiel Eje¬cutor; y Silvestre Peña González, Regidor llano.
Véanse
los siguientes documentos, que son páginas de historia de la Municipalidad de
Carúpano:
En
la ciudad de Carúpano, a los nueve días de diciembre de mil ochocientos veinte
y uno, habiéndose reunido en acuerdo extraordinario los señores que constituyen
el Cuerpo Capitular, mediante un oficio que acaba de recibir el señor Juez
Político Presidente, ciudadano Agustín Galdona, de cuatro del corriente, por el
cual previene el señor Gobernador e Intendente de la Provincia que por últimas
disposiciones acordadas por el Go¬bierno Superior, reasuma en sí el señor
Comandante Militar de este Cantón el mando político de él, y por consiguiente,
la Presidencia del Cuerpo Municipal, cuyos destinos se le han conferido al
Benemérito Coronel Juan Bautista Cova, resolvieron dichos señores practicar su
recepción en este propio día, para que se proceda cuanto antes a dar evasión a
los asuntos que puedan ocurrir. En efecto, se presentó dicho señor Coronel; y
en este acto, prestando el debido juramento, fue recibido y reconocido por tal
Juez Político y Presidente Municipal, tomando en consecuencia el asiento que
por la ley le corresponde; con lo que se concluyó este Acuerdo, que firmaron
dichos señores.
Agicstín
Galdona — Juan B. Cova — Juan Bautista de Zúñiga — Pascual Navarro — José
Martínez — José María Guerra, Secretario.
En
la ciudad de Carúpano, a los treinta y un días del mes de diciembre de mil
ochocientos veintiuno, undécimo, se reunieron en la casa del ciudadano Juez
Político los ciudadanos José Miguel Alcalá, Síndico Procurador General; Juan
Bautista Zúñiga, Padre de Menores; Pascual Navarro, Alcalde Provin¬cial; José
Martínez, Alguacil Mayor; sin la asistencia de los ciudadanos Francisco Antonio
Lanz e Ignacio Marcano, por hallarse ausentes de este Cantón con legítimo
permiso, como también nueve padres de familia que han sido convocados, todo con
el objeto de proceder con arreglo al Artículo 18 del Reglamento de 6 de octubre
de 1817. Verificáronse nueve elecciones de Regidores que deben componer la
Municipalidad de este Cantón para el próximo año de 1822. Verificada la
reunión, procedió el señor Presidente a manifestar el motivo de esta
convocatoria; y seguidamente expuso que hallándose el Secretario propietario de
este Cuerpo gravemente enfermo, según el aviso que ha tenido, y no pudiéndose
diferir el acto, era de necesidad la elección de dos actuarios que se formasen
con las formalidades de ley, y siendo le expresa opinión de todos los
concurrentes que se continuase el acto con dichos actuarios, fueron nombrados
para tales, los ciudadanos José Herrera y Luis Romero, quienes presentes en la
Sala del Acuerdo, prestaron en manos del ciudadano Presi¬dente el juramento
correspondiente, tomando la posesión de sus funciones. Continuando la sesión se
procedió al nombra¬miento de los referidos seis Regidores, por votación
pública, de los ciudadanos Municipales y dichos padres de familia; y quedaron
electos para tales, y con sus respectivos atributos los ciudadanos siguientes:
para Síndico Procurador General, con los votos de la Asamblea, el ciudadano
Agustín Galdona; para Padre General de Menores, el ciudadano Esteban Herrera,
con igual votación; para Alcalde Provincial, el ciudadano Nicolás Navarro; para
Alguacil Mayor, el ciudadano Pedro Manuel Guerra; para Fiel Ejecutor, el
ciudadano Francisco Benítez y para Regidor llano, el ciudadano Silvestre Peña,
a quienes el señor Juez Político declaró por Regidores legítimamente elegidos,
mandando que el día siguiente, primero de enero, fuesen dichos individuos
convocados para su respectiva posesión y demás formalidades correspondientes.
En este acto el ciu¬dadano Agustín Galdona, Síndico Procurador General,
manifestó a la Asamblea que se halla en la necesidad de protestar contra el
nombramiento que se ha hecho en él, por la imposibilidad en que se halla de
poder ejercer y cumplir su encargo, en atención a que sus males y perjuicios
notorio de sus intereses no se lo permiten, hallándose pronto a mudar de
domicilio en el pueblo de Río Caribe, y que estas mismas razones tuvo en
consideración el señor Gobernador Político de la Provincia, para admitirle la
renuncia y separarse de los empleos de Juez Político y Sub Delegado de
Intendencia que ejercía en esta ciudad. Terminada esta exposición discutió la
Asamblea sobre ella, y no encontrándose con facultad para resolver, acordó: que
dicho Regidor electo fuese posesionado en su empleo hasta tanto que la
Superioridad, a quien debía darse cuenta de estos actos, resolviese en el
particular. Y no habiendo otros asuntos de que tratar, se concluyó el acto, y
firmaron.
Juan
B. Cova — José Miguel Alcalá — P. Navarro — Juan Bautista de Zúñiga — José
Martínez — Pedro Manuel Guerra — Agustín Galdona — Silvestre Peña — Domingo
González — Esteban de Herrera — José Herrera, testigo actua¬rio — Luis Romero,
testigo actuario.
Con
la batalla de Carabobo, el 24 de junio de 1821, con el tratado de La Guaira, el
3 de julio siguiente; con la batalla naval del lago de Maracaibo, el 24 de
julio de 1823, con el tratado del 3 de
agosto de ese año y con el de Puerto Cabello, el 10 de noviembre del mismo,
quedó extinguido en el territorio de Venezuela la dominación secular de España.
Con todo, para diciembre de 1824 acontecieron algunas pequeñas sublevaciones
con tendencias realistas, en Petare, Baruta, Sanlorenzo de Barcelona, Tucupido,
El Sombrero y otros puntos, que fueron prontamente sofocados, pasándose por las
armas a tres de los cabecillas, capturados en Petare.
Pero
inmediatamente empezó a imponerse el poderío, o mejor dicho, el personalismo de
Páez, en sustitución del perso-nalismo del Libertador; y llegó a tal punto la
formidable influencia del caudillo de los Llanos, que se subvirtió el orden
constitucional y el tranquilo imperio de las instituciones, en obsequio suyo. Y
hasta el Libertador hizo causa común con él, a fin de mantener la quimérica unidad
de la Gran Colombia, por cortos años más y evitar la guerra civil.
Es
el caso que, con motivo de una recluta ordenada por Páez, en su carácter de
Comandante General del Departamento de Venezuela, las guerrillas comisionadas
al efecto cometieron en Caracas todo linaje de tropelías, el 6 de enero de
1826. Ante tales abusos de la fuerza armada, el Intendente del mismo
Departamento, General Juan de Escalona, y la Municipalidad de la Capital
protestaron y elevaron sus quejas a la Cámara de Representantes, reunida en
Bogotá. El Cuerpo dio acogida a la denuncia y el Diputado por Caracas doctor
José Antonio Pérez, propuso se acusase a Páez ante el Senado. Admitida la
acusación, el Senado declaró con fecha 27 de marzo, suspen¬dido de sus
funciones oficiales al gallardo lidiador de la Inde¬pendencia, y lo sometió a
juicio.
Empero,
Páez, en vez de concurrir a la citación que le hiciera el Senado, para que
pasase a Bogotá, a defenderse de los cargos que se le imputaban, se deja de
ruidos y despreciando las disposiciones del Congreso, se lanza decididamente a
la rebelión que se conoce en la historia de Venezuela con el nombre de La
Cosiata, impulsando a la municipalidad de Valencia a consumarla, el 30 de
abril.
El
general Páez era a la sazón Comandante General e Intendente del Departamento de
Venezuela, que era uno de los tres en que se hallaba dividida la República. El
General José Francisco Bermúdez lo era del Departamento Orinoco y el general
Rafael Urdaneta del Zulia. Bermúdez, al saber el atentado protesta enérgicamente
desde Barcelona el 15 de mayo, y se prepara a sostener la Constitución y junto
con ella la bandera de la legalidad arriada en mala hora por el mismo a quien
más tarde se le llamaría el Fundador de la República Civil.
Refiriéndose
a los sucesos de ese año, el historiador Vicente Dávila, dice lo siguiente de
Páez: “Era el tumultuario en cuyo ánimo insurrecto la rebeldía a toda autoridad
estaba siempre a punto. Ya en la emigración de 1814 cuando en Baila¬dores de
Mérida, por el asunto baladí de un caballo, desconoce al Comandante de la
Caballería Bartolomé Chaves, y se interna por las montañas hasta dar en
Casanare; y én ésta y esteros del Arauca cuando intriga y arrebata las fuerzas
de Francisco de Olmedilla, a quien hace prisionero y más tarde calumnia en su
Autobiografía; a Joaquín Ricaurte y Miguel Guerrero, per¬siguiendo al segundo
de muerte por estos asuntos del 26; a Santander y Femando Serrano, a quienes el
año 16 en Trinidad de Arichuna despoja de su autoridad y mando; el 35, cuando
se burla de los incautos Reformistas que lo aclaman por jefe y luego los
traiciona y en seguida hace renunciar a los doctores Vargas y Narvarte; el 48
cuando violenta al Presidente Monagas hasta llegar al atentado del Congreso; y
por último, ya en el ocaso de su vida pública, cuando derriba en 1861 al
Gobierno de Tovar y de Gual, engaña a su Secretario Dr. Quintero y se proclama
Dictador, en otra semejante algazara que se inicia en la ciudad de Valencia”.
Margarita,
con su Gobernador José Rafael de Guevara, su Comandante de Armas, general
Policarpo Mata, y el general Juan Bautista Arismendi, condenan igualmente la
actitud de las municipalidades de Valencia y Caracas, que concedían facul¬tades
extraordinarias o discrecionales a Páez; pero para fines del año algunas de sus
municipalidades, merced a las influencias del general Santiago Mariño, se
pronuncian por la forma fede¬ralista y por Páez como Jefe.
No
indiferentes a tal forma de rebelión ya lo habían sido la municipalidad y el
pueblo de Carúpano, pidiendo gobierno federativo con Páez a la cabeza de la
Nación, como lo hiciera a su vez Margarita. De suerte que fue Carúpano el
primer pueblo de oriente que entró en el movimiento reformista, siguiendo el
ejemplo de Valencia y Caracas. El movimiento o pronunciamiento lo encabezó el
capitán Lorenzo Carrera Jiménez, amotinando al pueblo el 2 de setiembre, a los
gritos de Viva la federación! Viva Páez! apoyado en la guarnición de la plaza y
siendo el Jefe militar del Cantón el comandante Francisco Antonio Carrera,
primo hermano del mencionado Capitán.5Este se adueña del fortín principal, en
donde está el parque, y al día siguiente la municipalidad secunda el pronun
ciamiento, haciendo
convocar antes a los vecinos, quienes se reúnen en Asamblea. El 5 hace Cariaco
otro tanto y asimismo Cumaná el día 7, y luego Maturín sigue el ejemplo. Los
movi-mientos de Carúpano y Cariaco son inspirados por el Comandante
Carrera.
En
Cumaná se había pronunciado la municipalidad apo-yándose en la guarnición que
se hallaba al mando del coronel Pablo Ruiz, en su carácter, de Comandante de
Armas, en los vecinos principales y en el pueblo, tomando activa participa¬ción
en los sucesos el coronel Domingo Montes y el capitán Juan Santos López.
Ese
movimiento federativo impulsado en ese año por Páez, tiene entusiasta acogida
entre los pueblos del oriente de Venezuela, porque venía en relación con las
aspiraciones que siempre habían manifestado, especialmente Cumaná, desde 1811,
y porque en la ocasión era intensa la aversión que profesaban al general Bermúdez.
Y tales manifestaciones refor¬mistas de la Constitución de Cúcuta, no eran
nuevas. Ya en 1821 tanto en Caracas como en Cumaná había dado motivo a
dis¬cusiones y protestas, por ser puramente centralista. Pero las reformas que
se querían para 1826, llevaban más hondas inten¬ciones, como que pretendían
llegar hasta la disolución de la Gran Colombia. Hábilmente inspiradas por el
Libertador y llevadas a la práctica por sus amigos en el Ecuador al mismo
tiempo que por Páez en Venezuela, aquellas manifestaciones tuvieron señaladas
simpatías en muchas poblaciones del país, que realmente ansiaban una Patria
verdaderamente soberana.
Bolívar
había salido de Lima a principios de setiembre de ese año. Los sucesos de
Venezuela (abril-mayo) ocurrí \s poco antes que los de Guayaquil (28 de agosto)
y que los de Quito (6 de setiembre) fueron todos consumados persiguiendo un
mismo fin, y obedeciendo a un mismo resorte. El Libertador impartió no muy
discretamente su aprobación a todo. Al llegar a Quito una de sus primeras medidas
fue ascender a Tomás Cipriano de Mosquera a Coronel. Mosquera era el Intendente
General del Departamento y acordó otros ascensos a oficiales que también
tomaron activísima parte en las actas de Guayaquil y de Quito. Asimismo nombró,
sin facultad legal, un Jefe supe¬rior civil y militar cuyas funciones ejerció
su Secretario General José Gabriel Pérez. Venía rompiendo la constitución, y al
llegar a Bogotá se desata en elogios a Páez y en frases agresivas para
Santander y las autoridades legalmente constituidas en la capital de la Gran
Colombia!
A
Páez le escribe desde Bogotá con fecha 15 de noviembre, un día después de haber
llegado a esa capital: “He dicho alta¬mente que Vmd. ha tenido derecho para
resistir a la injusticia con la justicia, y al abuso de la fuerza con la
desobediencia. Estoy rodeado de calumnias y de enemigos porque no vengo a
servir de instrumento de venganzas... No deje Vmd. correr mi carta por nada de
este mundo, pues un secreto descubierto es un arma para el enemigo: guarde Vmd.
mucho esta carta como la clave de mis designios. Consuele Vmd. a todo el mundo
cuanto quiera sin referirse a mí”, y Páez le contesta con fecha 18 de
diciembre: “Estoy satisfecho con que mi resolución (la de no ir a Bogotá) no
haya sido desaprobada por usted y lo estarían todos los venezolanos si yo les
pudiera presentar su carta”.
Desde
Coro vuelve Bolívar a escribir a Páez, el 23 de diciembre: “Querido General,
conmigo será usted todo, todo, todo. Yo no quiero nada para mí; así usted lo
será todo, sin que sea a costa de mi gloria, de mi gloria que se ha fundado
sobre el deber y el bien... Crea usted que no pretendo ni preten¬deré jamás
hacer triunfar un partido sobre otro, ni en la Con¬vención ni fuera de ella. No
me opondré a la Federación; tampoco quiero que se establezca la constitución
boliviana. Sólo quiero que la ley reúna a los ciudadanos, que la libertad los
deje obrar y que la sabiduría los guíe, para que admitan mi renuncia y me dejen
ir lejos, muy lejos de Colombia”.
Y
al llegar a Puerto Cabello el l9 de enero de 1827 nombra a Páez, a quien
todavía no ha visto, Jefe Civil y Militar de Venezuela.
Para
entonces ya las relaciones de amistad y compañe¬rismo entre Bolívar y Santander,
están poco menos que can¬celadas. El uno desea el respeto y cumplimiento de las
leyes. El otro no las toma en cuenta para nada.
Llegado
a Caracas y entendido perfectamente con Páez, el movimiento separatista se
contiene por los momentos, indi¬cándose desde luego por el altísimo director
político la con¬veniencia de reformar la Constitución que —según ella misma
establece— debe ser inviolable por diez años, y de reunir una Convención que
satisficiese las aspiraciones de los pueblos de la Gran Colombia.
Pero
volvamos los ojos a lo que acontece en las regiones orientales de Venezuela.
Las
facciones que el 18 de agosto de 1826 habían levan¬tado por Páez en las
serranías de San Juan de Maracapana, el comandante Isidro Castillo y su hermano
José Rosario, inspi¬rados por Pedro Coronado, todos ellos proceres de la
Indepen¬dencia nacional, no quieren darse a partido con los de Cumaná, sino con
Páez —único a quien reconocen por Jefe y a quien ya habían dado cuenta de su
alzamiento.12No queriendo o no pudiendo avenirse con los militares que mandan
en Cumaná, éstos resuelven al fin tratarlos como enemigos y disponen que el
coronel Domingo Montes marche a debelarlos. Varias veces abre Montes
operaciones sobre los Castillo, pero sin ningún resultado satisfactorio a las
órdenes recibidas, hasta que en la postrer salida que hace es sorprendido por
los facciosos el 18 de setiembre en el sitio denominado El Cascajal, y allí
perece oscuramente el guerrero que ha ilustrado su vida en defensa de una
patria independiente. Todas estas circunstancias contri¬buyen a agravar más la
situación. Ya Maturín había iniciado el 8 de ese mes su movimiento
revolucionario.
Así
las cosas, manda Páez como comisionado suyo al coronel Ramón Burgos, quien sale
de Valencia para Cumaná mpar.ado de Bonifacio Coronado, hermano de Pedro. El 14
de octubre se firma un convenio en Sabana Larga, entre el comisionado Burgos y
Bonifacio Coronado y el comandante Isidro Castillo y Pedro Coronado. En ese pacto
se establece que Castillo quede con sus hombres ocupando el cantón de
Cumanacoa, mientras se espera la resolución definitiva de Páez sobre las
aspiraciones de los facciosos. Y Burgos regresa a Caracas y Valencia a dar
cuenta a Páez de su comisión.
Bermúdez,
quien, como se dijo, se encuentra en Barcelona, al saber el pronunciamiento de
Carúpano y los de Cariaco y Cumaná, vuela sobre los revolucionarios, procede
con su carac-terística impetuosidad y, violento, atropella, encarcela, se
impone, repone todo a su anterior estado y regresa a Barcelona. Pero no paran
allí los hechos. A raíz de haberse ausentado, ocurre un nuevo alzamiento del
mismo capitán Carrera Jiménez, y se reune otra asamblea el 4 de noviembre, bajo
la dirección de Pascual Navarro Guevara. En esa reunión se ratifica la del 3 de
setiembre y categóricamente se desconoce al Comandante General e Intendente del
Departamento, es decir, a Bermúdez. El desconocimiento viene a cumplirse en
otra asamblea celebrada el 14 y se reemplaza al comandante Carrera con el
referido capitán del mismo apellido, que era el promotor ostensible de todas
esas ocurrencias. Y no sólo se desconoce a Bermúdez y se reemplaza a Carrera,
sino que en representación de la voluntad popular, pídese también en dicha
asamblea la extinción de los diezmos, la extinción del estanco del tabaco y la
contribución directa, más la habilitación del puerto de Carúpano para el
comercio con las Colonias extranjeras amigas.
Bermúdez
de regreso a Barcelona, abre operaciones sobre Cumaná, cuyo puerto bloquea, y
luego desembarca con el propó-sito de atacar la plaza. El comandante de armas
coronel Pablo Ruiz, apoyado en la guarnición de su mando y en la gran mayoría
del pueblo, se le opone enérgicamente y sale a comba¬tirlo. Pómpense los fuegos
el 19 de ese mes de noviembre, corre la sangre de los cumaneses, comprende
Bermúdez que no puede dominar a quienes están resueltos a todo menos a
someterse a su autoridad, y acosado por el valor de los hijos del Manza¬nares,
se ve obligado a retirarse a Barcelona, donde queda encerrado, porque su deudo
Manuel Antonio Figuera se pronuncia también por la federación con Páez por
jefe, en la población de Aragua de Barcelona.
A
su vez Mariño, los Monagas, Andrés Rojas y casi todos los prohombres de
Carúpano, Cariaco y Maturín, apoyan a Páez contra Bermúdez, único de los
famosos caudillos liber¬tadores orientales que mantiene lealmente la bandera de
la constitucionalidad en el Departamento de su mando, hasta que con la llegada
del Libertador se cambia el disco de la política.
Los
alzados en Aragua de Barcelona se dirigen a Ber¬gantín, población vecina a
Barcelona, y allí se reúnen hasta ochocientos hombres, la mayor parte mal
armados. En las cer¬canías de Cumanacoa continúan los Castillo aumentando el
número de sus parciales; y en Carúpano, Cariaco y Maturín se conspira
abiertamente en favor de la autonomía dirigida por Páez.
El
26 de noviembre levanta la municipalidad de Cumaná un acta en asamblea pública,
presidida por el coronel Diego Vallenilla y con asistencia de las siguientes
expectantes personas: Francisco de Guevara, Pbro. Martín de la Cova, Provisor
del Obispado, coronel Pablo Ruiz, Ledo. José Graü, Francisco Javier Mayz
Alcalá, Miguel Vigas, José María y Juan José Otero Guerra, Julián Llamozas,
Ramón Gómez Sotillo, coronel José María Sucre, coronel Jerónimo de Sucre, Pbro.
Domingo de Vallenilla, Pbro. Domingo Brusual de Beaumont, Francisco Ja¬vier
Mayz Márquez, Antonio José Betancourt, Esteban de He¬rrera, Manuel Millán,
Ledo. Vicente Sánchez, José Fabián Prieto, teniente coronel León Prada, Vicente
Lecuna, Marcos Otero Mar¬tínez, Capitán Juan Santos López, capitán Luis
Calderón, coman¬dante Vicente Villegas, Antonio José Peinado, Dionisio, Ramón y
Carlos Centeno, Pedro R. Meaño, Juan Crisóstomo Bermúdez de Castro, Andrés
Martínez Alemán, Diego Vallenilla Alcalá, Pedro y Bonifacio Coronado, Francisco
Javier Courtiz, Santos Dautter, coronel Ramón Pérez, Diego y Francisco Blanco,
José Antonio Rojas, José Jesús Cordero, Juan María Oletta, Manuel Brusual, José
Cruz Cásares, Domingo Valverde, Jorge Hullet,
Juan
Manuel Duran y muchas otras más, pronunciándose por la autonomía de Venezuela
con Páez a la cabeza.
En
sustitución de Bermúdez, otra asamblea designa a Mariño el 29 de dicho mes
Comandante General e Intendente del Departamento. Esta disposición popular es
ratificada a poco por el Libertador en decreto expedido en Puerto Cabello el P
de enero de 1827. Bermúdez, al saber la llegada de Bolívar, pasa a Caracas. El
Libertador imprueba agriamente la actitud del guerrero oriental, quien
injustamente humillado y justa¬mente indignado, regresa y se retira a su
hacienda “La Soledad” de Güinima, en la costa Paria. Pero ante la enorme
autoridad del glorioso Libertador americano, no solamente Páez, Mariño, los
Monagas, Rojas y todos los militares hacen causa común, sino también el mismo
Bermúdez se somete, y acallando el grito de sus agravios presta de nuevo sus
servicios a Bolívar, al ser requerido por Mariño. Diez años antes, hallándose
el Libertador en tremenda situación conflictiva también había correspondido con
la hidalga nobleza de su corazón.
Y
es curioso lo que en ese año de 1827 ocurre. Después de haberse entendido
admirablemente el Libertador y el Coman¬dante General de Venezuela, Páez, todo
cambia; o mejor dicho, todo queda aplazado.
En
Oriente se hace correr la especie de que los que se hallan alzados es solo por
simples cuestiones de clases, alen¬tados por los hermanos Coronado y que sus
propósitos no son otros sino los de acabar con las blancos! Con tan inicuo y
falso pretexto, Monagas, obedeciendo a Mariño, sale sobre los que se encuentran
en Bergantín, los ataca, los destroza y les hace ciento ochenta prisioneros que
conduce a Barcelona, en cuya plaza principal son pasados por las armas.13Sobre
la facción de los valerosos y osados Castillo, que ya habían éstos aumen¬tado a
unos seiscientos hombres, y quienes se hallaban confiados en la buena fe del
tratado del 14 de octubre anterior y esperando la última voluntad de Páez,
marcha a su vez Bermúdez por orden de Mariño, al frente de más de mil soldados,
los coge de improviso en los primeros días de enero de 1828, los ataca y tras
una gallarda resistencia de 24 horas, los desbarata y hace entre ellos una
bárbara carnicería, tocándole la mejor parte en hacer la degollina, al batallón
Boyacá, al mando del coronel José Vargas. Los Castillo con unos treinta
fugitivos logran escapar a la matanza y continúan alzados por las montañas de
San Juan de Maracapana y en actitud ecuánime mantienen en angustias a los de
Cumaná, hasta que finalmente logran salir del país y asilarse en Trinidad.14
Al
capitán Juan Santos López lo aprisionan, lo enjuician y, junto con otros
treinta infelices más, embarcado para Panamá. Pasan por La Guaira; los
confinados no llegan al lugar de su destino y no volviendo a saberse más de
ellos, trasciende la noticia de haber sido arrojados vivos al mar, con peso en
los pies!15Hasta hoy se ignora qué se hicieron.
Ante
lo que pasa en la metrópoli provincial, los de Carú- pano, Cariaco y Maturín
optan por permanecer tranquilos; pero inmediatamente después de la destrucción
de la facción de los Castillo, como siguiendo el ideal de autonomía, sublévanse
en el interior de Carúpano, Francisco Villarroel y José Rosario Parías, para
ser el 8 de febrero siguiente, completamente aplas¬tados por las tropas enviadas
por Mariño al mando del coman¬dante Juan de Dios Manzaneque.
Y
en ese mismo año de 1828, al renovar los pueblos, como movidos por un mismo
resorte, la petición de que se convocase una Convención para resolver lo más
provechoso a la suerte del país, exponen, además, que de ninguna manera se le
acepte la renuncia que de la Presidencia hace el Libertador y que sólo bajo su
dirección y jefatura única se cumpla todo lo que los pueblos piden. Por
supuesto, que los pobres pueblos nada tenían que ver con tales asuntos; pero sí
unos pocos que en cada localidad ejercían de directores, quienes, desde luego
cuentan con la pasividad e ignorancia de los dirigidos. Y así, hasta las
guarniciones empiezan a pronunciarse contra la Constitución y porque el
Libertador continuase en el mando, que ya había renunciado siete u ocho veces
desde 1813.
El
15 de marzo se pronuncia la Municipalidad de Cumaná: el 8 lo había hecho ya la
guarnición. Cariaco, el 25; el 28 tócale el turno a Carúpano. El 31, Río Caribe
y Güiria, simultánea¬mente. Aragua de Barcelona, el 17 de abril; y Barcelona el
21.
Para
ese año integran las Municipalidades de esos Can¬tones las siguientes personas:
Carúpano:
Presidente y Jefe Político, el comandante Manzaneque; Primer Alcalde Municipal,
capitán Manuel Yánez; 2’ Alcalde, coronel José Loreto Arismendi; Padre General
de Menores, José María Molinar; Síndico Procurador, Antonio Oletta; Secretario,
Manuel Guerra.
Cumaná:
Presidente y Jefe Político, Manuel José Rivas; Alcalde l9, Antonio José de
Castro y Peinado; Alcalde 29, Manuel Millán; Procurador, Manuel Malaret; Padre
de Menores, Francisco Antonio Maestre; Municipales, José Jesús Cordero,
Francisco Blanco y Manuel Reyes; Mariano Torrealba, Secretario.
Cariaco:
Presidente y Jefe Político, Rafael Betancourt; Alcalde 2’ Municipal, Pedro
Valderrain; Regidores, Fermín Ro¬mero y Ceferino Gutiérrez; Padre de Menores,
Juan Pablo Carbonell; Secretario, Gaspar Miguel de Salaverría.
Río
Caribe: Presidente y Jefe Político, José Rauseo; Alcaldes P y 2^,
respectivamente, Próspero Flores y Domingo Esparragosa; Procurador Municipal,
Manuel Núñez; Padre de Menores, José Figueras; Municipal, Pedro Núñez;
Secretario, Juan Carrera.
Güiria:
Presidente y Jefe Político, comandante Vicente Vidllegas; Alcaldes l9 y 2^,
Juan Vicente Arismendi y José Miguel Bonalde, respectivamente; Procurador,
Jerónimo Tinoco; Padre de Menores, José Gervasio Núñez; Secretario, Feliciano
Sosa.
Barcelona:
Presidente y Jefe Político, Antonio Morales Brito; Alcaldes Municipales,
Antonio Planchart y José María Arias; Síndico Procurador, Jerónimo Simonovis;
Municipales, M. M. Droz, Felipe Sabino y N. Rendón; Secretario, Pedro María
Planchart.
Aragua
de Barcelona: Presidente y Jefe Político, Carlos Chazin; Alcaldes Municipales,
Francisco José Monagas y José Clemente Hernández; Municipales, Angel Díaz,
Sebastián Rivas, Carlos Valladares y Evaristo Gómez; Padre General de Menores,
Manuel Maria Núñez; Síndico, Ramón Matute; Secretario, Luis Valladares.17
Como
ya se dijo, Bolívar y Páez se han entendido admira-blemente. Aquel apoya a
éste, se evita la guerra civil, lo que ya era bastante, sigue viviendo Colombia
aunque herida de muerte, continúa mandando el Libertador, continúa gobernando
Páez en Venezuela, y no pasaran cinco meses sin que el gran
Libertador-Presidente asuma su más tremenda dictadura.
El
genio del inmortal Libertador había triunfado una vez más; pero todo el
material acumulado hasta entonces, ser¬virá de eficaz propaganda para hacer aun
más popular la revolución separatista, empezada a condensar en 1826. Páez no ha
hecho sino adelantarse a los deseos que bullían en el cerebro de Bolívar
—expresados en diversas ocasiones— sobre la separación de las tres porciones
integrantes de la Gran Colombia (Venezuela, Cundinamarca y Quito) para formar
una confederación de Repúblicas, que él presidiría, por supuesto, sin contar él
con lo imprevisto, que es fuerza oculta imponderable, y sin ver que para esos
años ni se le quería ni se le temía.
Y
al tratar de realizar su grandioso pensamiento, grande como todo lo que su
mente concebía, ya cansado de leyes, según sus propias palabras, no se detiene
en ningún orden de conside-raciones. Aprovecha la actitud de sus amigos en el
Sur de Colom-bia, inspirados por él mismo. Apoya singularmente la de Páez en
Venezuela y concluye por desacreditar la Constitución de Cúcuta, por burlar las
leyes emanadas del Vice Presidente de la República y por insultar y
desautorizar asimismo al eminente repúblico Santander, que la ejercía.
Las
circunstancias de aprobar las actas levantadas en 1826 en Guayaquil, Quito y
Cuenca y crear luego una inconstitu¬cional autonomía para Briceño Méndez, en
las provincias que hoy constituyen la República del Ecuador, y la aprobación de
los actos de Páez creándole, además, otra autonomía en Vene¬zuela, constituyen
—indiscutiblemente— el comienzo de la diso¬lución de la Gran Colombia.
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